8 errores que todo buen psicólogo debe evitar (y cómo prevenirlos)

El ejercicio de la profesión de psicólogo no es sencillo, por lo que existen algunos errores comunes que pueden dificultar el adecuado curso de la terapia. Conocerlos puede ayudar a trabajar en ellos para prevenir que sucedan.

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Nadie dijo que el trabajo como psicólogo fuese fácil. Acompañar a las personas en un proceso de gran intensidad emocional requiere un gran dominio de la comunicación, buenos conocimientos técnicos, empatía y, por supuesto, una gran dosis de sentido común y prudencia. Esta profesión exige equilibrar a la perfección la profesionalidad y la humanidad, un arte que no siempre es fácil dominar.

Por ello, especialmente en los primeros años de experiencia, es habitual que los profesionales de la psicología cometan errores que dificultan que el curso de la terapia sea el ideal. Todos hemos tenido una primera vez para todo y no cabe duda que de los errores se aprende. Sin embargo, si eres psicólogo quizá te ayude revisar por adelantado algunas de las equivocaciones más habituales en el gremio.

De esta forma, podrás estar más atento a los aspectos que suelen dar pie a mayor dificultad y perfeccionar tu desempeño de manera más rápida. En este artículo vamos a comentar algunos errores que como psicólogo debes tratar de evitar.

¿Qué errores tenemos que evitar los psicólogos?

A continuación, comentaremos los errores más comunes que todo profesional de la psicología debe evitar.

1. Decirle al paciente lo que tiene que hacer

Popularmente, se suele considerar a los psicólogos como una especie de consejeros que indican a las personas qué deben hacer con sus vidas. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Un buen psicólogo no da consejos ni lecciones a la persona que tiene delante. En lugar de adoptar una actitud paternalista, este debe posicionarse al mismo nivel que su cliente y ayudarle a que éste decida lo que es mejor para sí.

El psicólogo es un agente que escucha, acompaña y fomenta la reflexión, pero jamás dicta qué es correcto y qué no. Precisamente, la clave de la terapia es que esta ayuda a la persona a conocerse mejor, identificar sus valores, aprender a tomar decisiones y resolver conflictos, etc. Sencillamente, el psicólogo da un espacio seguro donde el cliente puede adquirir herramientas que luego decidirá cómo y cuándo utilizar. Por ello, un profesional de la psicología nunca debe decirle a sus clientes qué deben hacer, ya que esto sólo contribuye a generar una relación terapéutica de dependencia.

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2. Romper con el deber de secreto profesional

El psicólogo tiene la obligación de mantener el secreto profesional, de manera que no puede revelar información acerca de sus clientes a terceros, salvo en contadas excepciones. Normalmente, el secreto sólo puede ser quebrantado en casos puntuales, como por ejemplo procesos judiciales, situaciones en las que la vida del cliente u otra persona está en riesgo, casos en los que se ha cometido algún delito, etc. En estas situaciones extremas romper el secreto está indicado porque ello va en favor del bien común, pero fuera de ellas es un deber legal el mantener la información confidencial.

3. Indagar sobre una experiencia traumática de manera precoz

Los tiempos en terapia varían enormemente de unas personas a otras. Por ello, es importante prestar atención a las señales que cada una va dando para saber qué camino tomar en el proceso terapéutico. Respetar los ritmos siempre es importante, pero se hace esencial en aquellos casos en los que el paciente acude con una experiencia traumática pendiente por ser elaborada.

En estos casos, intervenir demasiado pronto y forzar a la persona a recordar o entrar en su experiencia dolorosa sin estar preparada puede producir un daño emocional considerable. De esta manera, se puede dar el fenómeno de la revictimización, por el que se ejerce daño sobre el daño en lugar de reparar.

4. Dejarse llevar por los prejuicios

Ejercer la psicología es incompatible con dejarse llevar por los prejuicios, ya que se trata de una profesión que requiere saber mantener una postura neutral ante la realidad de las personas que se atienden. Todos tenemos prejuicios, es inevitable. Sin embargo, reconocer que están ahí y trabajar para que no empañen la profesionalidad es fundamental si se desea ser un buen psicólogo. Al principio, puede que ni siquiera seas consciente de que los tienes, pues suelen estar tan interiorizados que es difícil reconocerlos. En este sentido, contar con el apoyo de otros compañeros de profesión puede ser de ayuda para detectar cuando están hablando los prejuicios y no el profesional.

