Psicología ambiental: ¿qué es y qué estudia exactamente?

La psicología ambiental es una disciplina que estudia cómo los seres humanos interactuamos, a nivel emocional y mental, con el entorno y la naturaleza que nos rodea.

Psicología ambiental

Hace cientos de años que los seres humanos se han separado completamente de la selección natural y sus mecanismos. Una persona ya no sobrevive o se mantiene en el tiempo según su fitness biológico o capacidad reproductiva, sino que obtiene un mayor o menor estatus en los constructos humanos con base en sus capacidades psicológicas, o lo que es lo mismo, se rige bajo los mecanismos de selección social.

En la “selección social”, mecanismos como la empatía, el altruismo, la capacidad de persuasión y el poder de debate son esenciales. Un ser humano no tiene por qué ser más o menos fuerte para tener más, sino que es el ingenio, la agudeza y la palabra lo que se traduce, en última instancia, en recompensas (aunque no en todos los casos). Dicho de otro modo, la sociedad es nuestro propio mecanismo evolutivo, pues todas nuestras adaptaciones inmediatas van dirigidas a ser más y mejores con respecto a la percepción que tienen los demás de nosotros.

De todas formas, no debemos olvidarnos de que somos animales, y como todo ser vivo, dependemos del entorno para prosperar. Las enseñanzas de la psicología ambiental cimentan esta y otras muchas ideas de gran interés, a nivel tanto biológico como psicológico. Si quieres saber más sobre esta temática, sigue leyendo.

¿Qué es la psicología ambiental?

La psicología ambiental es una rama psicológica interdisciplinaria que focaliza su conocimiento e investigación en la interacción de los individuos con el entorno. Dicho de otro modo, esta disciplina explora cómo la naturaleza y la sociedad nos modulan como individuos, con todos los efectos (tanto positivos como patológicos) que esto conlleva. Además, se trata de una herramienta aplicada, ya que busca soluciones a problemas concretos (como cuestiones ambientales), con el fin de mejorar el bienestar individual y ecosistémico por igual.

Según fuentes científicas, la urbanización y aislamiento de los ambientes naturales por parte del ser humano ha supuesto diversos daños para los individuos a nivel psicológico, aunque claramente también reporta eventos positivos. Por ejemplo, la esperanza de vida aumenta cada vez más, pero los trastornos psicológicos, sobre todo de tipo depresivo y ansioso, están en un auge histórico. Siendo externos al entorno y conviviendo agrupados ganamos supervivencia, pero también perdemos en bienestar emocional.

Las dinámicas de los núcleos urbanos han traído muchas cosas positivas, pero a cambio del detrimento de dos realidades necesarias para el ser humano: la pérdida de espacios naturales y la pérdida de espacio propio. Para entender la psicología ambiental, es necesario tener en cuenta una serie de rasgos y patrones que nos caracterizan como especie. Vamos a ello.

1. Atención humana

Para poder entender el comportamiento humano basado en el entorno, antes hay que descifrar cómo cada uno de nosotros percibimos lo que nos rodea. Para ello, hay que escindir el ambiente en dos tipos de estímulos: aquellos que captan nuestra atención de forma voluntaria y subconsciente, y los que debemos buscar de forma activa (con cierto componente de fatiga), o lo que es lo mismo, mediante mecanismos conscientes.

Uno de los pilares de la psicología ambiental es el siguiente: restaurar la capacidad voluntaria de los seres humanos con el fin de dirigir su atención de forma consciente es clave para aumentar la eficacia y bienestar individual.

Qué es psicología ambiental

2. Percepción y mapas cognitivos

Desde el inicio de los albores de la cultura humana, ha sido de gran interés discernir cómo el ser humano plasma lo que le rodea con base en lo que realmente es. Nuestra especie razona mediante mapas cognitivos, representaciones mentales que nos sirven para adquirir, codificar, almacenar, recordar y decodificar información sobre las ubicaciones relativas y los atributos de los fenómenos en su entorno espacial (cotidiano o metafórico).

Cabe destacar que, de forma paradójica, los humanos percibimos el ambiente como “más” y “menos” de lo que es. Mediante el desarrollo de mapas cognitivos, concebimos el entorno como una realidad externa relativamente objetiva, pero también como un constructo que depende de nuestras experiencias y el conocimiento previo (“más”). De todas formas, no somos capaces de abarcar todo el entorno, pues solo tenemos un cuadro visual concreto y asumimos que este va a ser continuo (“menos”).

