¿Cómo viven los hijos el divorcio de sus padres?

Los procesos de divorcio siempre son difíciles para los adultos implicados, aunque el papel de los hijos en común tampoco es nada fácil. Los niños pueden sufrir algunos cambios y procesos a raíz de la separación de sus progenitores.

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La familia constituye el primer grupo social del que formamos parte en nuestra vida. Es en ella donde vivimos nuestras primeras experiencias relacionales y donde adquirimos una visión del mundo particular. Para bien o para mal, el sistema familiar repercute en el desarrollo de nuestra identidad y condiciona nuestras creencias y valores. Aunque en la edad adulta terminamos por trazar nuestro camino, las primeras experiencias de la infancia dejan una huella imborrable en nuestra persona.

Disponer de un entorno familiar seguro nos permite contar con un lugar al que regresar cuando necesitamos refugio, incluso ya siendo adultos. Aunque exploremos y nos alejemos de los orígenes, saber que podemos conectar con nuestras raíces cuando lo necesitamos nos proporciona bienestar y mayor capacidad para formar otros vínculos saludables a lo largo de la vida.

En las últimas décadas, la familia ha ido diversificándose y adoptando todo tipo de estructuras. Hasta hace no mucho, la familia siempre se consideraba como aquella formada por un padre, una madre y sus respectivos hijos. Sin embargo, los progresos sociales que hemos vivido han dado pie a nuevas configuraciones. Uno de los cambios más importantes tiene que ver con la normalización del divorcio.

Todas las parejas se unen y forman familias con el deseo de permanecer unidas para siempre. Sin embargo, el amor no siempre dura para siempre y en ocasiones la mejor decisión es que los progenitores sigan por caminos separados. No obstante, atravesar un proceso de divorcio no es nada fácil para nadie. Como es obvio, los miembros de la pareja experimentan un profundo duelo por su ruptura, aunque el papel de los hijos no es tampoco nada fácil. Como niño, la separación de las dos principales figuras de apego se puede vivir como una gran amenaza a la seguridad. En este artículo hablaremos acerca de cómo los hijos pueden vivir el divorcio de los progenitores, especialmente cuando se trata de una separación con niveles elevados de tensión y conflicto.

El impacto del divorcio

Si bien la separación de una pareja puede ser realmente dura, la situación se complica aún más cuando hay hijos de por medio. Los propios integrantes de la relación que ha llegado a su fin atravesarán un duro proceso de duelo, pero la descendencia también vivirá su propio dolor por la ruptura de esa base segura que ha sido hasta entonces su refugio físico y emocional.

Lo cierto es que, cuando los padres toman la decisión de seguir caminos separados, habitualmente la familia ha venido sufriendo un período previo cargado de tensiones y conflictos. Por ello, el dolor no comienza en el momento en el que los adultos deciden divorciarse, sino tiempo antes. No obstante, los hijos viven esta fase previa con muchas dudas, temores e incertidumbre por lo que puede suceder.

Es importante señalar que no hay dos procesos de divorcio iguales, pues una separación puede ser más o menos dolorosa en función de las condiciones en las que esta se ha producido, la relación entre los miembros antes, durante y después de ella, el grado de conflictividad entre los progenitores, etc. Así, no es lo mismo un divorcio en el que los padres han dejado de quererse y deciden separarse de forma respetuosa que uno en el que los adultos muestran una intensa agresividad entre ellos con incapacidad para encontrar puntos de consenso.

Que el amor de pareja no siempre dura eternamente es un hecho, y los divorcios una realidad cada vez más normalizada. Una pareja puede finalizar por infinidad de motivos, pero en cualquier caso la separación supondrá un cambio profundo no solo para los adultos, sino también para los hijos en común. Aunque un divorcio no sea agradable para nadie, desde luego esta alternativa es la más adecuada para todos cuando una pareja ha dejado de funcionar. De lo contrario, las tensiones, los conflictos y el ambiente poco armónico en casa pasarán factura a los padres y, sobre todo, a los más pequeños. En este sentido, es importante entender cómo los hijos pueden vivir el proceso de divorcio de sus padres.

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¿Cómo viven los hijos el divorcio de los padres?

Es importante tener en cuenta que el divorcio de los padres suele ser vivido como:

  • Una pérdida: Aunque necesario, el divorcio no deja de ser una pérdida para los hijos. Para ellos, la ruptura de sus padres implica perder la vida conjunta que se había tenido hasta el momento. Por eso, los niños también tendrán que atravesar su propio proceso de duelo. La separación conlleva tener que distribuir el tiempo entre ambos progenitores, de manera que se está menos con cada uno.

