Selectividad Alimentaria: ¿qué es y cómo manejarla?

La selectividad alimentaria se define como el rechazo a determinados alimentos por su olor, textura, sabor, color o temperatura. Es una reacción común en la infancia, especialmente cuando los niños comienzan a explorar los alimentos sólidos.

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Ser padres es una tarea compleja y desafiante, especialmente cuando las cosas no salen como se espera. En algunos momentos del desarrollo infantil, se viven momentos que pueden despertar más de un dolor de cabeza en los cuidadores. Una de las preocupaciones centrales de cualquier progenitor suele ser la alimentación, especialmente cuando un hijo no come de forma variada o suficiente. En este sentido, parece que hay niños más selectivos que otros respecto a la comida. Lidiar con esta cuestión puede resultar desesperante, especialmente si no se conocen pautas para responder adecuadamente. En este artículo vamos a hablar acerca de la selectividad alimentaria infantil y cómo lidiar con los llamados “picky eaters” o comedores selectivos.

¿Qué es la selectividad alimentaria?

La selectividad alimentaria se define como el rechazo a determinados alimentos por su olor, textura, sabor, color o temperatura. Se trata de una aversión sensorial que puede llegar a preocupar bastante a padres y madres, pues dependiendo del grado puede limitar bastante la dieta de su hijo. No obstante, es un problema común en el desarrollo infantil. En los primeros años de nuestra vida empezamos a explorar el mundo con todos nuestros sentidos. En este momento, la alimentación también implica conocer nuevas sensaciones y en dicho proceso pueden aparecer alteraciones en su sensibilidad.

Con bastante frecuencia, aparece cuando se introducen alimentos nuevos en la dieta de los niños. Por ejemplo, cuando se hace la transición de papillas a productos sólidos. En esta situación, el niño puede presentar reacciones en forma de arcadas, escupitajos, muecas y negación a introducir el alimento en la boca. Los niños más selectivos pueden percibir cualquier mínima variación en el plato y, por ello, rechazarlo frontalmente.

Los niños selectivos a la hora de alimentarse suelen conocerse popularmente como “picky eaters”, un término que se traduce como “comedores quisquillosos”. Como venimos comentando, son pequeños con preferencias alimentarias muy pronunciadas que, además, pueden mostrar un apetito menor al resto de los niños. Si bien parece que los picky eaters ingieren una cantidad global de energía similar a los demás niños, parece que son menos tendentes a comer ciertos grupos de alimentos como la fruta, la verdura y las fuentes de proteína. Los padres con hijos selectivos para comer pueden sentirse desesperados y con la sensación de que el pequeño no acepta nuevos alimentos a pesar de ofrecerlos de forma reiterada.

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Pautas para manejar a un picky eater

Como venimos comentando, manejar los momentos de la comida con un hijo picky eater puede ser todo un desafío. Si bien es cierto que no existen fórmulas universales para resolver el problema, sí que hay algunas pautas que pueden ayudar a acercar a los hijos más quisquillosos a nuevos alimentos:

  • Ajustar expectativas: Es importante saber qué podemos esperar en términos alimentarios del hijo que muestra gran selectividad con la comida. No podemos exigir que coma una cantidad demasiado abundante si parte de una tendencia a rechazar varios grupos de alimentos. En su lugar, es preferible darle platos con cantidades más reducidas, dejando siempre abierta la posibilidad de repetir si lo desea. Presentar un plato hasta arriba de comida (especialmente si es algo novedoso) sólo favorecerá el rechazo inmediato a probarla.

  • Fomenta la exposición frecuente a los alimentos nuevos: Muchos padres con picky eaters acaban desistiendo y ofrecen para comer sólo aquellos alimentos que saben con seguridad que su hijo va a aceptar. Sin embargo, es importante mantener siempre la costumbre de ofrecer alimentos nuevos. Como ya adelantamos antes, la exposición repetida a nuevos productos no es garantía de éxito, pero tras numerosos intentos es posible que funcione. Recuerda que ofrecer no significa forzar, ya que con esto sólo lograrás desarrollar aún más aversión hacia ese alimento.

  • La comida debe ser un momento relajado: Cuando los padres tienen un hijo quisquilloso con la comida suele ocurrir que el momento de comer se vuelve tenso e incómodo. La mesa se transforma en un campo de batalla donde los padres presionan y castigan con el fin de que su hijo coma. Sin embargo, crear este clima alrededor del plato sólo servirá para aumentar el rechazo. Comer debe ser un rato agradable donde el niño sienta que tiene la posibilidad de probar cosas nuevas sin presiones ni amenazas.

