Techo de Cristal: ¿qué es y cómo debe combatirse?

El techo de cristal es una metáfora empleada para ilustrar la discriminación que sufren las mujeres en el ámbito laboral. La influencia de los roles y estereotipos de género impide que ellas puedan ocupar puestos directivos en las organizaciones.

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La situación de desigualdad entre hombres y mujeres se ha ido corrigiendo en los últimos años, lo que ha permitido lograr avances que eran impensables hace menos de un siglo. Sin embargo, aún hay muchas tareas pendientes por resolver.

Una de las más urgentes tiene que ver con la posición de ellas en el mundo laboral. La concepción arcaica de la mujer como ama de casa y madre ha quedado atrás, de forma que esta ha podido entrar en el mercado laboral y adquirir independencia económica. Sin embargo, dentro de las empresas y organizaciones el machismo aún persiste y es habitual que se produzcan situaciones discriminatorias hacia el sexo femenino.

Si trabajas para alguna empresa, es posible que observes que muy pocas mujeres ocupan los cargos directivos y de liderazgo. Incluso, puedes haber presenciado cómo alguna de tus compañeras ha recibido menos atención o un trato condescendiente por parte de sus jefes por el hecho de ser mujer. Las mujeres ahora sí son laboralmente activas, pero muchas ven mermadas sus posibilidades de crecimiento profesional a causa de la discriminación que viven en sus respectivos puestos de trabajo.

Existe un término que describe de forma metafórica esta realidad: hablamos del techo de cristal. Seguramente hayas oído hablar con frecuencia de este fenómeno, aunque no siempre parece estar claro lo que significa. En este artículo vamos a hablar de esos obstáculos invisibles a la vista que impiden a las mujeres evolucionar como profesionales, así como la forma de abordar este panorama.

¿Qué es el techo de cristal?

Se conoce como techo de cristal a esa barrera invisible que impide a las mujeres ascender profesionalmente, a pesar de que posean una adecuada cualificación profesional para ello. De esta forma, aunque su formación sea igual e incluso superior a la de sus compañeros varones, ellas apenas logran alcanzar los altos cargos de las empresas y las organizaciones.

Probablemente te preguntes por qué se dice que los obstáculos que las mujeres encuentran a la hora de progresar en sus empleos son invisibles. Lo cierto es que, aunque la discirminación sea evidente en muchas ocasiones, no hay leyes o políticas explícitas y formales que limiten el crecimiento profesional de las trabajadoras.

Lo que impide su pleno desarrollo profesional son los códigos y construcciones socioculturales y los estereotipos que asocian características diferenciales a cada uno de los sexos. Así, de ellos se espera la fortaleza y el liderazgo, mientras que de ellas se presupone la inclinación hacia los cuidados y la sensibilidad. Tradicionalmente, esto se traduce en que ellos son quienes sustentan económicamente a la familia, mientras que ellas son las que permanecen en el hogar para dedicarse a las tareas domésticas.

Aunque el concepto techo de cristal se haya popularizado recientemente, lo cierto es que este se formuló hace ya algunas décadas. La pionera en utilizarlo por primera vez fue la ejecutiva Marilyn Loden, quien ocupaba un alto cargo en el departamento de recursos humanos de una empresa de telecomunicaciones. En 1978, Loden participó en una mesa redonda en la que varias ponentes debatían acerca de la situación de las mujeres en el mundo laboral.

Mientras que el resto de conferenciantes hablaron de cómo la inseguridad o la ausencia de habilidades sociales impedía a las mujeres avanzar hacia cargos elevados, Loden mostró su desacuerdo. En dicha conferencia, argumentó que lo que en realidad sucedía era que las trabajadoras se topaban con un techo de cristal, el cual les impedía cumplir con sus aspiraciones profesionales.

Debido a su propia experiencia, Loden se mostró desde entonces muy crítica con la discriminación hacia las mujeres en el entorno laboral. Hasta hace no mucho, si un hombre y una mujer se presentaban como candidatos a un puesto laboral teniendo igual capacitación, era esperable que él fuese el elegido, con el pretexto de que al ser hombre era el cabeza de familia y por ello debía sustentar a su mujer e hijos. También se encontraba normalizado el acoso sexual, por el que muchas profesionales recibían comentarios sobre su aspecto físico o indirectas de connotación sexual por parte de sus sus jefes.

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Aunque la metáfora ideada por Loden fue muy acertada, esta no logró verdadero protagonismo hasta 1986, momento en el que “The Wall Street Journal” la recuperó en uno de sus titulares. Desde entonces, el empleo de esta metáfora ha sido ampliamente utilizado para ilustrar de qué forma los estereotipos de género impiden a las mujeres promocionar y desarrollar su máximo potencial a nivel laboral.

