Los dos tipos de heridas y cómo curarlas correctamente

Te contamos los tipos de heridas de forma sencilla mediante su agrupación en dos grandes bloques. También exploramos el proceso de cicatrización y la prevalencia de cada una.

Tipos heridas cómo curarlas

El ser humano se encuentra expuesto a inclemencias tanto intrínsecas como extrínsecas de forma continua, por lo tanto, no es de extrañar que aproximadamente el 30 % de la población mundial presente algún tipo de cicatriz en su tejido corporal. La piel es susceptible a dañarse.

Por suerte, los seres vivos nos regeneramos hasta cierto punto, ya que las células muertas durante un traumatismo pueden ser sustituidas por otras nuevas. ¿Os imagináis cómo sería la vida de los animales si todas las heridas permanecieran abiertas tras un accidente? Desde luego, la permanencia de las especies en la Tierra se vería, cuanto menos, limitada.

Así pues, las cicatrices dibujan un mapa de nuestra historia de forma permanente sobre el cuerpo. Aquella señal de la primera caída en bicicleta, ese profundo corte que nos hicimos al cocinar, esa horrible caída por las escaleras que terminó con una visita a urgencias… los traumatismos son una parte tan esencial de la existencia como el respirar, pues todos sufrimos accidentes en algún momento de nuestra vida al relacionarnos con el medio.

Tras esta extensa introducción, debemos resaltar que conocer los tipos de heridas se hace esencial para saber cómo abordarlas después de que se produzcan. Más allá de la naturaleza anecdótica (todos hemos escuchado el “ponte algo frío”), existen diversos artículos de revisión médica que clasifican estas lesiones y nos muestran cuál es el cuadro de actuación más óptimo. Aquí te mostramos todo lo que debes saber sobre el mundo de las heridas.

Los dos tipos de heridas y su gravedad

La Wound, Ostomy and Continence Nurses Society (WOCN) define a una herida como “una interrupción en la estructura y funciones de la piel y de los tejidos subyacentes, relacionada con diversas etiologías, como los traumatismos, las cirugías, la presión sostenida y las enfermedades vasculares”. Aun así, se requieren ciertas apreciaciones para comprender del todo este término. Vamos allá.

Por lo general, desde el instante en el que se produce una herida se empieza a dar un proceso de cicatrización, el cual es ininterrumpido y secuencial, hasta que se produzca el cierre completo de la lesión. En los casos en los que el corte supera la epidermis y atraviesa la dermis, el organismo no es capaz de sustituir el tejido altamente especializado que se encontraba ahí antes del traumatismo. Por ello, se sustituye por un tejido conectivo, que como podréis adivinar, forma las cicatrices que hemos descrito con anterioridad.

Este nuevo tejido no solo es irregular, sino que presenta algunas características como menor irrigación vascular, cambios de color importantes o una menor resistencia y elasticidad. Es por esta razón que las cicatrices son reconocibles en el cuerpo humano a primera vista. Desde luego, todas las cicatrices son derivadas de una lesión previa, pero no todas las heridas dan lugar a una cicatriz.

Las heridas pueden clasificarse según múltiples características, siendo algunas de ellas las siguientes:

  • Profundidad de la lesión.
  • Extensión.
  • Localización.
  • Suciedad evidente, es decir, si existen cuerpos extraños o signos de infección en el lugar del traumatismo.

Por otro lado, una herida puede clasificarse como aguda o crónica. Cuando una lesión permanece estancada durante más de 21 días en cualquiera de las etapas regenerativas estamos ante una herida de naturaleza crónica. Un déficit nutricional en el paciente, mala oxigenación de los tejidos, altas cargas bacterianas locales, el exceso de humedad o un estrés fisiológico y emocional continuado pueden dificultar la cicatrización de una herida.

Desde un punto de vista más aplicado, diversos estudios dilucidan la prevalencia de las heridas en la población general. Por ejemplo, en una investigación epidemiológica llevada a cabo en un hospital de México con más de 300 pacientes repartidos en 14 unidades hospitalarias distintas, se descubrió que las heridas traumáticas representaban casi el 60 % de las lesiones, seguidas de aberturas espontáneas tras intervenciones quirúrgicas (12 %) úlceras de pierna y pie (11% y 10%, respectivamente) y quemaduras (4%). Así pues, como es de esperar, los cortes y daños rutinarios son las heridas más recurrentes en la población general.

