Los 12 tipos de fiebre (características y riesgos para la salud)

Dependiendo de cuál sea la causa y de cómo evoluciona con el tiempo, estaremos ante un tipo de fiebre u otra, que es un mecanismo de defensa de nuestro cuerpo.

Tipos de fiebre

La fiebre consiste en un aumento temporal más o menos pronunciado de la temperatura corporal. Se trata de una manifestación clínica de que algo en nuestro organismo no funciona como debería, generalmente porque estamos sufriendo una infección.

Aunque es algo muy subjetivo y que depende de cada persona en función de cuál sea su temperatura “normal”, se considera que una temperatura entre los 37’2 °C y los 37’9 °C es una febrícula, es decir, el famoso “tener unas décimas”. Todo lo que esté por encima de los 38 °C ya es fiebre.

Y aunque venga acompañada de síntomas y de malestar general, la fiebre es nuestro mejor mecanismo de defensa frente a las infecciones y otros procesos inflamatorios, pues con este aumento de la temperatura corporal se consigue estimular el sistema inmune y, en caso de que algún patógeno esté involucrado, se limita su crecimiento.

Más allá de esto, la fiebre puede tomar formas muy distintas, por lo que se clasifica en distintos tipos en función tanto de cómo progresa en el tiempo y de cuál es su origen, es decir, el desencadenante. En el artículo de hoy analizaremos cada uno de estos tipos.

¿Qué tipos de fiebre existen?

La fiebre ayuda a nuestro cuerpo a superar enfermedades y a combatir amenazas potencialmente peligrosas, por lo que no debe ser algo que nos preocupe, pues es señal de que el organismo está luchando contra algo. Solo cuando la fiebre es superior a los 39’4 °C habría que solicitar atención médica.

Y en función de su progreso y del motivo por el que se tiene fiebre, esta puede clasificarse en distintos tipos. A continuación los analizaremos uno por uno.

1. Según su progreso

Todos hemos tenido fiebre alguna vez, y sabemos que no siempre progresa del mismo modo ni se alcanzan picos de temperatura iguales. Por ello, en función de cómo evoluciona en el tiempo, hay cuatro tipos de fiebre.

1.1. Febrícula

La febrícula es aquel aumento de la temperatura corporal que no llega a superar los 37’9 °C, por lo que no se considera fiebre como tal. Además, no hay un pico claro de temperatura, sino que se mantiene estable en esas “décimas de más” durante un tiempo más o menos largo. Algunas infecciones leves, como por ejemplo el resfriado común, cursan con esta febrícula.

1.2. Fiebre en pico

La fiebre en pico es la más frecuente en las enfermedades infecciosas, con la gripe como más claro ejemplo. Es aquella fiebre superior a los 38 °C en la que el aumento de la temperatura corporal alcanza de forma más o menos rápida un pico en el que se mantiene un tiempo y luego empieza a bajar progresivamente con o sin tratamiento.

La diferencia con la febrícula es que la temperatura máxima que se alcanza es superior y que el progreso de la fiebre sigue una curva de crecimiento, mientras que en la febrícula es algo estable.

1.3. Fiebre remitente

La fiebre remitente no es tan común como las dos anteriores. Algunas enfermedades inflamatorias (generalmente reumáticas, es decir, por trastornos en las articulaciones) hacen que la temperatura suba y baje a lo largo del día, haciendo que haya picos de fiebre que van apareciendo y desapareciendo. Es decir, durante un mismo día, la fiebre “va y viene”.

Es una fiebre en pico, aunque en este caso, después de volver a la temperatura base, esta vuelve a aumentar.

1.4. Fiebre recidivante

Propia de enfermedades poco frecuentes en los países desarrollados como por ejemplo el paludismo, la fiebre recidivante es aquella similar a la remitente, aunque en este caso los picos de fiebre no aparecen y desaparecen el mismo día, sino que se tiene fiebre durante varios días, después unos días con temperatura normal y después se vuelve a tener fiebre, siguiendo así un ciclo.

2. Según su causa

Si bien es cierto que las infecciones son el motivo por el que más frecuentemente desarrollamos fiebre, hay muchas otras situaciones y enfermedades no infecciosas que pueden disparar este aumento de la temperatura corporal. Y es que cualquier patología que requiera de un activación del sistema inmune hará que el cuerpo recurra a la fiebre para combatirla de forma más efectiva.

2.1. Fiebre por infección

Infecciones pulmonares, gastrointestinales, bucales, de la garganta… En la práctica totalidad de veces que un patógeno coloniza alguno de nuestros órganos o tejidos, tenemos fiebre. Y es que este aumento de la temperatura corporal es un mecanismo de defensa de nuestro cuerpo para eliminar esta amenaza lo más deprisa posible.

Con la fiebre, el sistema inmune trabaja de forma más rápida y, además, como los gérmenes más comunes solo crecen bien a 36-37 °C, con este aumento de la temperatura se frena su crecimiento.

