Los 5 tipos de epidemias (y sus características)

Un aumento abrupto en la incidencia de una enfermedad constituye una epidemia, pero no todas son iguales ni tienen la misma gravedad.

Tipos de epidemias

La palabra “epidemia” nos asusta. Y más en estos tiempo, pues a fecha que se escribe este artículo (19 de marzo de 2020), el mundo está en medio de la pandemia por el Covid-19, uno de las emergencias sanitarias más graves de nuestra historia reciente.

Pero una epidemia no implica que todo el mundo vaya a sufrir una enfermedad. Es un término que hace referencia a un aumento abrupto en la incidencia de una enfermedad concreta, afectando así a un número inusualmente elevado de personas pero en un espacio limitado.

A diferencia de una pandemia, una situación mucho más grave en la que una enfermedad cruza fronteras de muchos países, una epidemia es un brote localizado. La propagación de la patología suele limitarse a un punto concreto o a una ciudad, pero sin extenderse por todo el mundo.

Ahora bien, no todas las epidemias son iguales, pues no todas las enfermedades siguen la misma vía de transmisión ni tienen la misma facilidad para propagarse. Por ello, en el artículo de hoy presentamos los principales tipos de epidemias, detallando tanto sus características como dando ejemplos de cada una de ellas.

¿Qué es una epidemia?

Una epidemia es una situación en la que en un lugar y en un tiempo concreto, se observa un aumento inusualmente abrupto en la incidencia de una enfermedad concreta, ya sea contagiosa o no. Generalmente se trata de enfermedades infecciosas, pero como veremos a continuación, no tiene por qué ser así.

Una epidemia hace referencia a un aumento considerable en el número de casos de una enfermedad que suele limitarse a una ciudad o región e incluso a un país, pero sin llegar a cruzar fronteras. Una pandemia podría considerarse una epidemia que ocurre al mismo tiempo en prácticamente todos los países del mundo.

El ejemplo más claro de epidemia es lo que ocurre con la gripe. Dependiendo de la estación del año en la que nos encontremos, cada país sufre una epidemia de gripe en un momento concreto, pero no sucede simultáneamente en todo el mundo.

Por lo tanto, una epidemia es una situación en la que un número más o menos grande de personas que habitan un mismo territorio sufren la misma enfermedad. Y una de sus principales características es que se observa un aumento rápido de los casos para dar paso a una también rápida reducción de la incidencia, hasta el punto que prácticamente no hay casos.

¿Las epidemias son graves?

Por sí solas, no. Su gravedad dependerá de muchos factores: la capacidad para propagarse entre personas, la gravedad del patógeno (si la enfermedad es de origen microbiológico) y de las medidas que se tomen para frenarlas.

Cada año nos enfrentamos, al menos, a una epidemia: la de la gripe. La mayoría de epidemias no son graves ya que suelen estar causadas por patógenos con los que llevamos mucho tiempo conviviendo. Las bacterias y virus que nos hacen enfermar más habitualmente no quieren hacernos más daño del necesario, pues ellos lo que quieren es que estemos lo más saludables posibles para desarrollarse y replicarse.

Por lo tanto, la palabra “epidemia” no debe alarmarnos. Es un proceso natural que cursa sin mayores complicaciones, a excepción de, quizás, la población de riesgo. Pero sí que hay situaciones en las que deben extremarse las medidas de contención, pues pueden derivar en situaciones graves.

Y es que las pandemias empiezan siempre siendo una epidemia. Por ello, hay que analizar el contexto de la epidemia. Si esta epidemia está provocada por un patógeno “nuevo”, cuidado. Porque si la bacteria o el virus nunca ha entrado en contacto con los humanos, esta falta de inmunidad colectiva puede hacer que sea imposible evitar que derive en una pandemia, especialmente si el germen tiene facilidades para transmitirse de persona a persona.

Además, en los países pobres, las epidemias sí que pueden causar desastres. Y es que la desnutrición, la falta de medicamentos, la inaccesibilidad a agua potable y las pobres medidas higiénicas hacen no solo que la evolución de la epidemia sea más pronunciada, sino que patógenos que en teoría no deberían causar graves daños, puedan matar a mucha gente.

Por ello, es de vital importancia conocer los distintos tipos de epidemias que existen, pues no todas son iguales. Algunas se resuelven por sí solas sin mayores problemas y otras deberían encender las alarmas de las instituciones sanitarias.

¿Cuáles son los principales tipos de epidemias?

Una epidemia está relacionada siempre con un aumento en la incidencia de una enfermedad concreta. Pero no todas las enfermedades son iguales. Algunas están provocadas por gérmenes y otras por la ingesta de toxinas, algunas pueden propagarse entre personas y otras no, algunas tienen periodo de incubación largo y otras no, algunas pueden provocar la muerte y otras son leves, etc.

Dependiendo de las características de la enfermedad responsable de la epidemia, esta será de un tipo u otro. En función de esto, las epidemias tendrán una evolución distinta, es decir, los casos se prolongarán en el tiempo de forma diferente. Y es de acuerdo a este progreso de la epidemia que se clasifican en los siguientes 5 tipos.

