Las 7 diferencias entre fobia y miedo (explicadas)

Las fobias consisten en respuestas de temor intensas y desproporcionadas ante estímulos o eventos específicos, mientras que el miedo es una reacción natural ante situaciones de peligro.

Diferencias fobia miedo

Como problema de salud mental, las fobias se encuentran muy presentes en la población. Actualmente, se encuentran categorizadas dentro de los llamados trastornos de ansiedad. Cabe señalar que la gravedad y repercusión de una fobia sobre la vida de quien la sufre varía enormemente de unas personas a otras. Si bien hay fobias con escasa significación en el día a día, algunas merman seriamente la calidad de vida.

En este artículo trataremos de distinguir una reacción de miedo adaptativa de las fobias, entendiendo estas últimas como un problema que puede interferir seriamente en la salud y el bienestar, siendo a veces necesaria la ayuda de un profesional.

¿Qué es el miedo? ¿Y las fobias?

A menudo se utilizan los términos miedo y fobia de forma indistinta, especialmente en el lenguaje más coloquial. Sin embargo, es importante emplearlos de manera adecuada, pues en ocasiones se tiende a banalizar el sufrimiento que hay detrás de una fobia real. Para diferenciar ambas ideas trataremos, en primer lugar, de definirlas.

El miedo: ¿Qué es?

El miedo forma parte de nuestro repertorio de emociones más básicas y primitivas, aquellas vinculadas estrechamente a la supervivencia. Con frecuencia, el miedo ha sido demonizado por la sociedad, asociándolo con el sufrimiento, la infelicidad e incluso con la cobardía. Sin embargo, poco se ha hablado de la enorme importancia que el miedo tiene en nuestras vidas. Sentir miedo no solo es natural sino que es necesario, pues de lo contrario nos expondríamos a situaciones altamente peligrosas que pondrían en riesgo nuestra vida. Así, el miedo constituye una respuesta imprescindible que nos prepara para reaccionar de forma rápida y ajustada a situaciones altamente demandantes.

En lugar de caer en la dicotomía de las emociones buenas y malas, resulta más acertado hablar de emociones agradables y desagradables. De esta forma, aunque el miedo no sea apetecible en ningún caso, sentirlo actúa como una guía que nos marca aquellas situaciones en las que debemos estar alerta.

El miedo comienza a ser un problema cuando deja de cumplir su cometido. Por ejemplo, si nos mantiene en tensión de forma crónica, si se activa en situaciones en las que no procede o si se convierte en un lastre que nos impide avanzar y crecer. En estas situaciones cabe la posibilidad de que se esté gestando un posible trastorno psicológico.

Miedo qué es

Las fobias: ¿Qué son?

Como ya adelantamos al principio, las fobias constituyen una reacción de miedo muy intensa, irracional y desproporcionada hacia estímulos y situaciones determinados. Generalmente, quienes padecen algún tipo de fobia son conscientes de que su reacción no se ajusta al peligro real de ese evento u objeto generador de malestar.

En algunos casos, la reacción de temor va acompañada de conductas que persiguen evitar el estímulo fóbico. Este sería el caso de quien tiene fobia a volar y por ello no viaja nunca en avión. Sin embargo, otras veces se observan conductas de seguridad, tales como afrontar el evento temido acompañado de otra persona o emplear rituales y amuletos que brindan sensación de control. Cuando aparecen comportamientos como los aquí descritos, es posible que aparezca un malestar psicológico notable, pues la persona se encuentra enredada en un círculo vicioso de temor y evitación que condiciona su vida.

Una característica particular de las fobias es que, siempre y cuando no haya exposición al estímulo temido, la persona no muestra sintomatología. Sin embargo, cuando esta conoce que en un futuro próximo deberá exponerse al estímulo ansiógeno, comienzan a producirse pensamientos anticipatorios que desencadenan síntomas de ansiedad e incluso un estado de angustia ante la indefensión percibida. Una vez que la persona se encuentra frente al objeto de su fobia, se inicia de manera automática toda una cascada de reacciones somáticas (sudoración, taquicardia, temblores…) y psicológicas (terror, preocupación…).

Fobia qué es

¿En qué se diferencian el miedo y las fobias?

Ahora que ya hemos definido los conceptos de miedo y fobia, tenemos claro que no son sinónimos. Es el momento de profundizar en aquellos aspectos que marcan la diferencia entre ambos. En este artículo destacaremos los siete puntos clave para distinguirlos.

1. La función

Tal como adelantamos anteriormente, algo que determina si nuestra respuesta a una situación es patológica o no, es la función que cumple. El miedo nos permite afrontar eventos desafiantes, actuando como una especie de alarma que nos pone en acción para sobrevivir. Cuando sentimos miedo nuestro cuerpo se activa, los músculos se tensan, nuestro corazón late más deprisa y, en definitiva, todas nuestras energías se concentran por un tiempo determinado en un objetivo concreto.