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5. No reconocer los propios límites profesionales

Ser un buen profesional no significa que se puedan abordar todos los casos que llegan a la consulta. Antes que psicólogo eres humano, por lo que es comprensible que no domines todos los registros. Lo que marca la diferencia es la capacidad de reconocer aquello que no se sabe y delegar. A veces, derivar a un paciente a otro profesional es la mejor decisión, pues hacer terapia sin estar capacitado para ello puede hacer mucho daño. No olvides que estás abordando algo tan delicado como la salud mental, por lo que es crucial tener pies de plomo y no abarcar más de lo posible.

6. Mantener contacto fuera de las sesiones de terapia

Siguiendo el código deontológico de la psicología, se encuentra prohibido mantener relaciones paralelas de cualquier tipo con los pacientes (amistad, amor, familia…), ya que de esta manera los límites de la relación terapéutica serían muy difusos. Por ello, un error a evitar tiene que ver con adoptar una actitud imprudente y rebasar los límites.

Lo ideal es dejar claro desde un inicio las fronteras que se van a fijar, de forma que los pacientes sepan exactamente cómo se van a manejar determinadas situaciones. Por ejemplo, indicar que no se aceptarán regalos, valorar cómo reaccionar si se encuentran en algún lugar público, establecer si se puede tener contacto entre sesiones por algún canal…Muchas veces, los pacientes tratan de fomentar la cercanía personal con su terapeuta cuando la relación terapéutica es cálida. Sin embargo, es responsabilidad del profesional el indicar qué es correcto y qué no.

7. Tolerar continuas cancelaciones y retrasos a última hora

El psicólogo tiene como profesional diversas obligaciones, pero el paciente también debe cumplir con su parte para que la terapia salga adelante. Acudir al psicólogo requiere un nivel mínimo de compromiso e implicación, y ello empieza con algo tan básico como la puntualidad y la asistencia a las sesiones. Sin embargo, no todas las personas muestran la misma seriedad en este sentido, lo que a veces se traduce en ausencias repetidas o cancelaciones frecuentes a última hora.

Como profesional, dejar pasar este comportamiento es un error, pues un proceso terapéutico en el que no existe implicación no puede llegar a un resultado deseable. Por ello, es esencial que, en caso de verte en un escenario como este, no dudes en señalarlo al paciente. De manera asertiva, debes explicarle que la terapia no puede avanzar si no se respetan las sesiones fechadas, haciendo hincapié en que ese tiempo es algo dedicado a él.

8. No saber escuchar

Un buen psicólogo debe ser, sin lugar a duda, un buen comunicador. Sin embargo, comunicar no sólo implica hablar, también requiere saber escuchar. Habitualmente, tendemos a oír a los demás, pero no atendemos su mensaje de forma genuina. Más bien, esperamos a que llegue nuestro turno de intervención para decir eso que consideramos más importante. Ser psicólogo requiere desarrollar lo que se conoce como escucha activa, una habilidad esencial en terapia. Ponerla en práctica es una estrategia clave para comprender la realidad de la persona que tenemos delante y así brindarle la ayuda que necesita. Escuchar activamente implica:

  • Cuidar el lenguaje no verbal, mirar a los ojos al interlocutor, mostrar una postura corporal cercana y una expresión facial que denote interés.
  • Reforzar el mensaje de la otra persona con coletillas.
  • Parafrasear lo que el otro dice para reformular el mensaje con nuestras palabras y confirmar que le hemos entendido.
  • Resumir cada cierto tiempo para extraer la información más relevante.
  • Realizar preguntas para ampliar o aclarar la información recibida.

Aunque hay quienes parecen tener una habilidad natural para escuchar, lo cierto es que esta cualidad puede entrenarse. Por ello, como profesional es recomendable que puedas poner en práctica esta técnica para evitar cometer el error de no escuchar de forma real a tus pacientes.

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Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca de algunos errores comunes que se deben evitar a la hora de ejercer la profesión de psicólogo. Este trabajo no es fácil, pues requiere equilibrar la sensibilidad y empatía con la profesionalidad y el rigor. Especialmente durante los primeros años de desempeño profesional, es fácil cometer algunas equivocaciones. Aunque errar es necesario para poder aprender, conocer de antemano algunos tropiezos comunes es de ayuda para evitar dañar o perjudicar innecesariamente.

En general, podríamos decir que un buen psicólogo es aquel que se atiene al código deontológico y sabe marcar límites con sus pacientes. En este sentido, es crucial saber separar la faceta personal de la profesional y no mantener relaciones paralelas de cualquier tipo con los clientes. Igualmente, necesario es dominar la escucha activa y no caer en el paternalismo dando consejos baratos. Además, es preciso cumplir con el secreto profesional, pedir compromiso a los pacientes y dejar los prejuicios fuera de la consulta.

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