Acetilcolina (neurotransmisor): qué es, funciones y características

La acetilcolina es el neurotransmisor que controla la contracción y relajación de los músculos, además de intervenir en la percepción del dolor, los ciclos de sueño, el aprendizaje y la consolidación de recuerdos.

Acetilcolina

En nuestro cuerpo, absolutamente todos los procesos que ocurren, desde los latidos del corazón hasta el movimiento para permitir la locomoción, están mediados por moléculas y sustancias que, fluyendo por el organismo, alteran la actividad de los órganos y tejidos corporales.

De ahí que se diga que somos pura química. Y estas moléculas que controlan, estimulan (o inhiben) y regulan nuestra fisiología son básicamente las hormonas y los neurotransmisores. Las primeras son sustancias sintetizadas en glándulas y que, viajando por la sangre, van cambiando la actividad del organismo.

Los neurotransmisores, por su parte, son moléculas producidas por las neuronas y que regulan la actividad del sistema nervioso, teniendo así un rol vital en la transmisión de información a lo largo y ancho del cuerpo.

Uno de los neurotransmisores más importantes es, sin duda, la acetilcolina, una molécula que se encarga de regular las contracciones y relajaciones musculares, además de intervenir en la percepción del dolor, los ciclos de sueño, el aprendizaje y la consolidación de recuerdos. En el artículo de hoy explicaremos su naturaleza, analizando tanto sus características como las funciones que desempeña en el cuerpo.

¿Qué son los neurotransmisores?

No podemos explicar qué es la acetilcolina sin antes detallar qué es un neurotransmisor. Y para ello, primero debemos repasar cómo funciona el sistema nervioso y qué papel tienen estas moléculas en su correcto funcionamiento.

El sistema nervioso es el conjunto de neuronas del cuerpo, que son las células especializadas en una función muy concreta: generar y transmitir información. Y por información entendemos todas aquellas órdenes que, naciendo en el cerebro (o llegando a él desde los órganos sensoriales), van destinadas a controlar el funcionamiento de los órganos y tejidos corporales.

El corazón late porque el cerebro envía la orden a través de las neuronas de que lo haga, al igual que sucede con las inhalaciones y exhalaciones pulmonares, las contracciones musculares para agarrar objetos, la flexión de las rodillas al caminar… Todo. Todo lo que implique el movimiento, voluntario o involuntario, de alguna zona del cuerpo, viene mediado por mensajes que se transmiten a través de las neuronas.

Y es que, a grandes rasgos, podemos considerar el sistema nervioso como una red de telecomunicaciones en la que miles de millones de neuronas se interconectan para unir el cerebro a todos los órganos y tejidos del cuerpo.

Pero, ¿en qué forma se transmite esta información? Sencillo: electricidad. Las neuronas son células con la capacidad de cargarse eléctricamente. Y en este impulso eléctrico está codificada la información, es decir, la orden que tiene llegar desde el cerebro hasta el destino.

El “problema” es que, por ínfimo que sea, siempre hay un espacio que separa las neuronas entre sí, por lo que el impulso eléctrico no puede saltar de una a otra sin ayuda. Y ahí es donde entran en juego, por fin, los neurotransmisores.

Los neurotransmisores son moléculas que actúan como si fueran mensajeros, pasando la información de neurona en neurona para que todas y cada una de ellas sepan de qué forma tienen que cargarse eléctricamente, es decir, qué mensaje llevar.

Cuando la primera neurona de la red se activa eléctricamente portando un mensaje concreto, empieza a sintetizar unos neurotransmisores cuya naturaleza dependerá de cómo sea el impulso nervioso que viaja a través de la célula. Sea del tipo que sea (acetilcolina incluida), liberará estas moléculas al espacio que hay entre neuronas.

Una vez ha sucedido esto, la segunda neurona de la red absorberá estos neurotransmisores. Y cuando los tenga dentro, los “leerá”. Esto le permite a la neurona activarse eléctricamente del mismo modo que lo estaba la primera, por lo que la información se mantiene intacta.

Esta segunda neurona, a su vez, volverá a sintetizar los neurotransmisores, que serán absorbidos por la tercera neurona. Y así una y otra vez hasta completar toda la “autopista” de miles de millones de neuronas, cosa que se consigue en pocas milésimas de segundo ya que, gracias en parte a los neurotransmisores, la información viaja a través del sistema nervioso a más de 360 km/h.

La acetilcolina, pues, es una molécula que permite una correcta comunicación entre neuronas, aunque, como veremos, está especializada en unas tareas muy concretas.

Entonces, ¿qué es la acetilcolina?

La acetilcolina es un neurotransmisor sintetizado por las neuronas del sistema nervioso periférico, es decir, los nervios que no están ni en el cerebro ni en la médula espinal y que comunican este sistema nervioso central con todos los órganos y tejidos del cuerpo, formando una red de “telecomunicaciones”.

