Enfermedad de Tay-Sachs: causas, síntomas y tratamiento

La enfermedad de Tay-Sachs es una enfermedad metabólica, hereditaria y mortal en la que, debido a la ausencia de una enzima degradadora de grasas, las sustancias grasosas se acumulan en el cerebro.

Enfermedad Tay-Sachs

El cuerpo humano es, en esencia, una fábrica de reacciones químicas en las que las principales protagonistas son las enzimas: sustancias químicas que inician, aceleran y dirigen todas las rutas metabólicas de nuestro organismo. Son, por lo tanto, los compuestos que nos permiten desarrollar todas y cada una de nuestras funciones fisiológicas.

Disponemos de más de 75.000 enzimas distintas, estando cada una de ellas involucrada en una fase específica del metabolismo. Pero estas enzimas no aparecen por arte de magia. Su síntesis está codificada en nuestros genes.

Y es dentro de los 30.000 genes de nuestro genoma que están las instrucciones para fabricar estas enzimas esenciales. Pero, ¿qué ocurre cuando hay defectos en la secuencia de nucleótidos que codifica para una enzima concreta? Exacto, que sufrimos una deficiencia enzimática que, dependiendo de su gravedad, puede derivar en una enfermedad metabólica.

Y en el artículo de hoy hablaremos de una de las más relevantes: la enfermedad de Tay-Sachs. Exploraremos, de la mano de las más prestigiosas publicaciones científicas, la clínica detrás de esta patología metabólica y hereditaria en la que, debido a la ausencia de una enzima degradadora de grasas, las sustancias grasosas se acumulan en el cerebro del niño afectado.

¿Qué es la enfermedad de Tay-Sachs?

La enfermedad de Tay-Sachs es una enfermedad rara, una patología genética, hereditaria y metabólica que se desarrolla por ausencia de una enzima involucrada en el metabolismo degradador de grasas. Esto provoca que las sustancias grasosas se acumulen en niveles tóxicos en el cerebro del niño, afectando así a las neuronas cerebrales.

La acumulación de grasas en el cerebro es irreversible y progresiva, por lo que se trata de una enfermedad crónica que, debido a la toxicidad de estas sustancias en el cerebro, se convierte en mortal. A medida que la patología progresa, lo que al principio se manifiesta con pérdida del control muscular, termina derivando en ceguera, parálisis y, en última instancia, la muerte.

Se trata de una patología rara que, en la población general, aparece en 1 de cada 320.000 nacimientos vivos, y que sigue un patrón de herencia genética autosómica recesiva que comentaremos más adelante. Sea como sea, pese a que sea extraña, es una enfermedad mortal.

La enfermedad de Tay-Sachs puede no dar señales de su presencia durante los primeros meses de vida, pero cuando la acumulación de grasa en el cerebro cruza el umbral de toxicidad, empieza una rápida neurodegeneración. La esperanza de vida del niño es de unos 5 años.

Por desgracia, se trata de una enfermedad genética, por lo que no es ni prevenible ni curable. En este sentido, los tratamientos solo pueden ayudar a mejorar algunos síntomas y a ofrecer cuidados paliativos, pero la enfermedad de Tay-Sachs es, a día de hoy, una sentencia de muerte para el infante.

Qué es enfermedad Tay-Sachs

Causas

La enfermedad de Tay-Sachs es una enfermedad genética, hereditaria y metabólica, por lo que sus bases clínicas están muy bien estudiadas. Su causa es heredar una mutación en el gen responsable de la síntesis de una enzima degradadora de grasas.

Y es que es la ausencia de esta enzima lo que hace que se desarrolle una enfermedad metabólica en la que el niño es incapaz de degradar las sustancias grasosas del cerebro, cosa que hace que se acumulen en niveles tóxicos y que empiece la neurodegeneración.

Pero, ¿cuál es la mutación que da lugar al desarrollo de la enfermedad de Tay-Sachs? La incapacidad para degradar las sustancias grasosas, conocidas como gangliósidos, se debe a un error genético en la secuencia de nucleótidos del gen HEXA, localizado en el cromosoma 15.

El gen HEXA, en condiciones normales, codifica para la subunidad hexosaminidasa A, que forma parte de la enzima hexosaminidasa, una enzima lisosómica que participa en la degradación de los gangliósidos que hemos comentado, unos lípidos que constituyen el 6% del material graso de la sustancia gris del cerebro humano.

Pero no deben constituir más de este 6%, pues sus unidades de ácido N-acetilneurámico hacen que, en cantidades demasiado elevadas, sean tóxicos para el cerebro. Y ahí entra en juego la hexosaminidasa, para degradar los gangliósidos cuando sea necesario.

Pero, claro, si debido a una mutación hay ausencia del gen que codifica para la enzima degradadora de gangliósidos, estos se irán acumulando sin nada que los detenga. Y, cuando lleguen (y sigan superando) a niveles tóxicos, cosa que sucede a los pocos meses de edad, el bebé manifestará ya los síntomas de la enfermedad de Tay-Sachs.

Pero, ¿cómo se hereda esta mutación? Los errores genéticos en el gen HEXA que derivan en el desarrollo de la enfermedad de Tay-Sachs siguen un patrón de herencia autosómica recesiva. Como bien sabemos, los seres humanos tenemos 23 pares de cromosomas. Es decir, dos copias de cada cromosoma. En este sentido, como tenemos dos cromosomas 15, tenemos también dos genes HEXA.

