Depresión Posparto: causas, síntomas y tratamiento

La depresión posparto es un trastorno depresivo que afecta al 15% de las mujeres que dan a luz durante el primer año después del parto. Veamos las bases clínicas de esta forma de depresión para saber cómo abordarla.

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Dar a luz es el “milagro” sobre el que se fundamenta la vida. Así pues, el embarazo se plantea como un periodo de la vida de una mujer y de la pareja en el que, si bien es evidente que siempre hay temor a que las cosas salgan mal, se toma como una etapa llena de felicidad. Una espera que toma nueve meses hasta, por fin, tener al hijo o hija entre los brazos.

En este contexto, el parto es el momento en el que todo el sufrimiento de la gestación se diluye, pues por fin empieza una vida con el bebé. Y aunque esto sea así en muchos casos, no podemos olvidar que todo este proceso ha venido acompañado de unos cambios tanto físicos como emocionales, así como hormonales, que han alterado la fisiología de la madre.

Por tanto, es relativamente habitual que la mujer, en el momento de dar a luz, pase por algunos desajustes en su salud no solo física, sino mental. Y es precisamente en esta línea que entra en juego el protagonista del artículo de hoy: la depresión posparto. Un trastorno depresivo que, si bien no presenta unos síntomas tan graves como otras formas de depresión y tiende a desaparecer por sí sola, afecta al 15% de las mujeres que dan a luz.

Así pues, en el artículo de hoy y, como siempre, de la mano de las más prestigiosas publicaciones científicas, vamos a explorar las bases clínicas de la depresión posparto, comprendiendo las causas, síntomas y tratamiento de este trastorno que, si bien puede despertar signos propios de la depresión mayor, estos no tienden a prolongarse más de unos meses.

¿Qué es la depresión post parto?

La depresión posparto es un trastorno depresivo que afecta a las mujeres que han dado a luz y que se manifiesta con síntomas durante el primer año después del parto, especialmente los primeros tres meses. Se trata de una patología que afecta a aproximadamente el 15% de las mujeres tras el parto, siendo así una de las complicaciones clínicas maternas más comunes en el periodo postnatal.

A nivel biológico, se trata de una reacción emocional vinculada a síntomas depresivos que emerge como consecuencia de los cambios físicos, emocionales y hormonales que la mujer desarrolla durante y después del embarazo. Es normal que, las primeras semanas, especialmente las madres primerizas, sientan lo que se conoce como melancolía posparto.

Esta consiste en repentinos cambios en el estado de ánimo, incluyendo dificultades para conciliar el sueño y mantenerlo, problemas de ansiedad y tendencia a llorar. Sin embargo, esta no tiende a prolongarse más de dos semanas. Pero sí que hay una forma más grave que es esta depresión posparto, donde ya hablamos de un trastorno que es más grave y de mayor duración.

En este contexto, la depresión posparto es una de las enfermedades mentales maternas más frecuentes, apareciendo en las primeras semanas tras el parto o hasta doce meses después del mismo. Como trastorno depresivo que es, se manifiesta con un estado constante de tristeza, de disminución de la energía, sentimientos de culpa, pérdida generalizada de ilusión y, además, una cierta tendencia a la ansiedad. Todo esto hace que pueda influir en el cómo se desenvuelve la mujer en sus funciones maternas de cuidado al bebé y a sí misma.

Cabe destacar que, si bien los síntomas no siempre son lo suficientemente graves como para afectar al desempeño como madre ya que no se llegan a signos tan severos como en la depresión mayor y, además, esta tiende a desaparecer en unos meses, es importante que, en caso de que esté mermando demasiado la salud de la mujer, buscar tratamiento es la mejor alternativa para evitar que este reacción emocional depresiva impida a la mujer establecer un vínculo fuerte con su hijo o hija.

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Causas de la depresión posparto

Igual que sucede, por desgracia, con las otras formas de depresión, las causas exactas de la depresión posparto siguen siendo, en gran medida, desconocidas. No está claro por qué algunas madres desarrollan este trastorno depresivo después del parto y otras no. Esto hace que esté claro que su aparición se debe a una compleja interacción de distintos factores.

Por tanto, entrarían en juego los descensos pronunciados en los niveles de determinadas hormonas (principalmente estrógeno y progesterona), la falta de sueño, la ansiedad por creer que no puede cuidar bien al bebé, el sentimiento de ser poco atractiva, los cambios en las relaciones sociales y laborales, los cambios en el cuerpo a raíz del parto, la falta de tiempo para sí misma, etc.

Como vemos, el parto y, por tanto, la transición hacia la maternidad es un importante estresor físico, emocional, hormonal e incluso psicosocial. De ahí que, especialmente si se cumplen con determinados factores de riesgo, muchas mujeres sean susceptibles de sufrir este trastorno depresivo posparto. Ahora bien, ¿cuáles son estos factores de riesgo?

