¿Qué es la “docena sucia” de la imagen corporal? Y relación con los TCA

En los TCA es habitual observar distorsiones cognitivas relacionadas con el cuerpo. Estas pueden ser de diversos tipos, configurando una clasificación conocida como la docena sucia.

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Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) constituyen enfermedades mentales en las que, entre otras muchas cosas, aparecen numerosos pensamientos irracionales acerca del cuerpo, el peso y la comida. La imagen corporal se encuentra profundamente distorsionada, lo que genera alteraciones no sólo a nivel perceptivo, sino también afectivo, cognitivo y conductual. Las personas que sufren un TCA desarrollan pensamientos desajustados sobre su cuerpo, los cuales se clasifican acorde a un listado conocido como “la docena sucia”. En este artículo hablaremos de imagen corporal y las distorsiones incluidas en la docena sucia en detalle.

¿Qué es la imagen corporal?

Tradicionalmente, se suele definir la imagen corporal como la representación mental que cada uno de nosotros tenemos de nuestro cuerpo. Sin embargo, esta concepción es demasiado estática y por ello se ha venido modificando en favor de una más dinámica, que tenga en consideración no sólo los aspectos perceptivos, sino también emocionales, cognitivos y conductuales.

Fue Rosen (1992) quien afirmó que la imagen corporal engloba no sólo el hecho mismo de percibir el cuerpo, sino también la manera en la que se siente la persona respecto a él y las acciones que lleva a cabo en consecuencia. Esta definición es más completa y permite comprender los comportamientos de muchas personas que sufren una imagen corporal negativa.

Quienes se relacionan de manera inadecuada con su cuerpo ven y sienten su aspecto como algo indeseable, lo que conduce a conductas como evitar ponerse ciertas prendas, frecuentar determinados espacios, restringir la alimentación, hacer excesivo ejercicio físico e incluso hacerse daño a uno mismo de manera física o verbal (aquí podríamos incluir comentarios y palabras hirientes hacia el propio cuerpo).

Lo cierto es que ninguna persona en el mundo nace detestando el cuerpo que habita. Usualmente, la infancia es una época en la que el aspecto no es una preocupación central y la relación con la comida se vive desde la intuición, sin patrones rígidos, normas o prohibiciones absurdas. No obstante, fenómenos como el acoso escolar o las críticas de familiares y sanitarios hacia el cuerpo de los niños hacen que muchas veces incluso los más pequeños comiencen a formar una imagen negativa de su cuerpo.

Con el tiempo, vamos absorbiendo influencias de todo tipo y mensajes subliminales que, en definitiva, nos hacen creer que nuestro cuerpo no es válido tal y cómo es. Entre las variables que más pueden influir y llevarnos a sentirnos mal en nuestro cuerpo se encuentran:

  • Entorno familiar: La familia es el sistema donde crecemos, formamos relaciones muy significativas y adquirimos una visión del mundo. Todo lo que ocurre en ella nos marca, para bien o para mal. Los niños que son criados en familias con patrones alimentarios inadecuados y altamente marcados por la cultura de la dieta, donde se fomentan las comparaciones, se habla de dietas y se manifiesta constante insatisfacción con el cuerpo, tienen más riesgo de desarrollar una imagen corporal negativa.

  • Ser víctima de acoso escolar o burlas despectivas relacionadas con el aspecto físico también es un factor de riesgo, especialmente si estos eventos tienen lugar en la adolescencia.

  • Los medios de comunicación, en los que constantemente recibimos mensajes de la cultura de la dieta y de carácter claramente gordófobo. A través de ellos se nos dice que todo vale con tal de alcanzar el cuerpo diez, incluso si ello requiere pasar hambre.

  • Las redes sociales y sus filtros, que nos hacen caer en injustas comparaciones entre nuestra vida (con todos sus matices reales) y la faceta bonita de la vida de los demás que ellos nos permiten ver. Esto incluye, por supuesto, las comparaciones entre el propio cuerpo y los cuerpos retocados que vemos en la pantalla, donde la luz, la postura, y los filtros crean una imagen distorsionada.

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La docena sucia

A continuación, comentaremos las principales distorsiones recogidas en la docena sucia.

1. La bella o la bestia

Las personas con un TCA suelen desarrollar un estilo de pensamiento dicotómico, en términos de todo/nada. Esto se traduce al cuerpo, de forma que se asume que el no verse absolutamente bella implica necesariamente que se es horrible. La realidad se analiza en una escala de negros y blancos sin grises de por medio, y ese mismo filtro impregana la visión de su corporalidad.

