¿Cómo podemos aumentar nuestro placer sexual?

Un repaso de todo lo que sabemos acerca de afrodisíacos, así como de zonas erógenas y posturas sexuales, para desmontar todos los mitos acerca de la sexualidad y el placer.

Como aumentar placer sexual

A lo largo de la historia, el ser humano ha buscado con empeño el placer y todo aquello que pudiese exacerbarlo, bien sea mediante sustancias y pócimas mágicas que tuviesen efectos sobre la actividad sexual (duración de la excitación, intensidad del orgasmo o el poder de atracción), a través de la búsqueda de zonas erógenas universales, o echando mano de objetos, acciones o posturas excitantes que potenciasen la erotización de dichas zonas.

En el artículo de hoy, pues, nos embarcaremos en un apasionante viaje para explorar la naturaleza de la sexualidad, investigando acerca de afrodisíacos, zonas erógenas y posturas sexuales y desmintiendo algunos de los mitos más comunes sobre el placer sexual.

¿Qué son exactamente los afrodisíacos?

Si buscamos el origen de la palabra afrodisíaco/a comprobaremos que nos llegó desde Grecia, inspirada en Afrodita, diosa del amor y la belleza (y que Roma denominaría Venus).

Sin embargo, la búsqueda de mágicas pócimas se remonta mucho más allá de la civilización griega. Ya encontramos referencia a sustancias "afrodisíacas" en papiros egipcios, en leyendas de los habitantes del Nuevo Mundo, en la adoración a las fuentes por parte de los pueblos celtas, entre los alquimistas de la Edad Media e incluso en los brebajes de la brujería y la chamanería.

En muchos casos, encontramos estas sustancias erotizantes unidas a la búsqueda de la inmortalidad, de la juventud y vitalidad eternas. Así, la literatura nos ha proporcionado diferentes formas de nombrarlas: La Quinta Esencia (la denominaría así Aristóteles), Panacea (también un vocablo griego), Piedra Filosofal (en la Europa del Medievo), Elixir (en la cultura árabe antigua) o Fuentes de la Eterna Juventud en diferentes culturas, entendidas como manantiales o cascadas cuyas aguas tuviesen esas propiedades.

La variedad de sustancias afrodisíacas que podemos encontrar a lo largo de los tiempos es notable y muy diversa. Tal vez las más comúnmente utilizadas han sido aquellas cuyas formas recordaban los genitales femeninos o masculinos, tales como ostras, almejas, higos, papaya, nabos, zanahorias, plátanos pepinos, calabacines o aguacates.

Ostras

Incluso se ha llegado a usar como herramienta afrodisíaca la ingestión de los genitales (o partes de ellos) de animales que se consideran fuertes y vigorosos: testículos de toro o caballo, penes también de caballo o de burro, polvo de cuerno de rinoceronte, etc.

De entre los alimentos, también podemos encontrar como afrodisíacos otros que ya no serían considerados como tal por su similitud a genitales, sino por sus efectos de excitación (reales o supuestos) sobre el organismo en general o zonas concretas de este en particular, como determinadas infusiones, café, alimentos picantes, canela, chocolate, leche, miel, incluso cebolla o ajos.

Pero es el reino vegetal el que nos ofrecerá más afrodisíacos clásicos, como la maca andina, muérdago, satiricón, ginseng, jenjibre, albahaca, hojas de coca y otras más peligrosas como las raíces de mandrágora e incluso ciertas drogas estimulantes o alucinógenas.

El mundo animal también nos ha proporcionado sus particulares afrodisíacos. Además de zonas genitales de animales mayores o el polvo de cuerno de rinoceronte ya mencionados, en la cuenca mediterránea, un pequeño insecto, el escarabajo cantárida, también conocido como mosca española, proporcionó una sustancia llamada cantaridina.

Escarabajo cantárida
El escarabajo cantárida.

Este particular afrodisíaco no era precisamente inocuo. Y es que sus efectos afectaban al tejido eréctil de los genitales femeninos y masculinos, produciendo sensación de irritación y quemazón o ardor que provocaba erección y, en muchas ocasiones, efectos colaterales graves como priapismo o incluso la muerte, motivo por el cual entró en desuso.

