¿Qué es la Autocompasión? 4 formas de trabajarla

La autocompasión implica adoptar una actitud amable y comprensiva con uno mismo, especialmente en aquellos momentos en los que cometemos fallos y errores. En lugar de flagelarnos, tratarnos con compasión alivia nuestro sufrimiento en lugar de amplificarlo.

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Cuando alguien se encuentra sufriendo, inmediatamente tratamos de arropar a esa persona, comprendiendo su dolor y empatizando con su situación. Esta forma de actuar ante el malestar ajeno es algo que tenemos muy interiorizado. Sin embargo, cuando somos nosotros mismos los que atravesamos malestar por el motivo que sea (un fracaso, una pérdida, un error…) tendemos a ser mucho más duros y exigentes.

En lugar de tratarnos con cariño, nos fustigamos y nos culpabilizamos por nuestras equivocaciones. Sin embargo, aprender a ser compasivos con nosotros mismos de la misma manera que lo somos con los demás es algo esencial para nuestra salud mental. Y es que la voz interior de nuestra cabeza y la forma en la que esta nos habla tienen mucho más impacto en nosotros de lo que pensamos.

En este sentido, en psicología se ha desarrollado el concepto de autocompasión. Si desconoces de qué se trata continúa leyendo, pues puede ayudarte a mejorar esa relación tan importante que es la que mantienes contigo mismo.

¿Qué es la autocompasión?

En términos generales, la autocompasión tiene que ver con adoptar una actitud amable y comprensiva con uno mismo, especialmente en aquellos momentos en los que cometemos fallos y errores. En lugar de flagelarnos y machacarnos continuamente, tratarnos con compasión nos permite aliviar nuestro sufrimiento en lugar de amplificarlo.

A diferencia de lo que se suele creer, la autocompasión poco tiene que ver con el victimismo. Trabajar la compasión hacia nuestra persona no significa estar compadeciéndose continuamente de uno mismo. La compasión no se trabaja desde la lástima y la pena, sino desde la consciencia y la humanidad.

La autocompasión no es muy diferente de la compasión que podemos sentir hacia otros. Cuando sentimos compasión somos conscientes, en primer lugar, de que una persona está sufriendo y detectamos que está pasando por un momento difícil. En segundo lugar, la compasión nos lleva a sentirnos conmovidos por el sufrimiento ajeno, empatizamos con la situación del otro y deseamos ayudar en la medida de lo posible.

Finalmente, la compasión nos hace ver que el fracaso y las imperfecciones nos hacen humanos y forman parte de la propia vida, por lo que se acepta que estén ahí. Todo este proceso que fluye espontáneamente cuando se trata del error ajeno no aparece, por norma general, cuando somos nosotros mismos los que nos hemos equivocado.

En este sentido, ninguno de los extremos es saludable. Maltratarnos cada vez que algo no sale bien es dañino, pero también lo es vivir creyendo que somos las eternas víctimas y que no podemos hacer nada frente a las situaciones que se nos presentan. Las investigaciones señalan que las personas que alcanzan el equilibrio entre ambos polos y desarrollan adecuadamente la autocompasión son aquellas que disfrutan de una mejor salud psicológica.

Esta cualidad se asocia con la satisfacción vital, la felicidad, el optimismo, la conexión social y la resiliencia. De la misma manera, la autocompasión se asocia con menores niveles de autocrítica, ansiedad, depresión perfeccionismo, rumia, etc. Kristin Neff, psicóloga centrada en el estudio de la autocompasión, considera que esta engloba tres componentes principales:

  • Bondad hacia uno mismo: Ser cálidos con nuestra propia persona cuando sentimos malestar emocional es una parte esencial de la autocompasión. Ser buenos con nosotros mismos no implica que no debamos reconocer nuestros fallos y defectos, pero tampoco es compatible con machacarse mediante críticas destructivas.

  • Humanidad común: La autocompasión implica reconocer que el fracaso, el error y el sufrimiento son una parte más de nuestra experiencia humana.

  • Conciencia plena: La autocompasión implica gestionar nuestras emociones de forma adecuada, sin caer en la represión ni en la exageración de las mismas. La persona que es capaz de ser compasiva consigo misma puede contemplar sus emociones negativas desde la naturalidad, con una disposición receptiva en la que se aceptan los pensamientos y sentimientos tal y como son. Las personas capaces de ser compasivas consigo mismas no se sobreidentifican con sus emociones, sino que las aceptan con cierta distancia.

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Formas de trabajar la autocompasión

A continuación, vamos a comentar algunos ejercicios que pueden ser de gran ayuda para trabajar la autocompasión.

1. Destina tiempo a pasar tiempo a solas

Vivimos en un mundo hiperconectado donde parece prácticamente imposible pasar tiempo en soledad. No pasar tiempo con nosotros mismos puede dificultar que conectemos con nuestro mundo interior, ya que nos dejamos llevar por las distracciones del día a día.

