10 señales de que posees Madurez Emocional

La madurez emocional se define como la capacidad de lidiar adecuadamente con los retos cotidianos de la vida. Esta nos permite crecer, conocer nuestro mundo interior y poseer herramientas para gestionar todo tipo de situaciones.

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Siempre que hablamos de madurez tendemos a pensar que esta cualidad se obtiene con el simple paso de los años. Sin embargo, aunque la experiencia vital nos ayuda a lidiar con la realidad desde una disposición más templada y serena, esta relación no es una simple secuencia causa-efecto, pues entre medias influyen diversos factores. Esto explica por qué dos personas de una misma edad pueden adoptar un comportamiento radicalmente distinto en términos de madurez.

Aunque utilizamos la palabra madurez de manera habitual, en realidad esta tiene una definición algo abstracta. En general, las personas maduras son aquellas que aprenden a vivir la vida desde una disposición de aceptación, queriéndose a sí mismas y sabiendo relativizar y establecer prioridades. Madurar es un proceso que no se da por el simple transcurso del tiempo, sino que requiere otros ingredientes como voluntad y capacidad de introspección. A continuación, en este artículo vamos a hablar acerca de qué es la madurez emocional y cuáles son las señales que la caracterizan.

¿Qué entendemos por madurez emocional?

La madurez emocional se define como la capacidad de lidiar adecuadamente con los retos cotidianos de la vida. Las personas maduras son aquellas que han logrado evolucionar y crecer gracias a un conocimiento profundo de su mundo interior, lo que les ha permitido obtener herramientas para gestionar todo tipo de situaciones. Alcanzar la madurez no nos hace inmunes al dolor, pero sí contribuye a que no suframos más de lo necesario.

Este proceso se encuentra muy relacionado con el desarrollo de la inteligencia emocional, de forma que madurar implica aprender a gestionar nuestras emociones, establecer límites, empatizar sin desbordarnos, priorizar y reconocer nuestro propio valor como personas. Aunque los problemas propios de la vida son una constante a cualquier edad, la madurez es la clave para manejarlos eficientemente, algo que suele ocurrir cuando hemos vivido muchas experiencias y cumplimos años. Por ello, muchas veces nuestra capacidad de resiliencia crece a medida que avanzamos en la vida, aunque como ya comentamos la edad no siempre es garantía de madurez.

Las características de las personas maduras emocionalmente

A continuación, vamos a comentar algunas señales clave que caracterizan a las personas maduras.

1. Aprendes a soltar

Madurar implica aprender a dejar ir personas y cosas que ya no nos aportan lo que necesitamos. Aunque dar este paso puede ser muy doloroso, aprender a hacerlo es crucial para avanzar en la vida y no atascarse en un lugar donde ya no podemos crecer. Por el contrario, la inmadurez nos lleva muchas veces a insistir en un punto determinado aunque ya no haya nada que hacer, generando mucho más sufrimiento del necesario.

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2. Aprecias el pasado pero no te escondes en él

La madurez nos ayuda a mirar hacia el pasado sólo para extraer aprendizajes aplicables al presente. Es decir, nos permite utilizar nuestras experiencias previas para desenvolvernos mejor en situaciones actuales. Sin embargo, las personas maduras nunca caen en la idealización de los tiempos pasados, pues son conscientes de que desde la distancia todo se percibe mejor. Por ello, se enfocan en aquello que están viviendo en el presente. En cambio, la inmadurez muchas veces lleva a mirar hacia atrás y perderse en un pasado que se ve mejor de lo que realmente fue. Así, en lugar de afrontar el presente, muchas personas intentan esconderse en un pasado idealizado.

3. No se mezcla el componente racional con el emocional

La inmadurez muchas veces se hace notable cuando se mezclan pensamientos y emociones. El estado emocional termina muchas veces por pesar más que los pensamientos, lo que lleva a que en muchos casos no midamos aquello que hacemos y decimos. En cambio, las personas maduras hacen un esfuerzo consciente por separar su parte racional de la emocional. Así, en lugar de dejar que las emociones lleven la batuta, hay una reflexión previa y una conciencia de las emociones y pensamientos que los demás pueden estar experimentando. Esto ayuda a comunicarse con los demás de forma asertiva, defendiendo los propios derechos sin que ello implique herir o molestar a los demás.

4. Acciones a favor del cambio

Cuando las personas maduras identifican algo que no le gusta o preferirían que fuese distinto, en lugar de centrarse en lo mucho que les molesta ese algo tienden a esforzarse por cambiarlo. En el caso de que el cambio no fuese posible, adoptan una actitud de aceptación, con el fin de no entrar en una espiral de sufrimiento innecesaria. En cambio, la inmadurez suele llevar a muchas quejas improductivas que solo sirven para hacer ruido en lugar de mejorar la situación.