  • Un reajuste: El divorcio de los padres implica lidiar con cambios y ajustes en la vida cotidiana. La vida tal y como era antes cambia su organización y la dinámicas en casa se transforman. Por ello, los niños tendrán que adaptarse progresivamente a esa nueva vida.

  • Una crisis: Incluso cuando el divorcio es cordial, lo cierto es que la separación de los padres puede ser vivida como una amenaza por los más pequeños. Aunque los adultos sepan con certeza que su separación no cambia su amor a los hijos, ellos pueden tener temor a ser abandonados a raíz de esos cambios en la familia.

  • Una incertidumbre: En momentos de crisis o cambios, los niños necesitan más que nunca estructura y certidumbre. Para ellos la situación es confusa porque no entienden del todo el porqué de la separación y es esperable que tengan dudas y miedo por lo que puede ocurrir en el futuro cercano.

Los niños que viven la separación de sus padres pueden experimentar algunos efectos importantes, especialmente si hablamos de divorcios conflictivos.

1. Parentalización

Cuando se produce una separación de pareja, muchas veces los miembros se comportan como auténticos niños. Se dejan llevar por sus intensas emociones y esto les hace olvidar que siguen siendo padres y deben cumplir con su papel de manera responsable. Esto lleva a que, en muchos procesos de divorcio, los hijos se sientan en la obligación de invertir roles y ser ellos quienes cuidan y consuelan a los adultos.

Este proceso, producido como parentalización, se encuentra muy normalizado. De hecho, los propios adultos pueden reforzarlo y ensalzar la gran “fortaleza” y “responsabilidad” de los pequeños por adoptar este rol. Sin embargo, la parentalización es un problema porque impide a los niños actuar como lo que son, niños. Robarles su lugar de inocencia y olvidar que también necesitan ser calmados y escuchados puede provocar en ellos efectos psicológicos muy dañinos.

2. Conflicto de lealtades

Otro fenómeno habitual en los procesos de divorcio tiene que ver con el llamado conflicto de lealtades que viven los hijos. Muchas parejas que toman la decisión de separarse lo hacen en un clima de gran conflicto donde parece imposible hallar un consenso. En esta tesitura, cada uno de los progenitores emprende una batalla contra el otro con el fin de “ganar” la preferencia de los hijos.

De esta manera, los adultos hacen que los pequeños se sientan en un conflicto que les obliga a elegir entre las dos personas más importantes de su vida. Hacerles esto es una forma de maltratarles psicológicamente y provocar un enorme sufrimiento. Ningún niño debería elegir entre sus padres. Que la pareja finalice no implica en ningún caso que los niños tengan que divorciarse también de uno de los dos. En este sentido, es esencial ayudar a los hijos haciéndoles saber que no tienen que elegir ni traicionar a uno u otro, pues su vínculo con ellos seguirá siendo el mismo.

3. Culpabilidad

Los niños poseen lo que se conoce como pensamiento mágico. Este tipo de pensamiento lleva a los más pequeños a entremezclar la realidad con la fantasía sin que existan límites claros entre ambos. Muchas veces, ante vacíos de información, los niños rellenan estos espacios con su propio pensamiento. Ante un fenómeno como el divorcio, la incertidumbre y la incomprensión de los motivos puede llevar a que los pequeños se atribuyan la culpa de lo que ha pasado. Pueden pensar que sus padres se han separado porque se han portado mal, por ejemplo. Por ello, es fundamental que los adultos dejen claro al niño que lo sucedido no tiene nada que ver con ellos y, por tanto, bajo ningún concepto son culpables del divorcio.

4. Retrocesos evolutivos

En los momentos de estrés, los más pequeños pueden mostrar un retroceso en su desarrollo evolutivo. Por ejemplo, pueden pedir que se les de la comida cuando ya sabían comer solos e incluso pueden tener pérdidas de pis aunque ya se había logrado el control de esfínteres. Este tipo de retrocesos son normales y suelen ser transitorios, aunque es importante acompañar al niño para calmarlo y permitirle expresar lo que siente. De esta manera, sus niveles de estrés por el cambio se reducirán.

5. Dificultades escolares

Cuando hay problemas en casa, muchas veces los cambios más notorios se detectan en el centro escolar. Si un niño está lidiando con el proceso de divorcio de sus padres, es habitual que aparezcan dificultades escolares que van desde un bajo rendimiento académico hasta un comportamiento disruptivo en el aula.

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