Por supuesto, a toda la larga lista de afrodisíacos, habría que sumarles las innumerables pócimas y brebajes que combinan todo tipo de sustancias líquidas, vegetales (hierbas y raíces), minerales o productos animales; en definitiva, todo aquello que a mentes imaginativas de todos los tiempos, envueltas en un manto más filosofal o de modo más empírico, se les haya ocurrido.

¿Qué son las zonas erógenas y cómo pueden estimularse mediante juegos?

Pero el arte amatorio no se ha limitado a buscar sustancias que estimulasen nuestro cuerpo como algo externo y ajeno a sí mismo, sino desde sí mismo, buscando puntos o zonas erógenas cuya estimulación proporcionase el máximo placer, así como aquellas posturas y juegos que lo facilitasen.

De nuevo, nos debemos remontar a la Antigua Grecia para buscar los orígenes de las palabras erógena/o, erótico/a, erotismo. Y también de nuevo recurrimos a uno de sus dioses para inspirar el vocablo y ser el origen de su etimología: Eros (Cupido entre las deidades de Roma), dios de la belleza, del amor y de la atracción sexual.

Las zonas erógenas en mujeres y hombres

Si denominamos zonas erógenas a aquellas partes de nuestro cuerpo que, al ser estimuladas, producen el máximo placer, también comprobaremos que, a lo largo de la historia, han aparecido tratados y literatura variada, donde se indican dichas zonas exactas del cuerpo, tanto femenino como masculino.

La concreción de estas zonas erógenas la podremos encontrar en forma de listados, también como mapas corporales e incluso de forma ponderada, es decir, calificando o "poniendo nota" a cada una de ellas en función de su potencial erotizante o, dicho de otra forma, la cantidad de placer que nos produce. Cada persona tiene unas zonas erógenas determinadas. Y encontrarlas puede ser el principio de una nueva vida sexual.

Zonas erógenas

La historia detrás de las posturas y juegos eróticos

Por otra parte, muestras de esas posturas y juegos eróticos que facilitasen el deleite, las encontramos, de nuevo a lo largo de la historia, en innumerables expresiones artísticas y literarias, dado que el culto al cuerpo y a la obtención del placer era considerado no solo lícito, sino deseable en tiempos antiguos.

Hasta que, claro está, ciertas religiones y éticas de comunidades humanas comenzaron a considerarlo impuro y pecaminoso, convirtiéndolo en un tema tabú. A día de hoy, seguimos arrastrando estos prejuicios sobre el placer sexual y su manifestación.

La expresión cultural es fruto del pensar y sentir de la humanidad. Y en cada lugar del planeta y en todas las épocas desde el inicio de los tiempos, encontramos muestras de ella relacionadas con la sexualidad, con el erotismo y, claro, con el placer.

Por tanto, desde la prehistoria, pasando por Mesopotamia, Egipto, Etruria, Grecia, Roma, India y otras culturas antiguas precolombinas, incluso en la Edad Media y llegando hasta el siglo XXI, la representación de elementos sexuales como símbolos de fertilidad, de poder, con connotación religiosa o como aprendizaje y disfrute del placer se ha venido repitiendo, llenando papiros, paredes de cuevas, templos religiosos o construcciones civiles, tumbas, objetos cotidianos como platos o vasijas, cuadros, esculturas, etc., adaptándose a los tiempos y llegando hasta nuestros días a través de novelas eróticas, comics, viñetas e impregnando el séptimo arte, es decir, el cine.

Último tango en París
Fotograma de "El último tango en París" (1972), una de las primeras películas comerciales en tratar libremente el tema del placer sexual. Es considerada, por muchos, una obra maestra.

Algunos ejemplos literarios ancestrales los podemos encontrar en tratados indios como Kama Sutra (que, aunque su escritura está datada en periodo Gupta, de los siglos III a VI d.c., se trata de una compilación de textos mucho más antiguos) o Ananga Ranga, muy posterior (s. XV-XVI).

También del siglo XVI es el tratado árabe El Jardín Perfumado. Aunque la aparición de tratados se sucederían y en nuestro siglo han proliferado, lo cierto es que los mencionados siguen vigentes y las reediciones y ventas están en auge, pudiendo encontrarlos en múltiples librerías.