  • Sé un modelo: Los niños tienen como referente principal a sus padres. Muchos de sus aprendizajes son obtenidos por la pura imitación de sus modelos y la alimentación no es en absoluto la excepción. Procura ser un ejemplo de diversificación con la comida y trata de consumir fruta, verdura y comida variada delante de tu hijo. De esta manera, él tendrá en casa un ejemplo a seguir que le puede animar a hacer lo mismo.

  • Comer consciente: Muchas veces se utilizan distracciones en la hora de la comida para que el niño pase de puntillas por la experiencia de probar. De esta manera, no se está fomentando su apertura a probar, sino que se está buscando despistarlo para colarle algún producto nuevo. Esta estrategia no tiene sentido y sólo servirá para que desconfíe y rechace aún más cualquier ápice de novedad. En su lugar, lo mejor es apostar por un comer consciente, donde el niño está concentrado en la experiencia misma de comer y las sensaciones que le produce. Es esencial evitar pantallas o televisión y, en su lugar, estimular la conversación con la familia.

  • Dar opciones: Dar opciones y dejarles elegir es una excelente manera de que se familiaricen con la novedad. Incluso puedes realizar la compra junto a ellos para que puedan observar la variedad y elegir. Si, por ejemplo, rechazan las frutas, puede ser una buena idea tener un frutero lleno de piezas y darles a elegir una de todas ellas para merendar.

  • Fomentar que colaboren en la cocina: Aunque sean pequeños, es posible darles alguna tarea segura en la que puedan colaborar. Hacerles partícipes de los rituales de cocina hace que se aproximen a la experimentación con todos sus sentidos y por ello contribuye a reducir la selectividad. Darles herramientas de plástico no cortantes y pedirles que troceen algo, dejarles remover o decorar… son algunos ejemplos.

  • Evitar el picoteo: Es preferible evitar el picoteo entre horas y la ingesta de bebidas distintas al agua, ya que esto hace que su saciedad aumente.

  • No hacer de las comidas algo eterno: Muchos padres dejan a sus hijos frente al plato eternamente con la esperanza de que prueben bocado. Sin embargo, esta estrategia es ineficaz. La comida siempre debe tener una duración limitada con un comienzo y final bien determinados.

  • La comida entra por los ojos: Los comedores quisquillosos se dejan llevar por las apariencias. Por ello, es aconsejable que trates de presentar los alimentos de forma divertida o bonita. Ojo, esto no significa que debas camuflar o esconder los alimentos para que no parezcan lo que son. De esta manera no estarás haciendo una exposición real a esa comida.

  • Introduce cambios paulatinos: Los cambios bruscos suelen generar más rechazo. Por eso, lo mejor es introducir las variaciones de manera sutil, cambiando poco a poco los colores, las temperaturas, los sabores…La textura siempre debe ser lo último en modificarse, ya que es lo que más se nota.

  • Crear una rutina ordenada: La improvisación y la incertidumbre no ayudan a que el niño se anime a probar. Lo ideal es crear una rutina predecible a la hora de comer, de manera que el cuándo, el dónde y el qué estén siempre muy claros. De esta manera, el niño estará más sereno y confiado y será más fácil animarle a probar.

  • Respeta sus señales de hambre y saciedad: Obligar a un niño a acabarse todo lo que hay en el plato no es aconsejable. Los niños tienen, como los adultos, señales de hambre y saciedad. Es importante respetarlas para que ellos mismos aprendan a escuchar sus señales. Forzar a comer cuando ya no hay apetito sólo hará del momento de la ingesta algo muy desagradable.

  • Deja que se manche: La comida durante la infancia no debe ser rígida. Los niños no son adultos en miniatura, no deben amoldarse a protocolos demasiado rígidos. En esta fase de experimentación está bien que jueguen con la comida y se manchen, ya que esto forma parte de su proceso de familiarización con los alimentos nuevos.

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Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca de la selectividad alimentaria y los llamados picky eaters. Durante la infancia, muchos niños pasan por una fase en la que les cuesta mucho admitir nuevos alimentos y descubrir sabores, olores y texturas. A veces, esto se traduce en una dieta limitada y monótona e incluso en una ingesta menor. Por ello, los padres suelen mostrar preocupación al respecto. Generalmente, es un período común y transitorio, aunque hay casos más acusados que otros. En estos casos, lo mejor es adoptar una serie de pautas que ayuden al pequeño a experimentar y explorar nuevos productos. Lo más esencial es que la comida no se convierta en un momento desagradable cargado de tensión y riñas. En su lugar, se trata de que comer sea algo agradable y social, dejando siempre espacio a probar cosas nuevas sin forzar.

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