Muchas personas ni siquiera son conscientes del lenguaje tan negativo que emplean para dirigirse hacia sí mismas. Por ello, un primer paso para empezar a ser más compasivos con nuestra persona implica encontrarnos, pasar tiempo a solas (pero de verdad, sin móviles de por medio) y escuchar esa voz interior para ver cómo es.

2. Cambia la perspectiva

Este ejercicio consiste básicamente en darle la vuelta a la tortilla y analizar la situación desde un prisma diferente. Piensa en cómo tratarías a una persona que aprecias si se encontrase en tu situación. ¿Le criticarías duramente o empatizarías con ella?

Cuando son los demás los que se equivocan, aceptamos que esto es normal y sentimos compasión hacia esa persona que se siente mal por haber fallado. Ahora es momento de aplicar este mismo patrón a nosotros mismos. Recuerda siempre acompañarte a ti mismo de la misma manera en que acompañas a los demás cuando atraviesan momentos difíciles.

3. Autocompasión no es victimismo

Tal y como comentábamos antes, la autocompasión no implica en absoluto encasillarse en el rol de víctima. Dramatizar y regodearnos en nuestro malestar es tan nocivo como no saber acoger nuestro malestar. Trata de aceptar nuestras emociones con naturalidad es un paso esencial para ser compasivos sin caer en el victimismo.

De la misma manera, recuerda que no tienes que dejarte llevar por los acontecimientos, pues en la medida de lo posible debes procurar tomar las riendas y llevar a cabo acciones que te permitan afrontar las situaciones que tienes frente a ti. No olvides que tener compasión no significa que dejes de tener responsabilidad sobre tus acciones.

4. Cultiva tu autoestima

La baja autoestima muchas veces tiene su raíz en mecanismos psicológicos muy destructivos. A veces, nos criticamos con mucha dureza cuando nos equivocamos y caemos en generalizaciones. A partir de un error, asumimos que todo nos sale mal, que somos un desastre… De la misma manera, muchas veces podemos caer en el error de poner el foco principal en los aspectos negativos (aquello que no nos sale bien), en detrimento de los positivos (aquello que sí nos sale bien).

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¿Cómo nos puede ayudar la autocompasión?

Ser compasivos con nosotros mismos puede ayudarnos profundamente a sentirnos mejor a nivel emocional. A continuación, vamos a ver algunos beneficios psicológicos derivados de la autocompasión.

1. Favorece la empatía

Sí, lo que lees. Cuando una persona se trata a sí misma con compasión, esto también favorece su capacidad para empatizar con los demás. Esto permite que las relaciones personales se vean reforzadas, ya que se es capaz de comprender a los otros de manera más sincera y profunda.

2. Brinda serenidad

Muchas veces somos nuestro peor enemigo. Nos machacamos tanto a diario que vivimos en un estado continuo de tensión, ya que actuamos como el más duro juez con nosotros mismos. Por ello, aprender a tratarnos con compasión puede ser la manera de lograr sentirnos más calmados en la vida cotidiana, pues nos liberamos de la presión a la que nos sometemos cuando nos criticamos duramente.

3. Incrementa la resiliencia

Muchas veces no podemos controlar ni cambiar las situaciones que suceden en nuestra vida. Sin embargo, sí que podemos trabajar para cambiar la manera en la que las gestionamos. Aprender a ser más compasivos con nosotros mismos nos permite afrontar la adversidad con una mejor disposición, sin caer en el papel de víctimas ni culpabilizarnos por los errores que cometemos.

4. Mejora el autoconocimiento

Aprender a ser más compasivos con nosotros mismos requiere hacer un ejercicio de introspección, mirar hacia dentro y ver cómo nos hablamos en las distintas situaciones que atravesamos. Así, la autocompasión puede ayudarnos a conocernos mejor al percibir nuestras emociones y pensamientos desde un prisma nuevo.

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Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca de la autocompasión, una cualidad que, si logramos desarrollarla, puede ser beneficiosa para nuestra salud mental. Generalmente, tenemos asumido que, cuando una persona sufre, debemos apoyarla y empatizar con su dolor. Sin embargo, cuando somos nosotros los que sufrimos al equivocarnos, fallar o fracasar, tendemos a actuar de manera bien distinta.

Nos juzgamos y criticamos con dureza, lo que puede mermar seriamente el bienestar psicológico. Lejos de significar victimismo o dramatización, la autocompasión implica tratarnos con el mismo cariño con el que tratamos a los demás. Adoptar esta disposición nos permite sentirnos más serenos, ser más resilientes, conocernos mejor y ser más empáticos con las personas que tenemos alrededor, lo que favorece nuestras relaciones personales.

Trabajar la autocompasión requiere paciencia, pues muchas veces tenemos muy automatizado el uso de un lenguaje interior dañino. Sin embargo, pasar tiempo a solas, cultivar nuestra autoestima y ver nuestras emociones y pensamientos desde otra perspectiva puede ser de ayuda.

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