¿Qué es el Trauma de Apego? Causas y consecuencias

El trauma de apego se produce como consecuencia de un fracaso por parte de las figuras de cuidado a la hora de satisfacer las necesidades emocionales del niño. Esto deja una huella imborrable que perdura incluso en la edad adulta.

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Las personas afrontamos de vez en cuando situaciones estresantes que nos ponen en alerta. La mayoría constituyen eventos propios de la vida cotidiana, por lo que la respuesta de activación es puntual y no conlleva mayor trascendencia en nuestro funcionamiento y salud mental. Al contrario de lo que se suele creer, este tipo de estrés es necesario en dosis moderadas, ya que nos permite responder eficazmente ante las demandas del entorno.

Sin embargo, hay veces en las que podemos afrontar escenarios extraordinarios que impactan de manera muy intensa en nosotros. A veces nos topamos con acontecimientos bruscos, inesperados e incontrolables, que hacen peligrar nuestra integridad física y/o psicológica. Esto puede hacer que nos sintamos desbordados por nuestras emociones hasta el punto de ser incapaces de responder ante la situación de forma adaptativa. En estos casos, es posible que podamos llegar a sufrir un trauma psíquico.

Sin embargo, los traumas no siempre se generan por experiencias dramáticas, inesperadas y localizadas en el tiempo. En ocasiones, un individuo puede sufrir un trauma psíquico como consecuencia de vivencias más difusas y persistentes en el tiempo. Un ejemplo de ello es lo que se conoce como trauma de apego. En este artículo hablaremos sobre qué es el trauma de apego y qué implicaciones tiene para la salud mental de quien lo experimenta.

La importancia del apego

Antes de profundizar acerca de qué es el trauma de apego, vamos a hablar acerca de la importancia que el vínculo de apego tiene en nuestro desarrollo. Desde el nacimiento, los bebés nacen dotados de una serie de comportamientos innatos que tienen como finalidad mantener la proximidad con las figuras de apego, evitar la separación y protestar cuando ésta se produce.

Así, el fin último es que el recién nacido pueda desarrollarse y explorar el entorno teniendo como base segura a sus figuras de referencia. Estas conductas reflejas incluyen el balbuceo, la sonrisa, la succión o el llanto. Todo este repertorio es un mecanismo de supervivencia, ya que los seres humanos nacemos indefensos y dependientes de los adultos. Cómo respondan los progenitores a estas señales definirá la calidad del apego, lo que implica importantes consecuencias en el desarrollo de la personalidad.

El apego se puede definir como el vínculo emocional que el bebé establece desde sus primeros momentos de vida con sus figuras de cuidado, principalmente los padres. Si todo va bien, este lazo se mantendrá durante la infancia y podrá desarrollarse también con otras personas. Un apego saludable es aquel que permite al niño sentirse seguro, cuidado y aceptado.

A medida que el cerebro madura, las experiencias del niño configuran su forma de relacionarse, amar y regularse emocionalmente. El apego, siempre que sea seguro, actúa como un soporte para que este pueda, poco a poco, aprender a calmarse por sí mismo. Los adultos deben aportar seguridad y responder a las necesidades del niño, de manera que puedan ayudarle a integrar y comprender sus percepciones, emociones y pensamientos, así como los de los demás.

La forma en la que nos vinculamos con nuestros cuidadores deja una huella que permanece durante el resto de la vida. Por ello, cuando el apego que se ha establecido no es adecuado, la persona puede llegar a sufrir un tipo de trauma conocido como trauma de apego, que implica consecuencias en el plano físico, psicológico y social.

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¿Qué es el trauma de apego?

Como venimos comentando, el establecimiento de un vínculo de apego saludable entre un bebé y sus cuidadores es un aspecto determinante para su salud y bienestar. Sin embargo, en ocasiones este vínculo no se configura de la forma adecuada por diferentes razones. A veces esto se debe a que los progenitores no están presentes, otras a que sólo lo están de manera intermitente e incluso en algunos casos puede suceder que existan abusos y malos tratos hacia el niño. En cualquier caso, esto afectará negativamente al desarrollo del niño.

En condiciones normales, cuando un bebé llora es atendido, calmado y consolado. Esto le permite sentirse seguro y reducir su activación, pues la figura de apego es su apoyo para aprender a regularse. Sin embargo, es importante saber qué sucede cuando el bebé llora sin descanso y nadie acude a atenderle.

En esta situación, al principio, dado que el bebé está biológicamente programado para ello, este tratará de llamar la atención de los adultos de todas las maneras posibles. Sin embargo, pasado un tiempo, el bebé aprenderá que no hay nadie alrededor y que llorar no ofrece resultados.

