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La familia constituye el primer grupo social al que pertenecemos en nuestra vida. En una situación ideal, la unidad familiar debería brindar apoyo, amor y protección incondicionales. Así, a pesar de que los distintos miembros trazan el camino de su vida, todos poseen una base segura común a la que regresar para encontrar refugio.
Es en el seno familiar donde adquirimos una visión determinada del mundo y unos valores. Es así como todos adquirimos un sentido de quién somos y cómo debemos comportarnos. Para bien o para mal, los primeros vínculos que formamos en nuestra vida establecen el terreno donde se irán situando los cimientos de nuestra persona. Lo cierto es que, si bien hay familias que cumplen su papel de manera correcta, esto no siempre es así.
Son muchos los sistemas familiares disfuncionales que establecen dinámicas perjudiciales para sus miembros. El problema es que muchas veces no se ha conocido otra manera de vivir las relaciones, por lo que nadie repara en que algo falla en ese sistema. Aunque hay diversos tipos de familias disfuncionales, uno de ellos es especialmente frecuente y problemático. Hablamos de las familias aglutinadas, cuyas características describiremos en este artículo.
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¿Qué es una familia aglutinada?
Tal y como su propio nombre sugiere, las familias aglutinadas se caracterizan por ser sistemas en los que los miembros no se han diferenciado como individuos independientes. Todos parecen estar revueltos con pegamento, de manera que no hay roles definidos con claridad. La crianza durante la infancia tiene un carácter marcadamente sobreprotector, impidiendo que los hijos puedan desarrollar su propia identidad adecuadamente.
Siguiendo esta tendencia, nos encontramos con familias que conforman todo un clan en el que cada miembro debe preocuparse por el bienestar del grupo, incluso si eso implica dejar a un lado las propias necesidades personales. Esto se relaciona con una cierta rigidez ante los cambios y la incertidumbre, escenarios que se viven como muy amenazantes. Aunque todas las familias son unidades dinámicas con continuo influjo del exterior, lo cierto es que las familias aglutinadas tienden al hermetismo.
La vida social nunca es prioridad porque ese puesto corresponde a los familiares. El modelo de familia aglutinada puede dañar seriamente el desarrollo psicológico de los miembros, especialmente los hijos. Es por eso que muchas personas que sufren algún tipo de psicopatología proceden de sistemas familiares con estas características. Si bien la familia no es la total responsable de su malestar, no cabe duda de que las dinámicas en casa repercuten intensamente en la salud emocional de los implicados.
Características de las familias aglutinadas
Ahora que ya hemos definido qué es exactamente una familia aglutinada, vamos a comentar algunas de sus características nucleares.
1. Límites desdibujados
Para que una familia funcione de manera adecuada, es necesario que existan límites bien definidos en ella. La existencia de estos límites permite que cada miembro disponga de un espacio privado ajeno al resto de la familia, sin que se produzcan comportamientos invasivos o enjuiciadores. Aunque se aprecia la compañía y el vínculo con los familiares, cada uno de ellos respeta la individualidad del resto. En las familias aglutinadas suele ocurrir que los límites se encuentran desdibujados.
No queda claro el proceso de individuación, pues todos los miembros se encuentran enredados, fusionados, sin espacio personal entre ellos. El papel de cada uno está poco especificado, lo que hace que los roles no se mantengan firmes y se reviertan dependiendo de la situación. En estas familias, se asume la importancia de atender el bienestar del grupo por encima de los deseos personales, por lo que cualquier intento por lograr la individualidad se vive como una auténtica traición. De hecho, se normaliza el entrometerse en los asuntos de cada familiar porque se cree que el pertenecer a un mismo grupo justifica la ausencia de privacidad.
2. Hermetismo ante el exterior
Como ya adelantamos antes, las familias aglutinadas tienden a forman clanes donde se prioriza ante todo el respeto al grupo. De esta manera, la unidad familiar acaba desarrollando un mundo propio con unos códigos y normas totalmente ajenos al exterior. En cierta manera, todos los límites que no hay entre los familiares sí se colocan para formar una barrera invisible ante el mundo. En las familias aglutinadas los hijos pueden encontrar problemas a la hora de vivir experiencias fuera de su sistema. Se encuentran tan sobreprotegidos en un sistema hermético que salir al mundo se presenta como una posible amenaza.
