¿Cómo manejar la frustración? En 4 consejos

La baja tolerancia a la frustración hace que sintamos un malestar desbordante cuando algo no sale como queremos. Este problema se encuentra muy extendido en la sociedad actual y suele encontrar su origen en la infancia.

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Todos hemos experimentado frustración en algún momento de nuestra vida. Son muchas las situaciones que pueden hacernos sentir de esta forma: una discusión con alguien, un fracaso profesional, un imprevisto que descoloca nuestros planes, etc. Ante todo, experimentar frustración es una reacción natural en este tipo de escenarios, aunque a veces esta puede desbordarnos y dar lugar a problemas. Esto suele suceder cuando contamos con una baja tolerancia a la frustración y carecemos de herramientas para gestionarla.

Es inevitable encontrarnos con situaciones que nos ponen a prueba en la vida cotidiana. Por ello, la solución pasa por aprender a manejar la frustración cuando esta aparece en lugar de intentar evitarla. La buena noticia es que la tolerancia a la frustración puede ser entrenada y, cuando esta se desarrolla, nos permite ser más resilientes ante la adversidad.

Por lo tanto, trabajar este aspecto repercute muy positivamente sobre nuestra salud mental. Por ello, en este artículo vamos a hablar acerca de algunas pautas que pueden ser interesantes para aprender a gestionar la frustración de forma eficaz.

La baja tolerancia a la frustración

La frustración aparece en muchas situaciones de la vida diaria, con una intensidad variable dependiendo del desencadenante que la haya hecho aparecer. Aunque, como venimos comentando, la tolerancia a la frustración se puede entrenar, es cierto que hay individuos con una predisposición mayor a frustrarse. En otras palabras, su umbral de tolerancia se encuentra de manera natural por debajo del promedio.

En algunos casos, la baja tolerancia a la frustración encuentra su origen en la infancia, especialmente cuando los padres han tendido a la sobreprotección. Este estilo en la educación puede llevar a los hijos a interiorizar que pueden obtener todo aquello que deseen de manera inmediata, sin esperas. Así, al convertirse en adultos estos pueden confundir sus deseos con necesidades y mostrar incapacidad para lidiar con los eventos frustrantes de la vida.

Cuando una persona se frustra, automáticamente aparece un intenso malestar emocional, así como pensamientos en los que rumia acerca del esfuerzo en vano que ha hecho. Quienes tienden a frustrarse con facilidad, suelen asumir que los obstáculos y los imprevistos en el camino son una señal para rendirse y abandonar la meta que se habían fijado. Esto conduce a que permanezcan estancadas en una posición de resignación, desde la que se perciben como incapaces de conseguir cosas y avanzar, lo que da pie a un círculo vicioso de malestar que se retroalimenta continuamente.

La manera en la que esta frustración sale a relucir varía dependiendo de cada persona, aunque es habitual que esta de pie a conductas dañinas tanto para la propia persona como para los demás. Todo ello hace que vivamos en un espiral que produce un sufrimiento considerable, aunque afortunadamente existe solución.

Y no, esta no consiste en negar la frustración, ocultarla y fingir que no existe. Por el contrario, resolver esta cuestión implica aprender a aceptarla para poder empezar a manejarla. Así, en lugar de quedarnos atascados en el sentimiento de impotencia podremos avanzar a pesar de los obstáculos que se nos presenten en el camino. Manejar nuestra frustración requiere adquirir estrategias nuevas para lidiar con esas situaciones que nos ponen a prueba y nos desbordan.

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¿Cómo puedo aprender a manejar la frustración?

Como venimos diciendo, aprender a manejar la frustración nada tiene que ver con negar cómo nos sentimos o tratar de eliminarla. Por el contrario, esto significa empezar a aceptar que algo nos hace sentir mal y desde ahí desarrollar estrategias que nos ayuden a afrontar los obstáculos sin estancarnos en el intento.

1. Reconoce tu frustración

En la línea de lo que hemos dicho, un primer paso esencial para empezar a manejar la frustración es aceptar que está ahí. Aunque pueda parecer una obviedad, lo cierto es que esto puede suponer un reto, especialmente si estamos habituados a empeñarnos en tener todo bajo control. Reconocer que no podemos tener todo atado y que no somos perfectos y podemos equivocarnos es esencial para empezar a manejar la frustración de una forma saludable.

2. Aprende a relativizar

En el frenesí del día a día es fácil caer en la trampa de dar excesiva importancia a aspectos que no la tienen. Muchas veces brindamos a cuestiones secundarias un papel principal, y cuando algo no sale bien nos desbordamos aparece una intensa frustración.