Aunque desde aquella conferencia la presencia femenina en los altos cargos ha aumentado, esta es aún insuficiente para considerar que la brecha entre ambos sexos se ha erradicado. Algunos datos del caso de España nos pueden ayudar a ver que aún queda mucho camino por recorrer:

  • En el año 2020, casi un 90% de mujeres solicitaron una excedencia para cuidar de sus hijos. En el caso de los hombres, este porcentaje sólo fue del 12%, de acuerdo con los datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones.

  • De acuerdo con los datos del Observatorio de Igualdad y Empleo, la tasa de actividad de las mujeres en nuestro país en el año 2021 es del 53%, siendo en el caso de los hombres 63%. Añadido a esto, el paro afecta al 17% de mujeres y a un 13% de hombres.

  • Las mujeres también son las que desempeñan los trabajos de jornada parcial. Más de dos millones de ellas desempeñan este tipo de empleos, mientras que sólo unos 700000 hombres poseen este tipo de jornada.

  • La pensión media en el caso de las mujeres es de 805 euros, mientras que la de los hombres asciende a 1227 euros.

  • De acuerdo con el estudio Women in Business 2021, el número de directoras generales en España ronda el 23%, de forma que el porcentaje restante corresponde a ejecutivos y líderes varones. Además, de acuerdo con el INE, sólo un 6,1% de mujeres ocupa el cargo de presidente de una empresa del IBEX 35.

Como vemos, en la actualidad las mujeres siguen jugando en desventaja en el mundo laboral. Ellas son las que hacen renuncias para dedicarse a su vida familiar, las que optan por trabajos parciales para poder atender los asuntos domésticos y las que rechazan un ascenso para cuidar, que es la tarea encomendada tradicionalmente al sexo femenino.

Además, las mujeres ya jubiladas tampoco están libres de esta discriminación. Ellas arrastran el peso de un mercado laboral masculinizado, con pensiones irrisorias en comparación con las de sus coetáneos varones. Como vemos, el techo de cristal es invisible a los ojos, pero las cifras que deja no lo son en absoluto.

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¿Cómo se rompe este techo de cristal?

Romper el techo de cristal de forma definitiva requiere, necesariamente, la concienciación y participación de toda la sociedad en su conjunto. Lejos de ser un asunto que sólo concierne a las propias mujeres, es un problema social que afecta a todos los ámbitos y sectores. Por ello, resulta esencial que las administraciones públicas tomen medidas tales como promover leyes que fomenten la igualdad o implantar un registro salarial en las empresas privadas.

Estas últimas tienen una enorme responsabilidad, pues son las propias organizaciones las que deben fomentar la creación de entornos de trabajo igualitarios y libres de estereotipos de género. Los profesionales que se dedican a los estudios de género han comprendido que ellas se encuentran en una situación de clara discriminación, por lo que tomar acción para corregir la brecha entre sexos es una cuestión urgente.

Acabar con los roles de género pasa por brindar, desde los primeros años de vida, una educación adecuada que fomente la igualdad entre niños y niñas. En otras palabras, no podemos cambiar la cúspide de la pirámide si no hacemos esfuerzos por modificar la base. Las propias empresas han venido adoptando en los últimos años diversas medidas para paliar la desigualdad y fomentar el pleno desarrollo laboral de las mujeres.

Ejemplo de ello es la elaboración de Planes de Igualdad, una tarea obligatoria para todas aquellas empresas que cuenten con más de 50 trabajadores. Las ayudas a la conciliación familiar para hombres y mujeres también son de gran relevancia para romper la brecha invisible. Muchos pequeños cambios pueden ser clave para evitar que ellas tengan que hacer renuncias en su vida profesional, como por ejemplo favorecer la flexibilidad horaria.

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Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca del techo de cristal, un fenómeno por el cual las mujeres ven perjudicado su desempeño profesional. Este techo es una metáfora ideada por la ejecutiva Marilyn Loden en la década de los setenta, en un momento en el que las mujeres soportaban situaciones en sus puestos de trabajo que hoy serían impensables.

Loden consideraba que ellas no eran capaces de alcanzar altos puestos directivos debido a la influencia de determinados obstáculos invisibles. Estos obstáculos son los estereotipos de género y las normas y códigos implícitos que fomentan el machismo y el establecimiento de roles diferenciales para hombres y mujeres. Acabar con el techo de cristal no es fácil, pues aún en la actualidad las cifras indican que queda mucho por hacer al respecto. Sin embargo, es responsabilidad de toda la sociedad implicarse y tomar medidas para reducir progresivamente esta forma de discriminación.

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