¿Qué pasa si una de las copias del gen está en perfecto estado y la otra sufre la mutación de Tay-Sachs? Bueno, pues básicamente nada. El patrón es recesivo, así que si una copia es defectuosa pero la otra está bien, la persona podría codificar para la enzima degradadora de los gangliósidos. Puede contrarrestar la mutación, así que no desarrollará la enfermedad.

El problema, pues, viene cuando la persona tiene ambas copias del gen HEXA mutadas. Cuando esto sucede, sí que desarrolla la enfermedad de Tay-Sachs. Pero para ello, ha tenido que recibir ambos genes mutados de los padres. Es decir, si el padre es portador de la mutación (tiene un gen defectuoso pero el otro bueno) y la madre ni siquiera es portadora, el riesgo de que uno de sus hijos desarrolle la enfermedad es del 0%. Tiene un 50% de probabilidades de ser portador, pero ninguna de sufrir la enfermedad.

Ahora bien, si tanto la madre como el padre son portadores (ambos portan un gen HEXA mutado pero no sufren la enfermedad), la probabilidad de que uno de sus hijos herede ambos genes defectuosos y, por tanto, de que desarrolle la enfermedad de Tay-Sachs, es del 25%. Así funciona la herencia autosómica recesiva.

Causas enfermedad Tay-Sachs

Esto explica que, a pesar de que 1 de cada 300 personas sean portadoras de la mutación en el gen HEXA, la enfermedad de Tay-Sachs tenga una baja incidencia, en la población general, de 1 entre 320.000 personas.

Cabe destacar, sin embargo, que la enfermedad de Tay-Sachs es especialmente común en la población de judíos asquenazí, con una incidencia muy alta (para ser la enfermedad que es) de 1 caso por cada 2.500-3.600 nacimientos vivos. Y es que 1 de cada 30 judíos askenazí son portadores de la mutación. Tenemos un claro ejemplo de efecto fundador, pues las características genéticas de la pequeña población de judíos que se asentaron en Europa Central y Oriental hizo que mutaciones como esta predominaran en las futuras generaciones.

Del mismo modo, pese a que no sea un caso tan extremo, algunas comunidades francocanadienses de Quebec, la comunidad cajún de Louisiana y la comunidad amish de la Antigua Orden de Pensilvania también presentan una incidencia mayor que la general. Pero más allá de esto, no se conocen otros factores de riesgo.

Síntomas

Normalmente, los signos clínicos de la enfermedad de Tay-Sachs se manifiestan alrededor de los seis meses de vida, que es cuando se hacen más notorios. Durante los dos primeros, no hay ni un solo indicio. Pero cuando los niveles de gangliósidos llegan a la toxicidad, empiezan a ser observables los efectos de la rápida y agresiva neurodegeneración.

Las primeras manifestaciones clínicas se corresponden con la pérdida de control muscular, lo que genera problemas con las habilidades motoras y dificultades para gatear, sentarse o darse la vuelta. Aun así, la degeneración cerebral continúa y aparecen otras manifestaciones.

Reacciones exageradas al escuchar ruidos, convulsiones, pérdida de visión (hasta la completa ceguera), pérdida de audición, aparición de manchas de color rojo en los ojos, problemas graves de movimiento, debilidad muscular, atrofia de los músculos, calambres musculares, imposibilidad de tragar alimentos, macrocefalia…

Inevitablemente, llega un momento en el que la neurodegeneración provoca parálisis total y, por lo tanto, la muerte por insuficiencia respiratoria u otras complicaciones. La esperanza de vida de un niño con la enfermedad de Tay-Sachs es de entre 4 y 5 años.

Hay algunas formas extrañas de la enfermedad en las que la neurodegeneración es más lenta, lo que puede permitir una esperanza de vida de unos 15 años y, en casos excepcionales, de hasta 30 años. Pero esto son situaciones poco comunes dentro de una enfermedad ya de por sí extraña que, por desgracia, es una sentencia de muerte.

Síntomas enfermedad Tay-Sachs

Tratamiento

El diagnóstico de la enfermedad de Tay-Sachs se realiza en base a los síntomas del bebé y a un análisis de sangre donde se miden los niveles de la hexosaminidasa. Si los niveles son muy bajos o nulos, el diagnóstico de la patología es evidente.

Y llegados a este punto, la enfermedad de Tay-Sachs es, por desgracia, incurable. Algunos tratamientos pueden ayudar a aliviar los síntomas e intentar que la calidad de vida del niño sea lo más cómoda posible hasta el fatídico desenlace.

Los medicamentos anticonvulsivos, la fisioterapia torácica (para mejorar la función respiratoria), las sondas de alimentación (llegará un momento en el que el niño no podrá tragar o los alimentos y bebidas se le irán a los pulmones) y la fisioterapia (para intentar mantener las habilidades motoras el mayor tiempo posible) son las únicas formas de abordar clínicamente esta enfermedad mortal.

Aun así, parece que hay luz al final del túnel. Los avances en las terapias de restitución de enzimas y la genoterapia (insertar genes en el genoma de un paciente para así evitar que una enfermedad genética se manifieste) podrían, en un futuro, ser una forma de tratar o curar la enfermedad de Tay-Sachs.

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