Los 7 tipos de perfeccionismo (y sus características)

Una persona perfeccionista es aquella que, de forma consciente o inconsciente, cree no solo que se puede alcanzar la perfección, sino que debe hacerse. Veamos qué formas toma este rasgo de la personalidad.

Tipos perfeccionismo

“Bueno, nadie es perfecto”. Con esta última cita de la película Con faldas y a la loco, el guionista expresa la imposibilidad de alcanzar la perfección. Y a pesar de que todos, en el fondo, sabemos que es imposible ser perfectos, a menudo hay algo en nuestro interior que nos fuerza a intentar serlo.

Ser perfeccionista no tiene por qué ser algo malo. De hecho, esta actitud puede conducirnos hacia el éxito y darnos la motivación suficiente como para intentar dar la mejor versión de nosotros mismos en una sociedad cada vez más competitiva donde el esfuerzo y el sacrificio son dos pilares del desarrollo personal.

Ahora bien, el exceso de perfeccionismo, en su condición patológica, puede ser muy dañino para la salud emocional de la persona. Y es que cuando lo que perseguimos no es la mejor versión de nosotros, sino un ideal de perfección inalcanzable, podemos caer en el autodesprecio y acabar destruyendo nuestra autoestima.

Por ello, y con el objetivo de ayudarte a determinar en qué grado de perfeccionismo puedes encontrarte, te ofrecemos una descripción (de la mano de las más recientes y reputadas publicaciones de revistas científicas especializadas en psicología) de las características de los principales tipos de conductas perfeccionistas.

¿Qué es el perfeccionismo?

El perfeccionismo es un rasgo de la personalidad que consiste en la creencia de que la perfección no solo se puede alcanzar, sino que debe hacerse. Se trata de un atributo que no tiene, en absoluto, por qué ser negativo. De hecho, enfocado adecuadamente, es una virtud. El problema es que cuando tenemos la convicción de que cualquier cosa por debajo de lo que consideramos perfecto es un fracaso, entramos en la modalidad patológica.

El perfeccionismo puede ser una virtud que nos ayuda a dirigirnos hacia una excelencia sana, intentando dar lo mejor de nosotros mismos pero sabiendo que tenemos unas limitaciones humanas que nos pueden impedir lograr la ansiada perfección. Cuando este rasgo se manifiesta de este modo, el perfeccionismo potencia la autoestima y estimula la consecución de objetivos.

Pero también puede ser un rasgo patológico. Y es que cuando la búsqueda de la perfección se convierte en una obsesión, no nos perdonamos nuestros errores, pues no queremos aceptar nuestras limitaciones y, por lo tanto, todo lo que no sea el éxito absoluto es, simplemente, un fracaso. Evidentemente, este perfeccionismo patológico abre la puerta a la ansiedad, la pérdida de autoestima e incluso la depresión.

Cuando somos presas del perfeccionismo, es común que adoptemos posturas de una rigidez infranqueable, que no nos perdonemos nuestros errores, que esperemos que la gente sea perfecta (como nosotros esperamos serlo), que no reconozcamos nuestras debilidades, que vivamos con miedo al fracaso, que nos volvamos adictos al trabajo, que tengamos un pensamiento polarizado (todo es o blanco o negro), que nos sintamos paralizados ante situaciones que nos desbordan y que haya una enorme afectación a nuestro estado de ánimo en el día a día.

El perfeccionismo patológico nos hace perseguir una meta inalcanzable: la perfección absoluta. Y como nadie puede ser perfecto, nos sume en la frustración. Nos autoimponemos unas exigencias que ninguna persona, por el simple hecho de ser persona, puede cumplir.

Perfeccionismo

¿Cómo se clasifica el perfeccionismo?

El perfeccionismo es un rasgo de la personalidad, por lo que evidentemente nos movemos en terrenos subjetivos. Aun así, la Psicología ha establecido una clasificación del perfeccionismo en función de hacia quién va orientado y cuál es el origen de las exigencias impuestas por la persona perfeccionista en cuestión.

Es importante dejar claro que los distintos tipos de perfeccionismo que analizaremos a continuación no son excluyentes, lo que significa que una misma persona puede presentar varias formas al mismo tiempo. Y, además, pueden manifestarse con distintas intensidades que pueden variar dependiendo del contexto. Habiendo dejado claro esto, empecemos.

1. Perfeccionismo orientado hacia uno mismo

El perfeccionismo orientado hacia uno mismo es aquel en el que la persona es perfeccionista consigo misma. Es el que se corresponde más con la idea que tenemos de “perfeccionismo”. En este caso, la persona se autoimpone unas exigencias muy altas y espera cumplirlas con éxito.

Las personas perfeccionistas consigo mismas suelen ser muy autocríticas si no son capaces de alcanzar la perfección que se han impuesto. En la modalidad patológica, el estándar de perfección se sitúa en un punto que simplemente no es asumible, lo que puede llevar, en efecto a la frustración. De todos modos, en su vertiente saludable, es una fantástica herramienta para dar nuestro máximo rendimiento.

