¿Por qué nos da vergüenza ir al psicólogo? La ciencia nos da la respuesta

Tomar la decisión de acudir al psicólogo no es fácil. Entre otras razones, la vergüenza y el temor a ser juzgados o etiquetados dificultan el pedir ayuda a profesionales.

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En los últimos años hemos asistido a un enorme progreso en materia de salud mental. La sociedad está empezando a comprender la importancia del bienestar emocional, lo que ha favorecido una normalización cada vez mayor del hecho de acudir a terapia. Aunque es cierto que se han producido cambios, aún queda mucho camino por recorrer. Sigue existiendo estigma en torno a los problemas psicológicos y todavía son muchas las personas que rechazan acudir al psicólogo por vergüenza, miedo y desconocimiento.

A día de hoy, siguen estando presentes numerosos mitos acerca de la psicoterapia y la figura del propio psicólogo. Estas creencias desajustadas de la realidad impiden a una parte de la población dar el paso de pedir ayuda. Así, se siguen sosteniendo ideas absurdas como que la terapia psicológica es cosa de locos y débiles o que la labor de un psicólogo puede ser desempeñada por un amigo o conocido. Escuchar continuamente estas afirmaciones lleva a que mucha gente posponga el inicio de la terapia a pesar de necesitarla, por no hablar de quienes no llegan a ponerse en manos de un profesional de salud mental nunca.

Por supuesto, el temor y las dudas son una reacción normal ante el desconocimiento. La realidad es que acudir a terapia por primera vez no es fácil, pues nos exponemos ante otra persona sin filtros ni caretas como nunca antes lo habíamos hecho. Aunque el proceso terapéutico puede ser de gran ayuda, esto no significa que sea un camino de rosas.

Este proceso implica momentos en los que la persona se siente vulnerable, debe enfrentar desafíos y tiene que trabajar para modificar comportamientos desadaptativos. No obstante, todo este trayecto es recorrido de la mano de un profesional, que posee un bagaje de habilidades que le permiten manejar la situación para que la persona se sienta arropada en todo momento. En este artículo vamos a hablar acerca de por qué nos genera tanta vergüenza el hecho de acudir al psicólogo y qué papel tienen los mitos y el desconocimiento en este sentido.

Ambivalencia antes de acudir a consulta

Muchas personas saben con seguridad que necesitan acudir al psicólogo. Sin embargo, algo parece frenar su decisión. Se buscan excusas y justificaciones para dar rodeos y posponer el comienzo de la terapia, que a veces nunca se llega a producir. Por supuesto, tomar la decisión de iniciar un tratamiento psicológico no es un asunto sencillo.

A los ya mencionados prejuicios y mitos se añaden otros aspectos, como la dificultad de la persona para mirar de frente a sus problemas. Aunque no parezca una estrategia muy racional, lo cierto es que cuando algo nos angustia podemos tratar de ignorarlo y hacer como si no estuviera ahí. Sin embargo, esto sólo funciona a corto plazo. Con el tiempo, la situación puede continuar empeorando si no se dispone de la ayuda profesional indicada

Podríamos pensar que la vergüenza y el miedo se disipan cuando una persona decide llamar finalmente a un psicólogo para concertar su primera cita. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. En estos momentos, aunque la persona ha dado el paso de pedir ayuda, lo cierto es que experimenta emociones ambivalentes y contradictorias.

Por un lado, esperanza e ilusión por hallar una solución a los problemas y el sufrimiento que le producen. A veces, este optimismo se vuelve algo idealista, pues la persona puede esperar del profesional que este resuelva todos sus conflictos de un plumazo (algo que nunca sucede). Por otro lado, el paciente también siente miedo ante lo desconocido, pues le preocupa ser juzgado por el profesional, compartir sus secretos con un desconocido, no recibir comprensión, etc. También puede aparecer rechazo ante la idea de conectar con vivencias pasadas desagradables que se habían guardado en algún rincón olvidado de la mente. Todas estas emociones se entremezclan unas con las otras, aunque finalmente pesan más los aspectos a favor de acudir que aquellos en contra.

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¿ Por qué sentimos vergüenza en torno a la idea de ir al psicólogo?

Afortunadamente, la salud mental ya no es un asunto vinculado a manicomios o a la clásica figura del “loco”. Las cosas han cambiado mucho y, de hecho, estamos asistiendo a un gran movimiento en favor de la desestigmatización de la salud mental. Entonces…¿Por qué hay tantas personas que siguen avergonzándose de pedir ayuda?

Aún hay mucha gente que posee estereotipos y prejuicios acerca de la psicología y la figura del psicólogo. Todavía se asocia el acudir a terapia con haber perdido la cabeza e incluso con ser débil o poco competente. Esto hace que las personas que están en un proceso de terapia eviten abrirse al respecto incluso con sus seres queridos, pues temen ser juzgadas o etiquetadas de forma injusta.