En cambio, cuando experimentamos la reacción propia de una fobia, ocurre todo lo contrario. La intensa respuesta de nuestro cuerpo nos bloquea, nos sentimos indefensos ante un evento o estímulo que nos aterroriza. Las fobias y el bloqueo que provocan pueden llegar a interferir en áreas fundamentales de nuestra vida. Por ejemplo, la fobia a hablar en público nos puede impedir explotar nuestro potencial en el plano laboral, al igual que la fobia a la sangre nos impide realizar revisiones médicas importantes para nuestra salud. Por este motivo, fobia y miedo son, sin lugar a dudas, respuestas antagónicas.

2. La temática

El miedo es una emoción indiscutiblemente universal. Generalmente, las personas tememos aquellos estímulos o situaciones que implican un riesgo para nuestra integridad y seguridad. En cuestiones tan esenciales como la supervivencia todos somos iguales, por lo que la mayoría sentimos temor, en mayor o menor medida, ante las mismas cosas.

En el caso de las fobias existirán muchas más diferencias entre individuos. Las fobias pueden aparecer ante infinidad de estímulos, y en ocasiones las adquirimos influidos por factores como nuestra historia de vida, experiencias que conocemos de los demás e incluso por nuestra edad y temperamento. Por ejemplo, si una persona es mordida por un perro en su infancia, es posible que desarrolle una fobia hacia este animal. Cada persona posee experiencias únicas que, junto a sus características personales, pueden desembocar en una reacción de temor desmedida ante estímulos variopintos. Así, existen fobias tan desconcertantes como la xantofobia (miedo al color amarillo) o la ombrofobia (miedo a la lluvia).

Aracnofobia

3. La repercusión en la vida cotidiana

Tal y como comentamos previamente, las fobias repercuten en la vida de quienes las sufren en un grado variable dependiendo de algunos factores, como el tipo de estímulo fóbico. Por ejemplo, para un ejecutivo es más incapacitante la fobia a hablar en público que la fobia a las alturas.

No obstante, aunque la exposición al evento temido sea improbable, la persona vive su día a día temiendo la posibilidad, por muy pequeña que sea, de revivir una reacción incontrolable de terror. Esta anticipación, unida al sentimiento de angustia por no poder controlar el miedo, hace de las fobias un trastorno psicopatológico muy alejado del miedo adaptativo.

Por el contrario, el miedo es una respuesta que cesa en cuanto el peligro ha terminado. No se producen anticipaciones porque la reacción se ajusta a la demanda real, de manera que el individuo puede seguir siendo funcional en su día a día.

4. La necesidad de ayuda profesional

El miedo es una reacción adaptativa y normal ante una situación dada, por lo que no requiere apoyo de un profesional. En el caso de las fobias, dependiendo del caso, sí que puede ser necesaria una evaluación e intervención psicoterapéuticas. Muchas personas con fobias específicas nunca llegan a acudir a un psicólogo o psiquiatra debido a que pueden continuar con sus vidas sin interferencias.

No obstante, ciertos tipos de fobias, como la fobia social, requieren un tratamiento precoz para evitar consecuencias a medio y largo plazo en el bienestar de la persona. Además, en algunas ocasiones, las fobias son solo la punta del iceberg, de manera que enmascaran otros problemas psicológicos subyacentes.

El tratamiento de elección para las fobias suele ser la terapia de exposición, que consiste en exponer a la persona a la situación temida de forma progresiva y controlada. Esta exposición puede ser imaginada al principio, aunque lo ideal siempre es que la persona pueda exponerse de forma real. En algunos casos, esta terapia se combina con el uso de fármacos que permitan aliviar la sintomatología fisiológica en las primeras fases del tratamiento.

5. El ajuste

Algunas situaciones generan en nosotros la respuesta de miedo, que como ya sabemos a veces es necesaria para afrontar situaciones desafiantes. Cuando se trata de una fobia, hablamos de una respuesta claramente desajustada. La persona experimenta una respuesta desmedida ante el estímulo fóbico, que es percibida como irracional e ilógica por su entorno.

Esta ausencia de ajuste en la reacción de miedo dificulta que la persona afectada pueda sentirse comprendida, especialmente si el estímulo fóbico no encaja en lo que la población general considera típicamente peligroso o ansiógeno.

6. El recuerdo

La elevada intensidad en las reacciones fóbicas tiene un efecto cuanto menos curioso sobre nuestros recuerdos. El contenido de la memoria que guarda relación con el evento temido queda bloqueado, de forma que la persona no puede ni quiere evocarlo. De igual forma, la elevada activación fisiológica y emocional del momento también contribuye a crear lagunas del episodio. Por el contrario, aquellos momentos donde hemos sentido un miedo adaptativo son recuperados de la memoria sin dificultad.

Miedo recuerdo

7. El pronóstico

El hecho de sentir miedo en determinados momentos de la vida no indica que exista una posible psicopatología y tampoco aumenta el riesgo de sufrir trastornos psicológicos en el futuro.

Sin embargo, en el caso de las fobias no podemos decir lo mismo. En algunas personas con fobias altamente intrusivas que no han recibido tratamiento ( por ejemplo, la fobia social), es habitual que se produzca un importante aislamiento social y que se desarrollen otros trastornos secundarios. Entre los más habituales destacan los trastornos depresivos y el abuso de sustancias, siendo muy frecuente el consumo excesivo de alcohol. En los casos más graves, la persona puede llegar a cometer suicidio.

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