3. Ambientes humanos preferidos

Los seres humanos tendemos a buscar espacios en los que nos sentimos útiles y competentes, o lo que es lo mismo, entornos que podemos entender y con los que es sencillo interactuar. Además del componente utilitario, un ambiente preferencial debe ser coherente (patrones y estabilidad) y legible (capacidad de navegar por él sin perderse). Todos estos factores contribuyen a la concepción de un espacio concreto y, por ende, a que lo prefiramos sobre el caos.

Además, un ambiente preferido debe tener cierta complejidad (suficiente para permitir el dinamismo) y “misterio” (prospecto para ganar más información sobre él). La psicología ambiental estipula que es necesario preservar y restaurar los espacios ambientales preferidos para mantener el bienestar emocional individual.

Bajo esta misma premisa se escinde otro concepto clave de esta disciplina: la surgencia del estrés y la ansiedad como fallo de la preferencia ambiental. La falta de predictibilidad del entorno, la presencia de estresores cognitivos y la constante exposición a estímulos son rasgos de un ambiente maladaptativo en el entorno natural. Por ello, cambiar el ambiente humano en estos frentes ayudaría a mantener la integridad individual.

La utilidad de la psicología ambiental: un caso práctico

Analizar las interrelaciones entre las personas y los ambientes puede otorgar soluciones a problemas en el ámbito clínico, aunque no lo parezca. Por ejemplo, los seres humanos desarrollamos vínculos socioafectivos con el propio entorno en el que nos desarrollamos (Place attachment), integramos los estímulos ambientales y lo externo como parte de nuestras memorias, crecimiento y vivencias (Place identity) y somos capaces de reconocer el papel que juega el ambiente en nosotros como individuos (environmental consciousness). Todos estos rasgos humanos se pueden aplicar.

Por ejemplo, el estudio Environmental Psychology Effects on Mental Health Job Satisfaction and Personal Well Being of Nurses evaluó todas estas premisas con tres grupos muestrales diferentes: enfermeras trabajadoras en entornos hospitalarios con elementos naturalizados disponibles, enfermeras trabajadoras en entornos cerrados con vista a un entorno naturalizado y enfermeras que trabajaban en hospitales sin ningún tipo de diseño enfocado al bienestar psicológico o ergonomía.

En el grupo muestral de estudio, 100 enfermeras trabajaron en un entorno cercano a un núcleo que simulaba un jardín, cuya disposición y diseño había sido creada con base en una serie de directrices psicológicas. Las profesionales podían salir a descansar a placer en este entorno naturalizado, que contaba con lianas, follaje, piedras y un pequeño estanque con una cascada. Tras un tiempo, se realizó una encuesta de satisfacción laboral y estudio psicológico a todas las trabajadoras, incluyendo a aquellas que ejercían su labor en instalaciones sin entorno naturalizado.

Como podrás imaginar, la media de salud laboral fue significativamente más alta en las profesionales que tenían acceso al jardín naturalizado dentro del propio horario laboral. Vamos más allá, pues los cuadros de ansiedad presentados fueron mucho menores en aquellas que podían acceder a entornos naturalizados o verlos desde una ventana, en comparación con las trabajadoras en un entorno frío y mal planteado a nivel psicológico. Lo mismo ocurre con otros cuadros más severos, pues el índice de depresión y los síntomas somáticos también se reducían de forma significativa en las enfermeras con acceso a exteriores armoniosos.

Jardín hospital

Resumen

¿Qué sacamos de todas estas ideas tan etéreas? En resumen, se puede afirmar que el entorno nos modula, nos guste o no. Un ambiente cerrado, opresivo y caótico es un entorno maladaptativo para todo ser vivo y, por ello, no se concibe como normal tener un hámster en una jaula con luces de colores y un altavoz sonando en todo momento. Entonces, ¿por qué los seres humanos nos permitimos a nosotros mismos someternos a tanto estrés, caos, falta de estímulos positivos e hiperestimulación negativa?

La psicología ambiental trata de grabarnos a fuego, mediante sus teorías y conocimiento, la idea de que el ambiente nos afecta mucho más allá del frío o calor. Es necesario fomentar la presencia de ambientes humanos preferidos (seguros, útiles, dinámicos e interesantes) para que nos sintamos útiles y en paz con el entorno. Solo así mejorará también nuestra productividad como especie, pero también el bienestar como individuos.

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