En otras palabras, el recién nacido se rinde y deja de intentar que sus figuras de cuidado acudan, pues sabe que estas se encuentran ausentes. Erróneamente, desde fuera puede parecer que el bebé se ha calmado, pues su conducta de protesta ha cesado. Nada más lejos de la realidad, pues un bebé que no es calmado y arropado continuará altamente excitado.

Esta experiencia es devastadora para un recién nacido y repercute en su progreso posterior a lo largo de la infancia, la adolescencia e incluso la etapa adulta. Aquellos niños que no tuvieron el sostén necesario de sus figuras de cuidado crecen aprendiendo a regularse por sí solos debido a que su vínculo no ha sido adecuado. Concretamente, podemos diferenciar tres estilo de apego inseguro:

  • Evitativo: Los niños que desarrollan este estilo de apego tienden a marcar las distancias en las relaciones sociales, mostrando dificultad para involucrarse en relaciones personales íntimas.

  • Ansioso: Los niños con estilo ansioso suelen crecer siendo personas altamente sensibles a las muestras de rechazo de los demás. Su temor al abandono les lleva a intentar captar la atención de las personas con las que se vinculan siempre que perciben que hay cierta separación.

  • Desorganizado: Los niños con este estilo de apego suelen ser aquellos que han vivido situaciones de malos tratos y abusos, donde se ha creado una fuerte ambivalencia entre la necesidad de contacto con el cuidador y el rechazo que este genera al ser fuente de daño y agresiones. Es el tipo de apego más dañino. Las personas que han crecido en estas circunstancias suelen encontrar dificultad para manejar sus emociones, especialmente en momentos de estrés.

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Consecuencias del trauma de apego

Las consecuencias del trauma de apego pueden ser realmente graves, pues perjudican el desarrollo de la personalidad, la visión del mundo, de uno mismo y de los demás. Esto puede llevar a problemas de salud mental como los siguientes:

  • Inestabilidad emocional: Aquellas personas que no desarrollan un vínculo de apego seguro con sus progenitores carecen del sustento emocional que necesitan durante sus primeros años de vida para poder aprender a regularse adecuadamente. Por ello, no es de extrañar que aparezcan problemas de inestabilidad emocional, por los que la persona parece sentirse presa de sus estados emocionales, que vive con una enorme intensidad, pasando de uno a otro con gran facilidad. Esto puede llevar a sufrir episodios depresivos y ansiosos en la edad adulta.

  • Somatizaciones: Cuando las figuras de cuidado no ayudan al bebé a comprender y expresar sus estados emocionales, estos quedan, de alguna manera, reprimidos o estancados. Al no darles la salida adecuada, estos terminan por exteriorizarse en forma de sintomatología física, como dolores de cabeza, tics o problemas gastrointestinales.

  • Problemas de autoestima y seguridad: Sentirnos bien en nuestra piel, valorarnos y tratarnos con aprecio y compasión es algo que depende, en gran medida, de cómo nos hayan tratado los demás. Si nuestro entorno fracasa a la hora de hacernos sentir aceptados e importantes, es esperable que en la edad adulta suframos problemas de autoestima. Las personas que han vivido un trauma de apego tienden a experimentar frecuentes pensamientos negativos sobre sí mismas, enfatizando sus defectos y errores y menoscabando sus logros y cualidades.

  • Problemas de vinculación: El vínculo que formamos con nuestras figuras de cuidado en los primeros años de vida es la primera experiencia de relación que conocemos en la vida. Cuando el primer apego que experimentamos es inseguro, es probable que las relaciones futuras también lo sean. Por ello, muchas personas que han sufrido trauma de apego pueden experimentar problemas para relacionarse con los demás de manera segura en la edad adulta.

  • Baja tolerancia a la frustración: Como ya hemos comentado, las personas que han sufrido un trauma de apego se han visto en la obligación de regularse a sí mismas. Al no haber contado con el apoyo de una figura de cuidado, es fácil que las emociones no se gestionen bien, lo que puede reducir el umbral de tolerancia a la frustración y favorecer la aparición de episodios explosivos de ira ante situaciones de estrés.

  • Sumisión: Muchas personas con trauma de apego han transitado por infancias solitarias, en las que se han sentido difíciles de querer y poco importantes. En la edad adulta, esto puede llevar a buscar la complacencia constante y la sumisión ante los demás por miedo al abandono.

  • Trastorno de personalidad: En los casos más severos, el trauma de apego puede conducir al desarrollo de un trastorno de la personalidad. Entre ellos podemos destacar el Trastorno Límite de la Personalidad, el Trastorno Antisocial de la Personalidad, o el Trastorno Histriónico de la Personalidad.

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