2. Ideal irreal

Este sesgo lleva a la persona a establecer un ideal inalcanzable como punto de referencia para valorar su cuerpo. De esta manera, siempre entra en una comparación injusta en la que sale perdiendo. Siempre se ve gorda y fea porque su modelo de referencia es un ideal de perfección irreal. Este sesgo se ve alimentado por el uso de las redes sociales, donde prima el uso de filtros y retoques que transforman el aspecto de las personas hasta límites inimaginables.

3. Comparación injusta

Este sesgo hace referencia al hecho de que la persona compara aquello que menos le gusta de sí misma con los mejores atributos que destaca en los demás. Se trata de una comparación injusta en la que el otro siempre sale ganando. La persona puede afirmar que desearía tener las piernas de X o los brazos de Y, y se queda anclada en esa comparativa sin tener en cuenta nada más.

4. La lupa

Este sesgo lleva a la persona a enfocar toda su atención a una característica o aspecto que no le gusta de su cuerpo. Esto implica, por un lado, una sobredimensión de ese supuesto defecto. Por otro lado, conlleva el paso a un segundo plano de esas partes del cuerpo que más le pueden gustar o satisfacer. En definitiva, el conjunto del cuerpo queda reducido a esa parte que menos le agrada y que se convierte en el centro hasta límites obsesivos.

5. La mente ciega

El sesgo de la mente ciega hace que, como venimos comentando, la persona ignore por completo las partes de su cuerpo que más le agradan. Esta ceguera puede llegar hasta el punto de restar valor a los halagos o comentarios positivos de los demás, que se ven como palabras vacías “para quedar bien”.

6. La mente que lee mal

Este sesgo lleva a la persona a actuar como si pudiese leer la mente de los demás. Esto le hace interpretar las acciones de los otros desde su propia perspectiva, es decir, en sentido degradante hacia su cuerpo. Esto se traduce en pensamientos como “seguro que esa persona me mira porque estoy gorda”.

7. La fealdad radiante

Este sesgo refiere a la tendencia a empezar a juzgar o criticar una parte concreta del cuerpo, a partir de lo cual se comienzan a criticar otras partes. La insatisfacción con un aspecto se traslada a otros aspectos hasta que se culmina con un malestar y disgusto generalizado hacia el cuerpo como un todo. La persona puede empezar por juzgar sus piernas, luego las caderas, los brazos, la tripa, etc.

8. El juego de la culpa

El juego de la culpa hace que la persona culpe a su propio cuerpo de cualquier fracaso o problema que sucede en su vida. Una ruptura amorosa, un fracaso académico, un problema familiar… se justifica siempre respecto al propio aspecto. Hay un convencimiento firme de que todo lo que pasa a su alrededor sucede debido a que “está gorda”.

9. La desgracia reveladora

La persona predice las posibles desgracias que le pueden suceder en un futuro en base a su aspecto e imagen corporal. Puede llegar a pensar que una potencial pareja le rechazará o que no se le dará un puesto de trabajo por “estar gorda”. El problema de este sesgo es que condiciona la conducta de la persona, que actúa dando por perdida cualquier oportunidad de conseguir cosas. Al creer que por su aspecto no le irá bien en una entrevista laboral es posible que no se la prepare bien o que ni siquiera acuda a ella. Es decir, se produce el fenómeno de la profecía autocumplida.

10. La belleza limitadora

Este sesgo lleva a pensar que el aspecto físico es un obstáculo para poder hacer cosas y disfrutar de la vida. La persona se pone como condición cambiar su cuerpo para ir a la playa, ponerse ciertas prendas, relacionarse con los demás, etc. Todo gira en torno a cambiar el cuerpo porque se cree que el cuerpo ideal es un requisito indispensable para poder ser feliz. La belleza se convierte así en la mayor limitación para quien padece un TCA.

11. Sentirse fea

Otro componente de la docena sucia es el sentirse fea, por el cual la persona confunde sus emociones con los hechos objetivos. Como se siente fea, asume que es un hecho indiscutible que lo es. Esto hace que la realidad sea interpretada desde el filtro del TCA.

12. El reflejo del mal humor

En la docena sucia también encontramos el efecto del mal humor sobre el cuerpo. La persona traslada sus emociones difíciles hacia el cuerpo, por lo que el cansancio, la tristeza o el enfado se transforman en un odio visceral a su aspecto físico. Esto se relaciona con la dificultad que muchas personas con TCA encuentran a la hora de comprender, identificar y gestionar sus estados emocionales.

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