¿Cómo cambia la relación de pareja después de tener hijos?

La llegada de los hijos constituye un momento especial para la pareja. Sin embargo, la crianza del recién nacido también conlleva cambios profundos que pueden mermar la relación si no se gestionan adecuadamente.

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Tener hijos es una experiencia única en la vida. Los que desean vivirla pueden sentir muchas ganas e ilusión que se entremezclan con miedos y dudas. Al fin y al cabo, es frecuente que las parejas sufran cambios en su relación tras la llegada de un bebé. La crianza, especialmente en los primeros meses, plantea desafíos importantes que requieren una base firme para que la relación entre los progenitores no se quiebre. El cansancio, los cambios, la incertidumbre… son algunos de los ingredientes que pueden complicar la vida como pareja tras convertirse en padres. Por ello, en este artículo hablaremos sobre los cambios que se viven en la pareja cuando llegan los hijos.

La llegada de los hijos: el estrés de los cambios

Cuando una pareja espera un bebé, ambos progenitores viven cambios importantes en su vida y su relación. Sin embargo, los retos y desafíos de cada uno serán diferentes. Por su parte, la madre se siente cansada. El embarazo puede ser agotador, sobre todo cuando se acerca el momento del parto. Tras dar a luz, ella vive importantes cambios hormonales a los que se añade el propio estrés de los primeros meses de crianza. Aunque se presupone la implicación igualitaria de ambos en los cuidados del recién nacido, ella puede lidiar con cuestiones que no afectan al padre, como por ejemplo la lactancia.

El vínculo que la madre forma con su bebé es único y especial, ya que es ella quien ha llevado en su interior al pequeño durante nueve meses. Aunque el amor ayuda a sobrellevar el agotamiento, a veces criar puede resultar una tarea difícil si además no se cuenta con el apoyo de la familia extensa, algo frecuente a día de hoy.

El padre en esta situación debe ejercer un apoyo incondicional. Acompañar a la madre en los momentos más complicados, sostener y colaborar en todo aquello que sea posible. Cuando los progenitores vuelven a retomar el trabajo, muchas veces se desencadenan más roces y discusiones fruto del estrés que conlleva tener tantas responsabilidades y tan poco tiempo de desahogo y descanso.

Tener un bebé implica aceptar que los primeros momentos desde el nacimiento requieren una entrega casi total al recién nacido. Así, es natural que la vida en pareja se resienta en los comienzos porque el espacio que queda para el vínculo entre los padres es reducido. Sobrellevar estos cambios tan profundos implica tener un marcado sentido de la responsabilidad, mucha organización, reparto adecuado de tareas y grandes dosis de amor y sentido del humor.

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Cómo cambia la relación de pareja tras los hijos

Como ya hemos visto, la relación de pareja experimenta cambios importantes con la llegada de los hijos. A continuación, vamos a concretar qué cambios se producen exactamente.

1. Déficit de sueño

El cambio más obvio que se experimenta tras tener un hijo tiene que ver con la reducción de la cantidad de sueño. Los padres pasan unos meses complicados donde levantarse por las noches se convierte en una práctica habitual. Así, durante el día es natural que haya cansancio e irritabilidad. Esta falta de descanso suele implicar más tendencia a las discusiones y los roces, pues el agotamiento impide lidiar bien con el estrés que suponen los cuidados al reducir la paciencia.

2. Cambio de roles

La llegada del bebé hace que los progenitores inicien una nueva etapa en su vida, especialmente cuando se trata del primer hijo. Ambos comienzan a asumir un nuevo rol en sus vidas, que sobre todo al principio parece eclipsar el resto de sus facetas como individuos. Especialmente la mujer, por la intensidad del vínculo que forma con su bebé, puede sentir que ya no tiene espacio para ser pareja, hija, amiga… además de madre. Eso puede generar agobio y provocar tendencia al aislamiento, pues todas las energías se vuelvan en atender al recién nacido.

3. Discrepancia en la crianza

Otro problema común tiene que ver con las discrepancias a la hora de educar a los hijos. Muchas parejas que deciden convertirse en padres asumen que, dado que mantienen una relación, es obvio que coincidirán en la manera de criar. Sin embargo, esto no siempre es así. Si no se ha mantenido una charla previa para aclarar los aspectos más esenciales, puede que se generen muchos conflictos una vez que el bebé haya nacido. Así, es posible que la visión de cómo se debe criar sea diferente y, en un clima de por sí estresante, las cosas se pongan más difíciles en la pareja.