A nivel cultural, también influye la calidad de la educación emocional que recibimos. Así, en un mundo donde se califican las emociones como negativas y positivas se suele demonizar cualquier estado interno desagradable. Nos han enseñado a no llorar, a no quejarnos ni marcar límites para no molestar. Esto hace que, siendo adultos, tengamos muchos problemas para reconocer abiertamente que no podemos con todo o que no nos encontramos bien. En definitiva, actuamos como superhéroes de cara a la galería aunque por dentro estemos rotos. Ensalzamos las partes positivas de la vida a la vez que ocultamos las menos agradables.

Despejando mitos sobre ir al psicólogo

Como ya comentamos, una de las razones más relevantes que nos llevan a sentir vergüenza hacia la idea de ir al psicólogo tiene que ver con el desconocimiento. Los mitos y prejuicios acerca de acudir a terapia hacen que muchas personas descarten pedir ayuda a pesar de necesitarla. Por ello, nunca está de más desmentir las creencias erróneas.

1. Solo los locos van al psicólogo

La psicología es una ciencia que se pone al servicio de cualquier persona que esté experimentando dolor emocional a lo largo de su vida. Así, el profesional brinda a su paciente un espacio único en el que este será escuchado sin juicios ni críticas de por medio, brindándole herramientas para empezar a resolver las cuestiones que le preocupan. No siempre debe existir un diagnóstico concreto para que alguien se beneficie de la psicoterapia. Hay quienes acuden a terapia porque se encuentran perdidos o porque simplemente quieren sentirse mejor.

2. Quienes van al psicólogo son débiles

El hecho de que alguien reconozca abiertamente que no se siente bien no le hace débil, sino humano. Todos somos susceptibles de atravesar malos momentos y a veces no logramos salir adelante solos. Aceptar esto implica que la persona quiere encontrar una solución a su malestar y tiene la valentía de enfrentarse a sus propios problemas.

3. Una vez que empiezo a ir al psicólogo no puedo dejarlo

Son muchas las personas que creen que una vez que inician terapia deberán continuar yendo siempre. Sin embargo, esto no es en absoluto así. Por un lado, la terapia tiene una duración variable dependiendo de cada persona y sus circunstancias. Hay quienes van solo durante unos pocos meses y quienes necesitan acudir durante varios años. Por otro lado, el paciente siempre es libre de dejar de acudir siempre que quiera aunque la terapia no haya terminado. Obviamente, lo ideal es que la persona hable con su terapeuta sobre sus motivos para abandonar y ver si se puede hallar alguna solución. En cualquier caso, nunca debe permanecer si siente que no quiere seguir.

4. Los psicólogos leen la mente

Ser psicólogo no es sinónimo de ser vidente. Aunque leer la mente podría facilitar esta profesión, la realidad es que los psicólogos son humanos y sólo conocen aquella información que su paciente les facilita.

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5. La familia y los amigos pueden actuar como psicólogos

Seguramente, tu entorno cercano sea una importante fuente de apoyo y es cierto que esto es de gran ayuda para empezar a sentirte bien. Sin embargo, tus amigos y familiares no son profesionales y por ello pueden, a pesar de su buena intención, cometer errores. Además, probablemente a ellos no les cuentes todo lo que piensas por miedo a que se preocupen, te juzguen o no te entiendan. Al fin y al cabo, en las relaciones todos cumplimos un rol que nos lleva a no ser cien por cien sinceros. Por ello, ante un problema de salud mental es crucial que intervenga un profesional cualificado, ya que éste aceptará todo lo que le cuentes de forma abierta y sin juzgarte.

6. La terapia produce mejoría inmediata

Aunque los psicólogos son profesionales, no tienen una varita mágica que cambie todo de golpe. La mejoría en psicoterapia se caracteriza por ser progresiva, de manera que el alivio irá haciéndose más notable poco a poco. Es imposible resolver todo de una vez, pues los problemas deben abordarse uno a uno. Además, la recuperación no siempre es lineal y pueden producirse picos, recaídas y altibajos.

7. Los psicólogos cobran por escuchar

Se suele decir que los psicólogos ganan dinero por escuchar. Sin embargo, este tipo de afirmaciones resultan muy duras teniendo en cuenta que son profesionales con una extensa formación a sus espaldas. Además del grado o licenciatura, los psicólogos suelen contar con varios másteres de especialización y cursos de formación continua, dado que la ciencia del comportamiento es muy compleja y requiere formarse y reciclarse continuamente.

Aunque hablar y escuchar es una parte de la terapia, el psicólogo no se limita a esto en absoluto. Detrás del trabajo obvio que se ve, estos profesionales realizan numerosas tareas como corregir pruebas, elaborar informes, preparar la consulta, priorizar objetivos, reevaluar el curso de la terapia, valorar cómo abordar ciertas cuestiones, aplicar técnicas, etc.

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