5. Empatía con límites

Las personas maduras son capaces de comprender las emociones de los demás y siempre están dispuestas a escuchar activamente sin desviar la interacción hacia su propia persona. Siempre tienen en cuenta cómo el otro se puede sentir y se involucran en la medida de lo posible para ayudar. Sin embargo, no dejan que su capacidad empática juegue en su contra y saben marcar límites para que las emociones ajenas no les abrumen.

Además, saben hasta qué punto pueden ayudar y no cargan sobre sus espaldas el peso de salvar a todo el mundo. Muchas veces, la inmadurez puede llevarnos a practicar una empatía dañina, en la que nos creemos capaces de resolver todos los problemas a nuestro alrededor. Así, en lugar de ayudar eficazmente, nos sobrepasamos y terminamos por desgastarnos por querer dar más de lo posible.

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6. Aceptas tus errores

La madurez permite adoptar una actitud más compasiva con uno mismo. En lugar de aspirar a la perfección absoluta, se logra reconocer que los errores son parte de la vida y una forma de aprender. Por ello, las equivocaciones dejan de verse como un enorme problema y se relativizan. Sencillamente, estas se utilizan como enseñanza para no tropezar con la misma piedra en el futuro. Reconocer que tenemos límites y que no todo sale bien a la primera es una señal inconfundible de madurez, aunque siempre sin perder el ánimo de esforzarnos para mejorar en la medida de lo posible.

7. Abrazas tu propia vulnerabilidad

Aunque muchas veces podemos pensar que mostrarnos fuertes ante los demás nos ayudará a sentirnos más valorados, nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que implicarnos en relaciones significativas con los otros requiere armarse de valor para abrirse emocionalmente, dejando ver no sólo la faceta más fuerte y segura, sino también las dudas, los miedos e inseguridades. Reconocer la propia vulnerabilidad y mostrarla sin miedo a ser juzgados es un ejercicio de madurez que, además, nos ayudará a comunicarnos mejor con los demás y pedir ayuda cuando lo necesitamos.

8. El orgullo no te impide retractarte

Muchas veces podemos herir a los demás sin una intención maliciosa. Sin embargo, en el momento en que esto sucede debemos reconocer el error y pedir perdón. Aunque disculparse puede parecer sencillo, muchas veces la inmadurez nos lleva a primar el orgullo antes que el deber de remendar el error. Nos justificamos y hacemos todo lo posible por no aceptar que hemos cometido una equivocación. En cambio, madurar nos ayuda a hacernos cargo del daño que podemos haber causado sin intentar camuflar o negar lo sucedido.

9. Aprecias a tu familia

Todos atravesamos momentos más o menos complicados en relación con nuestra familia, especialmente durante la adolescencia. La inmadurez nos puede hacer infravalorar a nuestros seres queridos, pues solo nos enfocamos en sus defectos y en las diferencias que nos separan de ellos. Sin embargo, cuando vamos ganando madurez dejamos de ver a nuestros padres y otros allegados como enemigos y entendemos que su experiencia puede ayudarnos en nuestro paso por la vida. Esto hace que, a medida que crecemos, tendamos a priorizar el pasar tiempo con la familia y valorar los momentos junto a ella.

10. La opinión de los demás deja de condicionarte

Cuando somos inmaduros tendemos a brindar una enorme importancia al juicio que los demás hacen de nosotros, hasta el punto de hacer cosas que no queremos simplemente para encajar en las expectativas que ellos tienen de nuestra persona. Sin embargo, con el paso del tiempo aprendemos a guiarnos por nuestro propio criterio y dejamos de dar relevancia a lo que otros opinan. Como mucho, podemos tener presente el juicio de nuestros allegados, pero siempre hacemos lo que en nuestro interior consideramos mejor.

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Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca de la madurez emocional y las señales que la caracterizan. Aunque la edad y la experiencia favorecen la adquisición de madurez, lo cierto es que esto no constituye una relación directa causa-efecto, pues hay otras variables que influyen en este sentido. Así, dos personas de la misma edad pueden mostrar niveles diferentes de madurez. En general, la madurez nos permite conocernos mejor y desarrollar inteligencia emocional, de forma que afrontamos la vida con mayor templanza y entereza. Al madurar, obtenemos herramientas para lidiar con la adversidad, por lo que nos volvemos más resilientes.

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