Una vez dilucidados todos estos importantes datos y términos, vamos a enumerar algunos tipos de heridas divididos en dos grandes agrupaciones.

1. Heridas agudas

Una herida aguda es una lesión normal que causa una ruptura en la piel. A medida que esta comienza a sanar, es normal que el paciente experimente hinchazón localizada, dolor y enrojecimiento, pues el sistema inmune está trabajando de forma contínua para evitar que la superficie lesionada se infecte por bacterias y otros microorganismos.

Los antibióticos y los desinfectantes cutáneos se pueden aplicar con el fin de evitar la proliferación bacteriana, y también se pueden recetar al paciente antiinflamatorios no esteroideos con el fin de reducir la hinchazón y el dolor local. Por suerte, las heridas agudas suelen ser auto resolutivas, es decir, se cicatrizan por sí solas a lo largo del tiempo.

Dentro de este grupo podemos encontrar a los arañazos, rozaduras, cortes superficiales, erosiones, quemaduras leves, etc. De nuevo, estamos ante un criterio meramente personal, pues cada fuente bibliográfica puede agrupar a las lesiones de los tejidos de una infinidad de formas.

Herida abierta

2. Heridas crónicas

Una herida crónica es aquella que requiere de un periodo de cicatrización muy extenso, pues generalmente en seis semanas no se ha producido un cierre completo de la misma. En España, el coste anual de tratamiento de este tipo de lesiones se ha estimado en torno a los 435 millones de euros, correspondiendo el 18,9 % de los fondos destinados a la atención primaria, una cifra para nada desdeñable.

Aquí encontraríamos a las heridas incisas profundas, pues el tiempo de cicatrización es lento y se requiere de atención sanitaria (por ejemplo, la aplicación de puntos) o las úlceras. Veamos en detalle la tipología de este interesantísimo grupo final. Las úlceras se pueden dividir en varias categorías según su gravedad y lugar de afectación:

  • Úlceras por presión: son lesiones que se localizan en la piel y tejidos circundantes. La presión física y el tiempo al que se expone al tejido a la misma son esenciales para su desarrollo.
  • Úlceras de la extremidad inferior: se caracterizan por la pérdida de tejido entre la pierna y el pie. Son producto de una mala circulación sanguínea.
  • Úlceras venosas: producidas por un reflujo sanguíneo que genera la necrosis localizada de los tejidos mal irrigados.

Nos dejamos otros ejemplos como podrían ser las úlceras neoplásicas, arteriales o de origen diabético, pero creemos que la idea queda clara: este tipo de lesión de difícil recuperación se suele producir por un sometimiento continuado a fuerzas de fricción o por una mala irrigación local por algún trastorno del paciente.

No existe un tratamiento único para todas las úlceras, pues cada una puede tener un agente causal diferente. De todas formas, el camino a seguir suele ser limpiar la zona afectada con compuestos estériles de forma continuada para evitar infecciones y estimular la regeneración del tejido, ya sea mediante componentes nutricionales o medicamentos que faciliten el proceso.

La mejor de las soluciones suele ser evitarlas en primer lugar, pues las úlceras cutáneas son muy comunes en pacientes parcial o totalmente inmóviles. En estos casos, con cambiar la posición corporal de la persona afectada cada cierto tiempo se evita que una zona concreta sufra una presión desmedida de forma continuada, lo que previene el desarrollo de la úlcera.

Herida crónica

Consideraciones finales

Hemos decidido presentarte una clasificación sencilla en dos grandes grupos, pues esto nos permite aprovechar espacio para encuadrar a las heridas desde un punto de vista epidemiológico y explicar de forma clara cómo se da el proceso regenerativo.

Esto en ningún caso supone una división “oficial”, pues según la fuente consultada, la clasificación de los tipos de heridas cambia drásticamente: abiertas, contusas, incisas, punzantes, penetrantes, crónicas, agudas.... El mundo de estas lesiones, como podemos ver, es extensísimo.

De todas formas, una cosa queda clara: el sentido común prima a la hora de atajar una lesión. Por suerte (ya sea por evolución o por herencia cultural), el ser humano suele intuir cuándo una herida requiere de atención médica. Si no se observa una mejoría (aunque sea mínima) tras varios minutos de la producción de la herida o si esta ha sobrepasado la epidermis, la visita al médico se hace obligada.

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