Las últimas investigaciones en este tema apuntan en la dirección de que las personas con este tipo de perfeccionismo, al no imponer estas exigencias en los demás, suelen tener rasgos como el altruismo, así como facilidad para desenvolverse socialmente y tendencia a formas vínculos afectivos fuertes. De todas las formas de perfeccionismo, esta es la única que muestra diferencias entre sexos. Las mujeres tienden a ser más perfeccionistas con ellas mismas que los hombres.

2. Perfeccionismo socialmente prescrito

El perfeccionismo socialmente prescrito es aquel en el que la persona intenta alcanzar unos estándares de perfección muy altos pero no porque se autoimponga dichas exigencias, sino porque tiene la firme creencia de que los demás esperan que sea perfecto.

Sigue siendo un perfeccionismo orientado hacia uno mismo, pero en este caso y a diferencia del anterior, la búsqueda de la perfección no surge por iniciativa propia, sino por creer que las otras personas esperan demasiado de él. Y en un mundo en el que nuestros movimientos son cada vez más analizados, en el que la competencia es enorme y en el que, desde pequeños, ponen muchas expectativas en nosotros, esta forma de perfeccionismo es cada vez más frecuente.

Y esto es peligroso, pues en su modalidad patológica (es la que tiene más probabilidad de convertirse en algo tóxico), es el tipo de perfeccionismo más dañino para la persona que lo sufre. Y es que no solo está vinculado a una baja autoestima, sino que los problemas de ansiedad son muy frecuentes. Las personas con este tipo de perfeccionismo lo tienen complicado para encontrar formas de procesar el estrés y la frustración por no cumplir con lo que los demás esperan (o que creen que esperan) de ellos.

3. Perfeccionismo orientado hacia otros

El perfeccionismo orientado hacia otros es aquel en el que la persona no es perfeccionista con ella misma (o sí, ya hemos dicho que los distintos tipos no son excluyentes), sino que espera que los demás sean perfectos. Son personas muy críticas con el trabajo de los demás e imponen a las personas de su alrededor unas exigencias que no pueden cumplir.

Se trata de personas que no dudan en criticar a los demás o a mostrar su desaprobación cuando las cosas no se hacen de forma perfecta o de la manera que ellas lo habrían hecho, por lo que tienden a evitar que los demás hagan las cosas. Esta actitud suele ser la más patológica, pues hace que adoptemos una postura de dominancia que no es nada saludable para las personas de nuestro alrededor.

Una persona con este tipo de perfeccionismo no tiene por qué aplicarse las reglas que diseña, pero sí que espera que las personas de su entorno las sigan. Es decir, imponen a los demás una metodología sobre cómo pensar o actuar para que alcancen la perfección, exigiendo unos niveles de calidad que, al ser inalcanzables, generan frustración y estrés en ellos.

En su modalidad saludable (que es difícil de conseguir), este tipo de perfeccionismo está vinculado a unas buenas dotes de liderazgo, pues puede hacer que el grupo funcione mejor. Pero, en su modalidad patológica, está vinculado con la tiranía.

4. Perfeccionismo encubierto

El perfeccionismo encubierto es aquel típico de las personas perfeccionistas que son difíciles de identificar como tal. Nos explicamos. Un perfeccionista encubierto es aquel que tiene pensamientos perfeccionistas orientados hacia él mismo pero sus acciones no son las propias de una persona con afán por alcanzar dicha perfección. Interiormente quieren ser perfectos, pero lo que proyectan al exterior es que son conformistas.

5. Perfeccionismo abierto

El perfeccionismo abierto es aquel típico de las personas perfeccionistas, tanto orientadas hacia ellas mismas como hacia los demás, que son muy fácilmente identificables como tal. Tienen pensamientos perfeccionistas y sus acciones se corresponden perfectamente con ellos. Proyecta al mundo la imagen de que está aspirando a alcanzar la perfección (no muestra conformismo) y/o de que espera que las personas a su alrededor también la alcance.

6. Perfeccionismo virtuoso

El perfeccionismo virtuoso es aquella forma de perfeccionismo saludable. Una persona perfeccionista pero con este rasgo como virtud ha encontrado el equilibrio entre aspirar a ser su mejor versión y ser consciente de sus limitaciones humanas. Es un perfeccionismo sano que nos impulsa (también puede aplicarse al perfeccionismo orientado a los demás) a trabajar duro por lo que queremos, pero sin frustrarnos ni perder la autoestima ante los fracasos. Todos deberíamos aspirar a esta forma de perfeccionismo.

7. Perfeccionismo patológico

El perfeccionismo patológico es aquella forma de perfeccionismo tóxico. Una persona perfeccionista con esta “condición patológica” se ha autoimpuesto (o ha impuesto a los demás) unos estándares de perfección tan altos que son imposibles de conseguir. Cuando nos exigimos o exigimos a los demás más de lo que podemos o pueden dar, estamos ante un perfeccionismo patológico que abre las puertas a la frustración y a la pérdida de autoestima. Todos deberíamos huir de esta forma de perfeccionismo.

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