10 frases que no deberías decirle a tus hijos

Ser padres es una tarea desafiante donde la paciencia se pone a prueba. Sin embargo, es importante que los adultos sepan gestionar sus emociones y medir la forma en la que se dirigen a sus hijos en los momentos de tensión.

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Ser padre o madre no es, desde luego, una tarea fácil. Cuando se tienen hijos nadie proporciona un manual con indicaciones acerca de cómo criar y educar. Esto hace que muchos progenitores se sientan perdidos, desbordados y agotados en algunos momentos. Criar no es un camino de rosas y a veces el estrés puede llevar la paciencia al límite. Es en estos puntos de desbordamiento cuando algunos adultos pueden pronunciar palabras que, lejos de llevárselas el viento, pueden dejar una huella en los hijos.

El hecho de validar el estrés y el agobio de los padres no significa que estos tengan vía libre para decir lo primero que se les pase por la mente. Al fin y al cabo, los adultos son ellos mientras que los hijos no dejan de estar en una situación de dependencia e indefensión. Para ellos, lo que sus padres dicen y hacen es una referencia indiscutible que absorben como esponjas.

Así, cuando se les dicen comentarios positivos se puede reforzar su autoestima. En cambio, cuando se lanzan amenazas o palabras negativas esto puede perjudicar su bienestar emocional. En este artículo vamos a comentar algunas frases comunes que nunca se deberían decir a los hijos si lo que queremos es que crezcan emocionalmente sanos.

10 frases que no deberías decirle a tus hijos

Como venimos comentando, los padres pueden sentirse muchas veces al límite fruto del estrés que la crianza conlleva. Aunque es válido que los progenitores se sientan agotados en ocasiones, es importante que sepan manejar sus emociones difíciles sin que estas impliquen un daño emocional hacia los hijos. A veces, las palabras tienen más impacto de lo que creemos en los más pequeños, por lo que se hace esencial medirlas.

1. ¡No llores!

Ver a un hijo en plena rabieta no es para nada una experiencia agradable. El llanto, las pataletas y la tensión ponen a prueba la paciencia, pero debemos tener presente que el niño no está teniendo esta reacción para fastidiarnos. Sencillamente, se siente desbordado por sus emociones. Aún es pequeño y está en proceso de comprenderlas y regularlas.

Es en este momento donde necesita a sus adultos de referencia más que nunca, pues son ellos los que deben sostenerle, ayudarle a entender lo que siente y retomar poco a poco la calma. Si la reacción del adulto es un “no llores”, el niño no sólo no dejará de llorar, sino que se sentirá perdido y angustiado porque no entiende lo que está sintiendo ni cómo manejarlo. Los niños, al igual que los adultos, deben llorar si así lo necesitan. La diferencia es que ellos aún no han conseguido regularse por sí mismos y requieren la ayuda de sus cuidadores para hacerlo.

2. Yo a tu edad…

Un clásico de muchos padres es la típica frase de “yo a tu edad…”. Lo cierto es que cada persona tiene una infancia y unas vivencias únicas. Cada persona y cada niño son distintos, por lo que carece de sentido entrar a comparar a un hijo con lo que nosotros fuimos en nuestra niñez. Es un comentario que se formula siempre en tono crítico hacia el pequeño y que no ayuda en absoluto en el presente.

Además, normalmente nuestros recuerdos nos hacen tener en cuenta lo positivo, ignorando lo negativo. Idealizar el niño o niña que fuimos hace un flaco favor a nuestro hijo en este momento, ya que lo único que se consigue es hacerle sentir mal por no ser como se espera que sea.

3. Eres tonto / Qué torpe eres / No haces nada bien

Este tipo de comentarios tienen en común que suponen un ataque directo a la autoestima del niño. Los niños configuran su identidad a partir de lo que sus padres les transmiten. Si ellos le hacen saber que es capaz de hacer cosas, que puede equivocarse y seguir siendo válido, que tiene cualidades y talentos…actuará de manera segura. En cambio, si los mensajes que recibe son con frecuencia negativos, la imagen que tiene de sí mismo se verá claramente deteriorada y actuará en consecuencia. Por ello, es esencial hablar a los hijos siempre desde el cariño y el respeto, entendiendo el error como una parte más del proceso de aprendizaje.

