¿Por qué tengo miedo a la vida? 8 razones y cómo afrontarlas

Múltiples patologías pueden desencadenar un miedo inherente a la vida. Hacemos un recorrido por algunas de ellas y por las formas de abordar este problema.

Por qué tengo miedo vida

El término “vida”, desde un punto biológico, hace referencia a aquello que distingue a los seres vivos del resto de las realidades naturales. La vida implica organización, crecimiento, metabolismo, respuesta a estímulos externos, reproducción y muerte.

Una definición demasiado fría para lo que es vivir, ¿verdad? La vida somos nosotros, este momento, los recuerdos que hemos vivido y cada una de las personas que nos han ayudado a formarnos. La vida “es”, pues los seres humanos simplemente no estamos preparados para comprender el “no ser” que parece acontecer cuando esta acaba.

Por filosófica que pueda parecer esta cuestión, resulta interesantísimo conocer que, aún juntando todos los elementos necesarios para la formación de una célula viva en las condiciones más proclives posibles, esta no se crea. ¿Es la vida más que la suma de sus partes? ¿Nos faltan elementos para generar la existencia? Desde luego, estas cuestiones dan para un libro por sí solas.

Si algo queremos evidenciar con esta introducción es que, efectivamente, estar vivo es una suerte incomprensible. Más allá de las tribulaciones de la especie humana, hemos de reconocer que la vida es demasiado corta para vivir con miedo. Si tienes miedo a la vida, si temes a la existencia, este espacio es para ti: hoy te presentamos 8 razones de por qué tememos vivir y cómo afrontarlas.

¿Por qué tengo miedo a vivir?

En primer lugar, es necesario conocer que el miedo, esa emoción caracterizada por la percepción de un peligro real o infundado, es algo completamente normal. El sentimiento de miedo es una de las emociones primarias, es decir, expresadas por casi todos los animales relativamente “complejos”. Se trata de un mecanismo evolutivo natural que toma las riendas de nuestro cuerpo y mente cuando tratamos de proteger lo más importante de nuestra existencia: la vida y la permanencia de los que nos rodean.

Aun así, el miedo se puede convertir en un problema si es permanente o si no está basado en nada. Nuestra mente está en sintonía con nuestro cuerpo y, desde luego, nuestros problemas mentales se manifiestan físicamente. A continuación, te mostramos 8 razones por las cuales es común temer a la vida.

1. Solo te fijas en lo malo: el sesgo de la negatividad

El sesgo de la negatividad se basa en una premisa simple: ante dos eventos de la misma intensidad, la cosa de naturaleza negativa siempre toma la delantera con respecto a la positiva. Esta postulación se basa en una serie de pilares, los cuales se pueden resumir en la siguiente lista:

  • Potencia negativa: ante la posibilidad de igual magnitud, los elementos positivos y negativos no “pesan” lo mismo.
  • Desigualdad negativa: los eventos negativos se perciben de forma aún peor cuando más cerca están entre ellos.
  • Dominio negativo: si englobamos todas las experiencias vividas, la suma de las negativas otorga una visión más pesimista y sesgada que la realidad.
  • Diferenciación negativa: parece ser que los mecanismos implicados en la concepción de la negatividad son más elaborados y complejos que los de la positividad.

Es natural que, ante este sesgo, una persona que piense que todo le sale mal tenga miedo a vivir por el simple hecho de seguir exponiéndose a la decepción. Por duro que suene, la realidad es que, si no estás en el paro a punto de ser desahuciado, si no tienes un cáncer que te está comiendo la vida, o si un ser querido joven no ha muerto recientemente, seguramente no tengas tan mala suerte como crees. Suena duro, pero la relativización es la clave para dejar la victimización atrás.