De pinturas murales, esculturas y bajorrelieves también tenemos buenos ejemplos de gran antigüedad. Ya encontramos muestras en el arte rupestre de genitales femeninos o masculinos pintados o cincelados en paredes de cuevas, así como estatuillas talladas en asta, madera o piedra de figuritas masculinas con falos prominentes o formas femeninas de caderas anchas y pechos abundantes conocidas como diosas de la fertilidad. La Venus de Willendorf es un precioso ejemplo de ello.

Venus Willendorf
La Venus de Willendorf.

En la Grecia clásica encontraremos, de nuevo, representaciones en tallas, frescos y cerámicas de figuras masculinas con penes enormes en erección, en honor a su dios Príapo. Otros ejemplos de representaciones eróticas de especial relevancia en edificios civiles o viviendas particulares los encontramos en las casas y lupanares pompeyanos de la civilización romana, así como de carácter religioso en los templos hindúes de Khajuraho o Suria.

Del mito de la sexualidad a la realidad del placer

Ahora llegaría el momento de preguntarse cuánto de mito y cuánto de realidad podemos encontrar en todo lo expresado hasta ahora.

Comenzaremos por los afrodisíacos. Efectivamente, algunos afrodisíacos mencionados sí tienen la capacidad de excitación sobre el organismo en general o ciertas partes de este en particular (aunque la mayoría no están exentos de efectos) y que, en cualquier caso, pueden distar mucho de ser afrodisíacos, entendidos como exacerbantes específicos del apetito sexual.

A excepción de estos pocos, lo cierto es que los afrodisíacos suelen funcionar como placebo, es decir, son sustancias inocuas pero que la sugestión o creencia en su efecto del individuo que lo ingiere, hará que lo perciba como tal. Efecto, por otra parte, nada despreciable si consigue que la persona pueda aumentar su placer. Por muy placebo que sea, mientras funcione, es bienvenido.

Si continuamos con las zonas erógenas, podríamos decir que la zona erógena por excelencia es toda nuestra piel, dotada de terminaciones nerviosas sensitivas que serán perfectas receptoras de cualquier estímulo. Y la piel recubre todo nuestro cuerpo, así que hay mucho que explorar.

Sexualidad

Es cierto que existen zonas "típicas" que, al ser debidamente estimuladas pueden producirnos un incremento de placer, pero por ser más frecuentes (pezones, lóbulo de la oreja, cuello...) no quiere decir que sean comunes a todos los seres humanos. Incluso para una misma persona, la estimulación de una zona concreta en distintos momentos, puede proporcionar diferente intensidad de placer o, paradójicamente, llegar a ser desagradable o doloroso.

Respecto a las diferentes posturas sexuales y a los juegos eróticos, podríamos decir otro tanto: no existe ni el juego erótico más estimulante ni la postura sexual perfecta para todas las personas por igual, cada una de ellas tendrá sus propias preferencias y, al igual que se indicaba para las zonas erógenas, dichas preferencias también podrán cambiar en función de circunstancias concretas.

No obstante, sí se podría hablar de ciertas condiciones que, bien entrenadas, nos conducirían a una sexualidad más plena y placentera:

  • Conocer nuestra propia anatomía, examinar nuestro cuerpo al tiempo que intentamos percibir las sensaciones que nos produce, será el método para reconocer nuestras zonas erógenas.

  • Dejarnos guiar por nuestra pareja sexual a través de todo su cuerpo a la vez que descubrimos el mapa del nuestro, se puede convertir en el más excitante juego erótico.

  • La comunicación con la pareja, explicar lo que sentimos, lo que necesitamos, lo que nos gusta o nos desagrada en un momento determinado, al tiempo que estamos atendiendo esto mismo de nuestra pareja, va a dar como resultado unas experiencias consensuadas, únicas y sumamente gratificantes, haciendo de esa comunicación nuestro perfecto elixir.

  • Y como complemento a todo lo anterior, la imaginación será nuestra mejor aliada. Atreviéndonos a experimentar todo aquello que, consensuadamente, se nos ocurra.

Las palabras son el mejor afrodisíaco. Y disfrutar de nuestro cuerpo tanto a solas como con otras personas con las que podemos expresarnos libremente es, seguramente, la mejor manera de derribar todos los mitos y tabúes sobre la sexualidad que llevan acompañando a la humanidad desde hace siglos.

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