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Carl Rogers (1902, Illinois, Estados Unidos- 1987, California, Estados Unidos) es uno de los nombres más reconocidos en el campo de la psicología. Este psicólogo estadounidense es conocido por haber inaugurado, junto a Abraham Maslow, el enfoque humanista en su disciplina. Esto le ha permitido situarse entre las figuras más influyentes de la historia de la psicología, a la altura de otros grandes como Ellis o Freud.
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¿Quién fue Carl Rogers?
Rogers ha sido definido como un autor de corte marcadamente optimista, que enfocó toda su obra en un sentido positivo, orientado al bienestar y la libertad de los seres humanos. Entre sus muchas aportaciones, destaca su desarrollo de la terapia no directiva, denominada terapia centrada en la persona. Desde este enfoque, Rogers destaca la importancia de la empatía, ya que para él esta constituye un elemento esencial que favorece la comunicación entre el terapeuta y su cliente.
Ese vínculo que se forma entre ambos es para él la clave que permite que la terapia sea exitosa. La relación que se forma entre el psicólogo y la persona que acude a él debe ser simétrica, de igual a igual, donde el profesional actúa como un acompañante de su cliente en su proceso de cambio, aceptándole de manera incondicional y libre de juicios.
En definitiva, para Rogers la relación terapéutica es una relación de asesoramiento, donde el terapeuta colabora con su cliente situándose a su mismo nivel. De esta forma, el marco de referencia en el curso de la terapia no es el conocimiento del terapeuta, sino la experiencia del cliente. La terapia rogeriana no persigue “curar” un supuesto trastorno psicológico, sino que busca ayudar al cliente a conocerse mejor a sí mismo y a crecer como ser humano.
Es por este motivo que Rogers apostó por utilizar el término cliente en lugar de paciente, rompiendo con el modelo biomédico que ensalzaba lo patológico y que imperaba en su época. En este artículo vamos a analizar de forma detallada la teoría de este brillante psicólogo estadounidense.
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La Teoría Humanista Rogeriana
Rogers elaboró su teoría basándose en su propia experiencia trabajando con pacientes. Sin embargo, su visión se aleja profundamente de la de otros clínicos, ya que evitaba patologizar las condiciones de las personas y siempre defendió un enfoque orientado hacia lo positivo del ser humano. Lejos de buscar la cura o solución a una enfermedad o problema, Rogers consideraba que la terapia debía ser un proceso de crecimiento que permitiese al cliente mejorar y conocerse mejor.
A diferencia de otras grandes figuras de la psicología como Freud, Rogers opinaba que los seres humanos son naturalmente buenos y saludables, de forma que la enfermedad mental y la maldad son solo excepciones frente a esa tendencia natural.
Rogers habla a lo largo de su obra de lo que él denomina “tendencia actualizante”, una especie de motivación innata que lleva a todas las personas a exprimir su potencial de forma natural. De esta manera, para él todos los individuos desean dar lo mejor de sí mismos para crecer y evolucionar al máximo.
¿Qué es la Teoría de la personalidad de Carl Rogers?
Esta tendencia natural no es para Rogers exclusiva de los seres humanos. Para él, hasta las formas de vida más básicas poseen esta motivación hacia el desarrollo y el crecimiento, solo que en el ser humano esta da lugar a resultados de mayor complejidad. Las personas no nos limitamos a sobrevivir, sino que tratamos de sentirnos amadas y realizadas porque así es nuestra naturaleza.
Rogers utilizaba como metáfora, para defender su postura, el crecimiento de una flor. Esta tenderá a desarrollarse de manera natural, aunque para conseguirlo las condiciones ambientales deben ser propicias para ello. De la misma forma, los seres humanos tendemos a la auto-actualización, aunque este proceso de crecimiento será diferente en cada individuo dependiendo de su personalidad. Según Rogers, este proceso de desarrollo puede verse en ocasiones entorpecido debido a que el ambiente donde nos encontramos no es el más adecuado. En algunos casos un autoconcepto pobre también puede obstaculizar el proceso de alcanzar nuestro máximo potencial.
No obstante, Rogers no considera que los seres humanos sean esclavos de su entorno. Para él, lo que marca la diferencia es la manera en la que cada uno de nosotros percibimos nuestra situación, por lo que nadie mejor que el propio cliente para saber cómo se siente y qué desea. Esta visión choca de pleno con otras perspectivas como el conductismo y el psicoanálisis, que tienden a adoptar una visión más bien paternalista de la persona y su malestar.
Para este autor, las personas son funcionales cuando consiguen mantener su tendencia a la actualización. Para que esto pueda ser posible, es necesario que exista una congruencia entre el “yo ideal”, ese alguien que la persona querría ser, y su comportamiento real en el momento presente.