2.2. Fiebre por trastorno autoinmune

Entramos ya en el terreno de todas las causas de fiebre en las que no entra en juego ninguna infección, pues aunque la mayoría de veces está vinculada a ellas, también hay otros detonantes. Un trastorno autoinmune es toda aquella patología inflamatoria (artritis, lupus, hepatitis autoinmune…) que aparece porque, debido a alteraciones genéticas, las células del sistema inmunitario atacan a células de nuestro propio cuerpo porque, erróneamente, las consideran como amenazas, es decir, las atacan como si fueran patógenos.

La fiebre aparece porque el cuerpo cree que está combatiendo una infección.

2.3. Fiebre oncológica

La presencia de cánceres también suele disparar un aumento de la temperatura corporal, y es que el sistema inmune detecta estos crecimientos tumorales e intenta neutralizarlos. De hecho, el sistema inmune actúa de la misma manera contra estos cánceres que contra las bacterias, virus y cualquier tipo de patógeno. Por ello, para trabajar de forma más activa y eliminarlo antes de que provoque daños, la temperatura corporal aumenta.

Desarrollamos muchos tumores a lo largo de nuestra vida, aunque la mayoría de ellos desaparecen antes de que den problemas gracias a la acción de las células inmunitarias.

2.4. Fiebre por vacuna

Las vacunas, aunque varían mucho en la composición, son, básicamente, patógenos inactivos. Cuando se desarrolla una vacuna, se utilizan partes de las bacterias y virus contra los que se quiere que la persona desarrolle inmunidad. De este modo, una vez en nuestro cuerpo, el sistema inmune detecta estas partes y las “memoriza”, de manera que cuando reciba el ataque de ese patógeno real, podrá detectarlo rápidamente y eliminarlo antes de que nos provoque la enfermedad.

Las vacunas nos dan inmunidad sin tener que enfermar. Sin embargo, es común que las vacunas provoquen algo de fiebre. Y no porque sean tóxicas, sino simplemente porque el sistema inmune cree que realmente está siendo atacado, pues cree que esas partes inactivas son el patógeno real. Por ello, el cuerpo aumentará la temperatura para estimular el sistema inmune.

Además, la fiebre tiende a ser baja ya que el organismo ve rápidamente que aquello no es una amenaza peligrosa.

2.5. Fiebre por dentición

En los bebés, la dentición, es decir, el crecimiento de los dientes a través de las encías, puede causar un ligero aumento de la temperatura corporal, aunque generalmente es una febrícula. Y es que la salida de los dientes provoca un proceso inflamatorio en las encías, motivo por el que a veces se observa este aumento de temperatura.

De todos modos, si es superior a los 38 °C, habría que ir al médico, pues la dentición no llega a provocar una fiebre como tal, por lo que lo más probable es que el bebé sufra alguna infección.

2.6. Fiebre como efecto secundario de medicamentos

Hay algunos medicamentos y fármacos que tienen la fiebre como posible efecto adverso, y es que estas sustancias, especialmente los antibióticos, pueden provocar un (generalmente) ligero aumento de la temperatura corporal.

Aproximadamente el 5% de los efectos secundarios del consumo de fármacos están vinculados a la aparición de fiebre, aunque esta desaparece sin mayores complicaciones al finalizar el tratamiento en cuestión. Excepto en casos aislados, esta fiebre, que también recibe el nombre de fiebre medicamentosa, no llega nunca a ser grave.

2.7. Fiebre por la presencia de coágulos

Relacionada con los trastornos vasculares, la fiebre también suele ser la manera que tiene el cuerpo de eliminar los coágulos. Con un aumento de la temperatura corporal, el organismo busca acelerar todos los procesos inmunes e inflamatorios para eliminar cuanto antes este coágulo antes de que obstruya algún vaso sanguíneo.

2.8. Fiebre de origen desconocido

La fiebre de origen desconocido es aquella condición clínica en la que se observa una temperatura superior a los 38’3 °C pero para la que no se puede encontrar el motivo. Al menos de forma aparente, no hay infección, no hay problemas autoinmunes, no se padece cáncer y tampoco se están tomando medicamentos… Ninguna prueba de análisis de sangre ni de diagnóstico por imágenes detectan que haya nada “raro” en el cuerpo de la persona.

De todos modos, aunque no se encuentre la causa de la fiebre, mientras esta desaparezca a los pocos días no tiene por qué ser señal de nada grave. El problema viene cuando esta fiebre de origen desconocido se prolonga durante más de 3 semanas, en cuyo caso los médicos deben encontrar la enfermedad de fondo y analizar de forma más exhaustiva.

Uno de los principales motivos de este tipo de fiebre es una inmunodepresión, como la provocada, por ejemplo, por el virus del VIH.

Referencias bibliográficas

  • Walter, E.J., Hanna Jumma, S., Carraretto, M., Forni, L. (2016) “The pathophysiological basis and consequences of fever”. Critical Care.
  • Ogoina, D. (2011) “Fever, fever patterns and diseases called 'fever' - A review”. Journal of Infection and Public Health.
  • Avner, J.R. (2009) “Acute Fever”. Pediatrics in Review.
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