Se trata de un neurotransmisor que puede tener una actividad tanto excitatoria como inhibitoria, es decir, que dependiendo de las necesidades y de las órdenes que envíe el cerebro, la acetilcolina puede o bien incrementar la actividad de los órganos controlados por los nervios o bien reducirla. En otras palabras, la acetilcolina puede estimular o inhibir la comunicación entre neuronas.

Acetilcolina

Cabe destacar que para formar la acetilcolina, el cuerpo necesita moléculas de colina, las cuales tienen que venir necesariamente de la dieta. La carne, las yemas de huevo y la soja son los alimentos más ricos en esta molécula. De igual modo, para formar el neurotransmisor se necesita glucosa.

Sea como sea, la acetilcolina es un neurotransmisor que trabaja especialmente en los nervios cercanos a los músculos y que, gracias a su doble papel como inhibidor y estimulador, ayuda a que los músculos se contraigan (cuando queremos hacer un esfuerzo) o se relajen (cuando no necesitamos fuerza).

De igual modo, también es muy importante para regular el funcionamiento del sistema nervioso autónomo, que es el que controla los procesos involuntarios del organismo, como por ejemplo la respiración, la frecuencia cardíaca o la digestión. También es importante en la percepción del dolor, en los ciclos de sueño, en la formación de recuerdos y en el aprendizaje.

Ahora que ya hemos visto qué es este neurotransmisor, cómo actúa, donde se produce y cuáles son sus características, podemos pasar a analizar con más detalle qué funciones desempeña en el cuerpo humano.

Las 10 funciones de la acetilcolina

Además de ser el primer neurotransmisor descubierto, la acetilcolina es uno de los más importantes. Y es que está involucrada en infinidad de procesos fisiológicos, tanto voluntarios como involuntarios. A continuación hacemos un repaso de sus funciones principales.

1. Control de los músculos

Es la función principal de la acetilcolina. Este neurotransmisor es el que permite las contracciones (y relajaciones) musculares, tanto voluntarias como involuntarias. Andar, correr, saltar, respirar, coger objetos, levantar pesos, estar de pie, comer… Nada de esto sería posible sin el papel de la acetilcolina, que ayuda a hacer llegar las órdenes del cerebro a los músculos.

2. Disminución de la frecuencia cardíaca

La acetilcolina tiene una función inhibitoria de la actividad cardiovascular, disminuyendo la frecuencia cardíaca y reduciendo la presión arterial. Esto es imprescindible ya que, de lo contrario, los neurotransmisores que estimulan el ritmo cardíaco provocarían una sobreexcitación, con todos los problemas de salud que derivan de la hipertensión.

3. Estimulación del movimiento intestinal

En el caso del sistema digestivo, la acetilcolina tiene una función excitatoria. Y es que estimula el movimiento de los músculos intestinales para favorecer el recorrido de los alimentos e incrementar la acción de estos intestinos.

4. Estimulación de la fase REM del sueño

La acetilcolina tiene un papel muy importante a la hora de regular los ciclos de sueño. Y es que este neurotransmisor es imprescindible para entrar en la fase REM de sueño, que es el momento en el que, además de soñar, se consolidan los recuerdos, se equilibra el estado de ánimo y se fomenta el aprendizaje de lo que hemos vivido, aunque siguen sin estar demasiado claros los mecanismos por los que esto sucede.

5. Regulación de la síntesis de hormonas

La acetilcolina también es importante a la hora de controlar la acción de distintas glándulas endocrinas, es decir, las estructuras del organismo especializadas en sintetizar hormonas. Este neurotransmisor estimula la síntesis de vasopresina (contrae los vasos sanguíneos) y reduce la de prolactina (estimula la producción de leche en mamíferos), entre otras funciones.

6. Promoción de la neuroplasticidad

La acetilcolina es muy importante a nivel cerebral ya que promueve la interconexión entre neuronas, fomentando así la consolidación de recuerdos, el aprendizaje, la memoria, la motivación, la capacidad de atención, etc. De hecho, los problemas con este neurotransmisor se han visto asociados al desarrollo de Alzheimer.

7. Consolidación de recuerdos

Como hemos dicho, la acetilcolina es muy importante a la hora de consolidar recuerdos, es decir, fomenta que las neuronas se interconecten de tal modo que unos sucesos concretos queden almacenados en la memoria a corto y largo plazo.

8. Percepción del dolor

La acetilcolina es también muy importante en la transmisión de impulsos nerviosos desde los órganos sensoriales hasta el cerebro, especialmente cuando experimentamos dolor. Por ello, este neurotransmisor es muy importante en la percepción del dolor.

9. Disminución de la capacidad de la vejiga

Igual que sucedía con los músculos cardíacos, la acetilcolina provoca una inhibición de la actividad muscular de la vejiga, impidiendo que aumente demasiado de tamaño. De este modo, este neurotransmisor es importante a la hora de determinar cuándo tenemos ganas de orinar.

10. Activación de los sentidos al despertar

La acetilcolina es muy importante a la hora de estimular las conexiones neuronales después de abrir los ojos por la mañana, es decir, “despierta” al sistema nervioso. De este modo, este neurotransmisor permite que los sentidos empiecen a enviar información al cerebro nada más despertar.

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