Rogers consideraba que solo algunas personas eran capaces de lograr ser plenamente funcionales, es decir, de alcanzar sus objetivos vitales. Para lograr llegar a este punto, un individuo debe ser capaz de conectar con sus propias experiencias subjetivas y con el momento presente, ya que el desarrollo implica un proceso continuo de cambio.
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El desarrollo de la personalidad según Rogers
Rogers considera que la personalidad se desarrolla teniendo como base el auto-concepto. Así, el ser humano tiende a buscar el equilibrio en tres áreas centrales: la autoestima, la autoimagen y el yo ideal.
Alcanzar un grado de bienestar profundo con la vida no es un estado o meta que, una vez alcanzado, nos hace sentir plenos. Para Rogers, sentirnos bien no es un estado sino un proceso continuo, que tiene que ver con ir en la dirección que consideramos adecuada, en la que nos sentimos cómodos y libres.
Como venimos comentando, cuando existe incongruencia entre quienes somos y quién queremos ser, no es posible ese proceso de auto-actualización y realización. Cuando una persona se encuentra en esta tesitura, la labor del terapeuta pasa por ayudarle a lograr una visión de sí misma donde sí exista congruencia. De esta forma, la autoestima, la autoimagen y el yo ideal encajan como las piezas de un puzzle. El máximo grado de auto-actualización se logra cuando las tres áreas se solapan por completo.
Las defensas de la mente
Cuando una persona percibe incongruencia entre su yo ideal y la persona que es en realidad, esta experiencia se vive como una situación amenazante. En este punto la persona puede sentir ansiedad, un mecanismo que nos avisa de que existe un peligro que debemos evitar a toda costa. Es entonces cuando nuestra mente activa lo que Rogers denominó mecanismos de defensa.
Seguramente el concepto “mecanismo de defensa” te suene, y es que este es muy característico de la corriente psicoanalítica. No obstante, Rogers lo enfocó de una manera algo diferente.
1. Negación
La negación consiste en evitar la situación amenazante por todos los medios. Se asemeja al concepto freudiano de represión, por el que tratamos de mantener fuera de la consciencia el contenido que nos genera sufrimiento. Un ejemplo de negación que ponemos en marcha en nuestra vida real puede ser no ir a un examen por temor a suspenderlo.
2. Distorsión perceptiva
Esta forma de defensa consiste en reinterpretar la situación amenazante de tal forma que nos genere menor malestar. Ejemplo de ello puede ser responsabilizar a otra persona de un error que hemos cometido nosotros mismos. En el psicoanálisis lo más parecido a esta defensa es lo que se denomina racionalización.
Según Rogers, el problema de las defensas es que solo son útiles en el momento inmediato, ya que a medio y largo plazo incrementan esa incongruencia entre el yo ideal y el yo real. Es decir, recurrir a estos mecanismos solo sirve para producirnos mayor malestar.
Críticas a la teoría de Rogers
La obra de Rogers ha recibido todo tipo de críticas. Una de las críticas más duras hace referencia a la ausencia de evidencia empírica que dé solidez a su teoría. Su visión holística del ser humano es muy interesante, pero hay quienes consideran que esto no es compatible con la identificación de variables precisas que permitan investigar.
Otra de las críticas más frecuentes tiene que ver con el supuesto sesgo cultural de Rogers al elaborar su propuesta. Para él, lo más importante es el desarrollo del individuo y el alcance de su máximo potencial. Sin embargo, este individualismo es algo propio de las culturas occidentales, pero no de las orientales, donde prima más el bienestar colectivo que el de las personas por separado. En cualquier caso, también hay quienes apoyan fervientemente su teoría y es indudable que Rogers ha marcado un antes y un después en la psicología.
Conclusiones
En este artículo hemos hablado acerca de la teoría de la personalidad de Rogers, uno de los psicólogos más influyentes en la historia de la psicología. Rogers se posicionó como uno de los grandes en su disciplina por ser pionero en el desarrollo de la corriente humanista junto a Abraham Maslow. Su propuesta se caracteriza por una visión del ser humano cargada de optimismo, enfocada en un sentido positivo contrario al modelo médico imperante en su momento.
Lejos de ver la terapia como un medio para resolver un problema, Rogers consideraba que esta no era otra cosa que un proceso de asesoramiento. Terapeuta y cliente (que no paciente), colaboran al mismo nivel con el fin de que este último pueda crecer como persona y alcanzar su máximo potencial. La personalidad de los individuos se construye en base al auto-concepto. Las personas podemos experimentar una mayor o menor congruencia entre nuestro yo ideal y yo real, y es esta distancia entre ambos la que condiciona nuestro grado de bienestar.