4. Las niñas (o niños) no hacen eso

Vivimos en una sociedad que fuerza a los niños a identificarse con uno u otro género. Así, en función de su sexo biológico se espera de ellos una serie de comportamientos y preferencias. Tratar de encorsetar a los más pequeños en función de su sexo es un grave error, pues impide que puedan desarrollar su identidad libremente, descubriendo sencillamente cómo son, qué les gusta y qué no. Es importante que evites este tipo de expresiones e impulses a tu hijo a ser quien es con total naturalidad.

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5. Ojalá nunca hubiera tenido hijos

Son muchas las personas que han oído estas palabras de sus propios padres. Se trata de un mensaje muy hiriente, que básicamente implica que no se es deseado, aceptado y valorado. Algunos progenitores se permiten hablar en estos términos cuando sus hijos son adultos creyendo que sus palabras no les afectarán. Sin embargo, saber que una de las personas más importantes de nuestra vida se arrepiente de tenernos es un ataque directo a nuestros sentimientos. Puede que como madre/padre sientas cierto arrepentimiento o eches de menos tu vida sin hijos. Sin embargo, si deseas abrirte en este sentido debes hacerlo con otras personas adultas de tu confianza. Tus hijos no tienen por qué ser heridos emocionalmente con estos mensajes.

6. Aprende de tu hermano

Expresiones como esta son, cuanto menos, desafortunadas. Muchas veces, los padres buscan incentivar un mejor comportamiento en uno de los hijos utilizando como referencia a un hermano. Sin embargo, esta táctica sólo sirve para fomentar las odiosas comparaciones y crear rivalidad. Las relaciones fraternales deben cultivarse en un clima de cooperación, donde se respeta la individualidad de cada hermano sin que uno sea considerado mejor que el otro. Comparar merma la autoestima y hace que el hermano peor parado se sienta insuficiente.

7. Eres malo

Como ya adelantamos anteriormente, los niños configuran su identidad y su autoestima a través de las relaciones que mantienen con sus allegados. De esta forma, si los padres les dicen que son malos, interiorizan esto como cierto. A la hora de señalar lo que se hace mal es importante recordar que lo que se corrigen son conductas, no personas. Por ello, nunca se deben emitir ataques directos al propio niño que puedan hacerle sentir que él es el problema. Que existan malos comportamientos no significa en ningún caso que el niño sea malo.

8. Porque lo digo yo, y punto

Cuando los niños insisten una y otra vez, rebaten y se quejan, muchos padres optan por imponer sus normas con el típico “haces esto porque lo digo yo… y punto”. Sin embargo, este argumento no es muy sólido. Lo cierto es que los niños necesitan entender el porqué de las normas para interiorizarse y seguirlas. Si se les pide que hagan algo porque simplemente se les dice que lo hagan, difícilmente entenderán el sentido de que se comporten así y no de otra manera.

9. Me vas a volver loca / Me pones de los nervios

Es importante que los padres aprendan a gestionar sus emociones, pues de lo contrario es fácil que en momentos de tensión aparezcan este tipo de expresiones. Se trata de frases que desplazan la culpa hacia el niño, al que se le hace responsable del estado emocional de los padres. Los adultos deben aprender a regularse y manejar las situaciones de tensión con la mayor serenidad posible, ya que son ellos los que deben favorecer que sus hijos vuelvan a la calma.

10. Déjame hacerlo mejor a mí

Esta expresión es muy frecuente cuando hablamos de niños que están empezando a ganar cierta autonomía y desenvolverse con algunas tareas pequeñas. Muchos padres se frustran cuando ven que no hacen las tareas de forma rápida y perfecta, por lo que suelen acabar apartando al niño y tomando ellos las riendas de la tarea. Este tipo de expresiones, aunque parecen inofensivas, envían al niño el mensaje de que no es capaz de hacerlo, de que no tiene sentido esforzarse porque no lo hace bien. Además, se le impide aprender y adquirir habilidades que en el futuro le permitirán hacerse autónomo.

Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca de algunas frases que nunca se deberían decir a los hijos. Ser padre o madre es una tarea compleja donde no hay un manual de instrucciones. Esto hace que muchos padres terminen sintiéndose frustrados o desbordados por las exigencias de la crianza. En los momentos de estrés, pueden sentirse sobrepasados y decir palabras hirientes, aunque esto no lo justifica. Es clave que los adultos sepan regularse, ya que su función es la de ayudar a los más pequeños a escuchar y validar sus emociones con el fin de gestionarlas. Se hace esencial evitar las comparaciones, los ataques directos a su persona, las imposiciones sin explicación o la invalidación emocional.

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