Principalmente están descritos los siguientes: predisposición genética, personalidad ansiosa, antecedentes familiares (o propios) de trastornos depresivos, tendencia a tener síndromes premenstruales intensos, sufrir experiencias estresantes la época tras el parto, haber sufrido abuso o violencia a lo largo de la vida, inestabilidad emocional, falta de apoyo familiar, baja autoestima, exceso de perfeccionismo, el hecho de que el bebé sufra una enfermedad, pasar por problemas económicos, el hecho de que fuera un embarazo no deseado, que el embarazo haya sido múltiple, que existan problemas para amamantar, sufrir trastorno bipolar, ser madre soltera (o tener mala relación con la pareja), consumir drogas y ser madre joven, de menos de veinte años, entre otros.

Como podemos ver, tanto las causas (que ni siquiera están del todo bien definidas) como los factores de riesgo son extensos y variados. Esto, junto con el hecho de que, como ya podíamos intuir, este trastorno depresivo históricamente no ha sido bien estudiado hasta hace unas pocas décadas, hace que todavía estemos muy lejos de comprender sus bases clínicas en lo que a motivos de aparición se refiere.

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Síntomas

La sintomatología de la depresión posparto varía mucho entre mujeres, con una severidad de los signos clínicos que va desde leves hasta graves. Para poder hablar de este trastorno como tal, la mujer tiene que experimentar al menos cinco de los síntomas (más graves que los de la melancolía posparto) que veremos a continuación durante un mínimo de 15 días y exhibiéndolos la mayor parte del día.

Estos síntomas, que generalmente surgen las primeras semanas después del parto (aunque pueden empezar durante las fases finales del embarazo) y hasta 12 meses después del mismo (la mayor incidencia se produce entre los primeros tres meses tras dar a luz), son similares a los de otras formas de depresión e incluyen los siguientes.

Sentimiento constante de tristeza o de vacío emocional, sentimiento de culpa, falta de placer, pérdida de interés por la vida, cambios en el apetito, irritabilidad, ansiedad, agitación, problemas para cumplir con las tareas como madre, dificultad para dormir, sentimiento de ser incapaz de cuidarse a sí misma y del bebé, miedo a quedarse sola con el bebé, pensamientos negativos hacia el recién nacido, temor de que el pequeño no desarrolle un vínculo emocional con ella, pérdida de energía, falta de concentración, sentimiento de inutilidad, llanto frecuente, aislamiento del círculo social cercano, cambios severos en el estado de ánimo, inquietud, desesperanza…

Como vemos, la sintomatología, si bien no siempre lo es, puede llegar a ser grave. Y aunque en cuanto el cuerpo vuelve a ajustarse a nivel tanto físico como hormonal esta depresión posparto tiende a desvanecerse por sí sola en menos de un año, hay ocasiones, especialmente en casos de signos clínicos severos que se prolongan varios meses, en las que pueden derivar en complicaciones.

En este caso, hablamos de que esta depresión posparto (que, insistimos, es un trastorno momentáneo) derive en la aparición de un trastorno depresivo mayor (de naturaleza ya crónica), de que el padre también desarrolle problemas asociados a la depresión, que el vínculo emocional con el bebé no se fortalezca lo suficiente a causa de la depresión e incluso, si bien casi nunca se materializan, aparezcan pensamientos de suicido e incluso de hacer daño al bebé. Por ello, es esencial conocer cómo abordar clínicamente esta situación.

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Tratamiento

En caso de que la propia madre o la pareja, amigos o familiares detecten los síntomas que hemos comentado, se debe buscar ayuda. Como hemos dicho, muchas veces el trastorno es leve (dentro de la inherente gravedad de padecer un trastorno depresivo) y tiende a desaparecer por sí solo tras unos meses, pero también hemos visto cómo, en ocasiones, puede derivar en complicaciones severas tanto para la madre, que ve mermada su salud emocional, como para el bebé, que puede no recibir todos los cuidados y afecto que necesita.

Lo primero que debe hacerse es acudir al médico de familia. Con él, hablando de los sentimientos y pensamientos que estamos exhibiendo, podremos diferenciar un posible caso de depresión posparto de una “simple” melancolía posparto. Paralelamente, se realizará un cuestionario para analizar el estado de la salud mental y un análisis de sangre para encontrar posibles trastornos endocrinos (asociados a hormonas) que puedan explicar la aparición del presunto caso depresivo.

En caso de que se llegue a la conclusión de que la madre presenta un trastorno de depresión posparto, se iniciará el tratamiento. Hay veces que el origen puede encontrarse en un problema de tiroides, en cuyo caso se derivará al endocrino. Aun así, lo más habitual es el que el tratamiento consista en realizar terapia con un profesional de la salud mental.

Con el apoyo de un psicólogo o de un psiquiatra, la madre (también se puede hacer terapia de pareja o familiar) puede encontrar las herramientas para manejar sus emociones y, en caso de que sea difícil y la afectación de la depresión sea grave, un psiquiatra puede recetar medicamentos antidepresivos que pueden tomarse durante la lactancia. Gracias a estas formas de tratamiento, siempre que no se abandonen, ayudan a mejorar los síntomas de la depresión posparto hasta que esta desaparezca y a reducir el riesgo de que derive en las complicaciones anteriormente detalladas.

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