3. Jerarquías inexistentes
En las familias funcionales hay una jerarquía clara de poder y autoridad. Padres e hijos se encuentran en estamentos distintos, por lo que los roles de cada miembro están bien definidos. Sin embargo, en las familias aglutinadas este orden deja de ser tan evidente. Esto conduce a fenómenos como la parentalización, donde los hijos asumen el rol de padres. Así, pueden llegar a asumir que deben cuidar de sus progenitores y velar por su bienestar y no al revés. En ocasiones, también se forman triangulaciones, de manera que los hijos son colocados en medio de sus padres cuando aparecen conflictos.
En lugar de resolver sus problemas directamente, los adultos introducen a un tercero, haciendo que los conflictos no sean resueltos de forma adecuada y creando en los hijos un fuerte sentimiento de ambivalencia y culpa. Estos roles ambiguos también hacen que los padres hablen con sus hijos acerca de cuestiones maritales que no deberían ser de su incumbecia. Esto hace que los progenitores se relacionen con ellos como si fuesen amigos o colegas, lo que confiere un clima extraño a la familia. El matrimonio parece estar formado no sólo por el padre y la madre, sino que también se incluye en esa relación a los hijos de manera directa.
4. Ausencia de autonomía
Como es de esperar, las familias aglutinadas no respetan la autonomía de los miembros. Toda la información se comparte, no hay lugar para la privacidad y hay un sentimiento de lealtad desmedido hacia el grupo. Por ello, incluso cuando ya son adultos, los hijos se comportan como si siguieran necesitando a sus padres antes de tomar cualquier decisión. Como la persona ha crecido sin posibilidad de construir una identidad única y separada de la familia, no conoce otra faceta de sí misma que sea ajena al sistema familiar. Esta ausencia de autonomía puede producir problemas cuando los hijos forman matrimonios y tienen sus propios hijos. A medida que se introducen personas nuevas ajenas a la unidad familiar nuclear, pueden aparecer conflictos relacionados con la dependencia y la falta de límites.
5. Dificultad para la gestión de conflictos
Las familias aglutinadas suelen ser poco hábiles a la hora de manejar los conflictos. Esto no debería sorprender, pues se trata de familias en las que no se admite que exista privacidad o individualidad. Cuando surgen problemas, esto se traduce en que el conflicto acaba por involucrar a todos y cada uno de los integrantes, aunque inicialmente no hayan tenido nada que ver. Todos tienen derecho a opinar y entrometerse, lo que hace que los problemas se magnifiquen y complejicen enormemente.
Por consiguiente, toda la familia en su conjunto entra en un estado de tensión, sin dejar que los realmente implicados puedan resolver sus diferencias con privacidad. Por otro lado, suelen ser familias con dificultad para admitir que hay algo malo en ellas. Generalmente, la crítica siempre se proyecta hacia el exterior. Además, es común que existan numerosos temas y emociones tabú que siempre se ocultan y reprimen de forma más o menos explícita. A veces, la familia puede cargar con algún secreto o situación dramática del pasado que permanece intocable y sobre la que jamás se habla abiertamente.
Conclusiones
En este artículo hemos hablado acerca de las familias aglutinadas, un tipo específico de familia disfuncional en el que predomina la ausencia de límites, los roles poco definidos y la escasa o nula individualidad de los miembros. La familia constituye el primer grupo social al que pertenecemos en nuestra vida. Por ello, las relaciones que formamos dentro de ella representan nuestros vínculos emocionales de referencia. Si en nuestros primeros años poseemos lazos seguros y saludables con nuestros familiares, es más probable que disfrutemos de un desarrollo emocional adecuado.
El problema aparece cuando la familia fracasa a la hora de atender las necesidades emocionales de los hijos de forma correcta. Esto ocurre debido a la aparición de determinados códigos y dinámicas que, de una u otra manera, perjudican su desarrollo y bienestar. Las familias aglutinadas representan sistemas en los que los componentes no poseen límites ni roles claros. Es como si un pegamento les mantuviese unidos y revueltos, de forma que se pierden aspectos esenciales como la privacidad.
Se fomenta una lealtad extrema hacia el grupo, de forma que se enseña la importancia de preservar la unidad familiar incluso si eso supone negar las propias necesidades personales y la propia identidad. Cualquier intento de buscar la individualidad es interpretado por el resto de la familia como una traición en toda regla. Así, los hijos aprenden que no pueden ser nada más que hijos, lo que dificulta su autonomía y su capacidad para encontrar su camino.