En este sentido, es importante hacer una pausa cuando algo no sale como habíamos planeado, de forma que nos tomemos un tiempo para determinar de manera realista hasta qué punto ese algo es o no prioritario. En caso de que sí lo sea, el fracaso no indica que nos hayamos esforzado para nada. Por el contrario, fracasar nos permite obtener un aprendizaje que nos ayudará en el futuro y nos dará más conocimientos para intentarlo de nuevo.

3. No todo es inmediato

La sociedad en la que vivimos actualmente nos ha malacostumbrado a la inmediatez de las cosas. Hemos aprendido a tener todo ya, de manera ultrarrápida y a golpe de click. Aunque los bienes materiales y las novedades en redes pueden ser inmediatos, esto no es aplicable a todo lo que nos sucede en la vida. Muchas veces las cosas no salen a la primera y necesitamos varios intentos para conseguir eso que tanto deseamos.

Así, muchas veces es necesario cultivar la paciencia y aprender a postergar la recompensa para salir del bucle cotidiano de la inmediatez. Aprender a ser más pacientes nos ayudará a tolerar mejor la frustración y nos permitirá aceptar el error o el fracaso como una parte más del proceso. Algunas actividades muy sencillas pueden ser de ayuda para entrenar este aspecto, como por ejemplo el mindfulness.

4. Pide ayuda

Es posible que en algunos momentos sientas que la frustración te desborda y eres incapaz de manejar esta situación por tí mismo. Si este es el caso, no dudes en pedir ayuda a un profesional de salud mental. La terapia psicológica te permitirá conocerte mejor y adquirir estrategias y herramientas para poder gestionar tu frustración en esos momentos en los que algo no va como esperas.

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Consecuencias de la baja tolerancia a la frustración

Las personas incapaces de tolerar la frustración pueden llegar a experimentar un pobre control de los impulsos, de forma que su impotencia ante una realidad que no saben gestionar puede manifestarse de múltiples formas desadaptativas y dañinas para el propio individuo y para los demás. Esto puede desencadenar todo tipo de problemas psicológicos, entre los cuales destacan:

  • Ansiedad generalizada: La sociedad actual en la que vivimos se caracteriza por una baja tolerancia a la frustración generalizada. Nos hemos desarrollado en un entorno que nos ha enseñado que es posible tener todo cuanto deseamos de forma inmediata, aunque esto no es real. Por ello, nos produce ansiedad la vida misma, las esperas, las metas lejanas, los obstáculos en el camino… Nos hemos vuelto intolerantes a todo aquello que no está ya entre nuestras manos.

  • Adicciones: A veces, cuando nos encontramos desbordados por la frustración, es posible que busquemos en las drogas, el juego o las compras una vía de escape. Sobra decir que esto no hace más que agravar el problema inicial, pues la ludopatía o el abuso de drogas solo sirven como un falso refugio de la realidad.

La baja tolerancia a la frustración puede llevar a las personas a adoptar conductas de evitación, con el fin de no exponerse a las situaciones que generan este tipo de malestar. Sin embargo, tal y como comentábamos al inicio, esta no es una buena vía de solución. Evitar frustrarnos es imposible, pues la vida implica necesariamente lidiar con obstáculos y fracasos.

La tolerancia a la frustración en la infancia

Como ya hemos comentado, la tolerancia a la frustración comienza a entrenarse desde la infancia. Por ello, el papel de los padres y su forma de educar a los hijos será crucial para asentar unas bases adecuadas que permitan a los más pequeños convertirse en adultos capaces de gestionar la frustración de forma saludable. Algunas pautas para conseguirlo son:

  • Mantener la calma: Es imposible fomentar la tolerancia a la frustración en un hogar donde los adultos no predican con el ejemplo. Por ello, nunca deben perderse los papeles ni llevarse a cabo gritos o malas contestaciones hacia los niños. Al fin y al cabo, ellos imitarán esa conducta que observan y tenderán a tener rabietas siempre que algo no sale como quieren.

  • Postergar la recompensa: Es importante que en casa se procure entrenar a los más pequeños en la espera de las recompensas. Por ejemplo, se les puede decir que irán al cine si terminan sus deberes antes. Aprender que las cosas cuestan un esfuerzo en la vida cotidiana les ayudará a ser adultos más capaces de perseverar sin frustrarse a la primera de cambio.

  • No castigar los errores: otra manera excelente de crear niños tolerantes a la frustración implica naturalizar los errores y los fracasos. Cuando se equivoquen no se les debe regañar, sino indicarles que todo aprendizaje implica varios intentos y fallos hasta conseguir el resultado deseado. Así, el hecho de percibir el error como algo normal les ayudará a continuar a pesar de los obstáculos que encuentren. En este sentido, es recomendable dejar que los niños se equivoquen. Muchas veces, los adultos deciden darles las cosas hechas para impedir que se equivoquen y sufran, pero esto es absolutamente contraproducente.

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