1. Epidemia puntual

Es el caso más común en los brotes de enfermedades que ocurren en restaurantes. Imaginemos que durante un servicio, dan a los consumidores marisco en mal estado. Casi todas las personas que comieran ese marisco en mal estado, enfermarán rápidamente, con un periodo de incubación muy corto. Y, además, presentarán los síntomas casi al mismo tiempo. Esto es una epidemia puntual.

Se diagnostican todos los casos casi de forma simultánea pero la enfermedad se limita a una población muy concreta: los que acudieron a ese restaurante y comieron el marisco. En una epidemia puntual no hay riesgo de que la enfermedad se propague de persona a persona, pues los patógenos o toxinas responsables de estas patologías no suelen ser contagiosos. En cuanto se resuelva el problema en el restaurante, no se sirva más esa comida y las personas superen la enfermedad, la epidemia se dará por finalizada.

2. Epidemia contínua

Una epidemia contínua es muy similar a la puntual, aunque en esta caso la exposición al patógeno o toxina ha sido más prolongada en el tiempo. Suelen ser brotes de enfermedades que tienen un periodo de incubación más largo que las de la epidemia puntual, pero siguen sin ser causadas por patógenos que puedan transmitirse de persona a persona.

Se trata de epidemias en las que hay más casos de la enfermedad, pues al tener un periodo de incubación más largo, pasa más tiempo hasta que aparecen los primeros síntomas. Esto hace que las autoridades no sepan que hay una epidemia hasta que más gente se ha expuesto al patógeno o toxina concreta. En el caso de una epidemia contínua, el aumento en el número de casos será más paulatino, al igual que la reducción, pues cada persona se habrá contagiado en un momento u otro.

De todos modos, sigue sin haber riesgo de que derive en situaciones alarmantes, pues no hay contagio entre personas de la enfermedad. Un ejemplo de estas epidemias es el que ocurre con las enfermedades que se propagan por el agua en lugares donde no hay sistemas de saneamiento, algo que sucede especialmente en países pobres.

3. Epidemia intermitente

Una epidemia intermitente es aquella que sucede por las mismas enfermedades que la contínua pero que van apareciendo y desapareciendo con el tiempo. De hecho, lo más común no es que ocurran epidemias contínuas, sino intermitentes.

Y es que en la mayoría de regiones en las que suceden epidemias contínuas no suelen tener los recursos necesarios para garantizar que esa epidemia no volverá a suceder. Este tipo de epidemias van reapareciendo con el tiempo pero siguen sin ser causadas por patógenos que se transmiten entre personas. Cuando no se soluciona el problema que dio lugar a una epidemia contínua, lo más probable es que esta se convierta en una intermitente.

4. Epidemia propagada

Las epidemias propagadas responden a nuestra idea común de “epidemia”. Son aquellas en las que hay un aumento en la incidencia de enfermedades causadas por patógenos, ya sean bacterias o virus, que sí que pueden transmitirse entre personas. Son las más frecuentes y, además, las que tienen el potencial de convertirse en pandemias. La gripe es el ejemplo más claro.

De todos modos, la gravedad de la epidemia dependerá de cómo se transmite por la población y de la agresividad del virus. Las epidemias propagadas pueden hacer referencia a enfermedades que se transmiten a través de alimentos, por la picadura de mosquitos, por las relaciones sexuales o, en el peor de los casos (en el sentido que es muy difícil controlar la propagación de la epidemia), por el aire o por el contacto directo o indirecto con personas infectadas.

En este caso, el número de casos es mucho mayor y se tarda bastante en tiempo en llegar al pico de la epidemia. Después empiezan a reducirse los casos, pero para evitar que la epidemia vuelva a aparecer hay que aplicar medidas (vacunación, contención, fármacos…) ya que sino habrá que esperar a que la población desarrolle inmunidad frente al patógeno en cuestión.

En el caso del Covid-19, la crisis empezó con una epidemia en Wuhan. El problema es que la falta de inmunidad colectiva, su capacidad de transmitirse por el aire y la posibilidad de contagio durante el periodo de incubación hizo que reuniera todas las condiciones necesarias para que la epidemia derivara en una pandemia.

5. Epidemia mixta

La epidemia mixta es aquella en la que aparecen muchos primeros casos de forma abrupta, que sufren la enfermedad y se recuperan, pero al cabo de un tiempo la incidencia de esta vuelve a aumentar, ahora de forma mucho mayor. Es decir, es juntar la epidemia puntual con la propagada.

Suelen estar causadas por enfermedades en las que un patógeno da muchos casos concentrados en un breve lapso de tiempo pero además tiene la capacidad de transmitirse entre personas. No es el tipo de epidemia más frecuente, pero sí que ocurre a veces con algunas enfermedades transmitidas por la contaminación fecal de alimentos y que son contagiosas, como por ejemplo la shigellosis. De todos modos, el control de la epidemia es más sencillo, pues estos patógenos no se transmiten por el aire.

Referencias bibliográficas

  • Centers for Disease Control and Prevention. (2012) “Introduction to Epidemiology”. Principles of Epidemiology in Public Health Practice.
  • World Health Organization. (2018) “Managing epidemics: key facts about major deadly diseases”. WHO.
  • Chakraborty, R. (2015) “Epidemics”. Encyclopedia of Global Bioethics.
  • Qiu, W., Rutherford, S., Mao, A., Chu, C. (2017) “The Pandemic and its Impact”. Health, Culture and Society.
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