4. Menor dedicación a la vida en pareja

Como venimos comentando, la llegada de un bebé supone una vorágine de responsabilidades y cuidados que transforma la vida. La casi total dedicación al bebé implica una reducción del tiempo disponible para cuidar la pareja, lo que puede enfriar el vínculo. Hay menos comunicación, no se hacen planes para dos, se deterioran las relaciones sexuales… y todo ello puede marchitar el amor. Aunque se trata de un período transitorio, dependiendo de cómo se gestione puede dañar de forma más o menos importante la relación.

5. Cambio en el estilo de vida

Algo evidente es que la llegada de un bebé supone un cambio radical en el estilo de vida. En el momento en el que la criatura llega al mundo, esta se convierte en el centro y en la prioridad. Por ello, ambos progenitores dejan a un lado la vida que tenían previamente, en la que contaban con libertad para hacer lo que quisieran en cada momento.

Cuando se adopta el rol de padre, el tiempo y los horarios establecidos son aquellos que se acomodan al pequeño. Este aspecto es muchas veces pasado por alto cuando se decide tener hijos, y sin embargo es uno de los más importantes. Muchas veces, padres y madres sienten que no les han contado toda la verdad acerca de lo que supone la crianza, ignorando que traer una vida al mundo requiere una entrega desmedida durante meses y años.

6. Implicación desigual

En circunstancias normales, la implicación de ambos progenitores debería ser la misma. Es decir, ninguno de los dos debería sentir que está tirando solo del carro. Sin embargo, muchas mujeres experimentan frustración al ver que el padre no se implica en la crianza y las tareas como debería. Esta falta de compromiso recíproco es, lógicamente, un importante problema que puede acabar con la relación de pareja. Si ya de por sí convertirse en padres es agotador, esta experiencia se hace insostenible cuando no hay cooperación y trabajo en equipo.

7. Deterioro de la vida sexual

Como ya adelantamos previamente, tener hijos roba tiempo e intimidad a la pareja. Todas las energías van orientadas al bebé, lo que dificulta que quede algo para la vida sexual. A su vez, el tener menos relaciones o de peor calidad hace que la relación no pase por su mejor momento, de forma que la situación se retroalimenta.

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¿Qué se puede hacer para mantener viva la pareja tras los hijos?

Como vemos, la pareja transita muchos cambios tras la llegada del primer hijo. Sin embargo, eso no significa que la ma/paternidad sea sinónimo de crisis en la relación. Es importante seguir algunas recomendaciones para mantener la sintonía a pesar del estrés propio de los cuidados.

1. Esfuerzo

Sí, tal y como lees el esfuerzo es esencial. Se suele decir que el amor nace solo, es espontáneo y nunca se fuerza. Sin embargo, esto no es exactamente así. En los momentos de dificultad, es importante que ambos pongan de su parte para sobrellevar la situación de la mejor manera posible. Este esfuerzo implica prestar atención a los detalles, cuidar del otro, escucharle y dedicarle tiempo dentro de lo posible. Lógicamente, con un recién nacido la vida cambia, pero eso no debe implicar que la pareja sea abandonada. En la rutina se puede sorprender y ayudar al otro de mil formas.

2. No actúes como si el otro fuera el problema

En muchos casos, el estrés y el cansancio generan tensiones y eso lleva a que ambos se comporten como si el otro fuese el problema. Sin embargo, cuando hay conflictos este no es el mejor abordaje que se puede hacer para resolverlos. El problema está ahí y ellos son dos personas que atraviesan unas circunstancias complicadas. Nada es blanco o negro, hay cabida para el gris. Por eso, escuchar a la pareja y abrirse a su punto de vista permite encontrar un punto común y soluciones conciliadoras.

3. Implicación equitativa

Cuando una pareja se lanza a la aventura de tener hijos, esta debe actuar como un equipo coordinado. Ambos deben poner de su parte y colaborar para que la carga se reparta de forma justa. Por supuesto, hay tareas que el padre no puede hacer (por ejemplo, dar el pecho), pero hay otras muchas que sí. Por ello, la implicación es esencial para que el sistema familiar esté equilibrado y se reduzcan los conflictos y el estrés. De lo contrario, si es sólo uno el que lleva sobre sus hombros el peso de criar, es cuestión de tiempo que termine explotando.

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