Miedo vida

2. Ansiedad o Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG)

La prevalencia del trastorno de ansiedad generalizada, a día de hoy, se sitúa en un 5% de la población global, si bien tener momentos de estrés crónico es extremadamente común. La ansiedad continuada en el tiempo sin ningún fundamento puede pasar una clara factura a nivel fisiológico: fatiga, trastornos del sueño, tensión muscular, nerviosismo, sudoración, problemas digestivos (Síndrome del Intestino Irritable) y muchas otras cosas más. ¿Cómo no tener miedo a vivir cuando el paciente experimenta estos síntomas de forma continua?

Estamos ante una base física irrefutable: las hormonas secretadas durante los eventos de ansiedad alargados en el tiempo ponen en alerta nuestro cuerpo, dejando atrás otras funciones metabólicas necesarias para nuestro bienestar.

3. Depresión

Como no tener miedo a la vida cuando la depresión la domina. Se calcula que más de 300 millones de personas sufren depresión y, por desgracia, 800.000 de ellas optan por quitarse la vida de forma anual. Tal es la gravedad de esta patología que la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la depresión es la segunda causa de muerte en personas entre 15-29 años.

Esta patología puede sesgar tanto la realidad que el paciente se convierte en un boceto de lo que un día fue. Aquí no caben consejos ni palabras de ánimo: toca acudir a un especialista sí o sí. La depresión es una enfermedad y, como tal, requiere de toda la ayuda profesional que sea necesaria.

Depresión

4. Tanatofobia (o miedo a la muerte)

Sí, está claro que a nadie le hace gracia morir, pero estamos hablando de un miedo injustificado, un vacío existencial, un pavor crónico al concepto de desaparecer. Este temor suele afectar a la vida cotidiana del paciente y, como curiosidad, se da más en las personas entre los 20 y 30 años con un coeficiente intelectual elevado.

La tanatofobia se caracteriza por una angustia vital, una imposibilidad de afrontar que algún día vamos a dejar de ser. ¿La solución? La terapia. Distintos elementos de las terapias de la tercera generación, como el mindfulness y otros recursos, nos ayudan a percibir el aquí y ahora inmediato sin cavilaciones hacia el futuro injustificadas.

5. Otras fobias

Se calcula que del 9% al casi 20% de los estadounidenses tienen fobia a algo. Si ese “algo” está presente en tu día a día de forma usual, es común que le cojas cierto miedo a la vida misma. La terapia de exposición es un camino muy interesante para afrontar este trastorno, pues lo más efectivo suele ser enfrentar cara a cara el temor en un entorno controlado.

Si tienes miedo a los perros, cada vez que un perro ladra te marcharás corriendo del entorno. Esto no soluciona nada: el can se sigue viendo como una fuente de terror y peligro. Si empiezas a interactuar poco a poco con una de estas mascotas en un entorno controlado por un profesional, verás que la mayor parte de tu pánico era infundado: casi nada es tan malo como realmente parece.

6. Esquizofrenia

Pegamos un salto cuantitativo muy grande, pues nada tiene que ver una fobia con un trastorno tan severo como la esquizofrenia. No decimos que por tener miedo a la vida la padezcas, simplemente es una opción a explorar, como todas las citadas hasta ahora.

La esquizofrenia es un trastorno mental grave por el cual las personas interpretan la realidad de manera anormal. Esto puede desencadenar alucinaciones, delirios y sensaciones graves e incapacitantes que limitan la productividad diaria en el paciente. Aquí tampoco vale con palabras de ánimo y ejercicios de autosuperación: toca acudir a un psiquiatra rápidamente y, casi el 100% de las veces, recurrir a un tratamiento farmacológico de por vida en conjunción con terapia psicológica es el único camino posible.

Esquizofrenia

7. Victimismo

Bastante ligado con el sesgo de la negatividad, el victimismo es un patrón de comportamientos en el que la persona adopta un rol constante de víctima. Además, sostiene una actitud pasiva y evitativa ante los problemas y culpa a los demás de todo lo malo que le sucede. “Todo me va mal y la gente está en mi contra” es una manera relativamente cómoda que permite al paciente no explorar los motivos por los que, quizá y solo quizá, sean más sus actos y no su suerte los que desemboquen en situaciones desagradables.

La terapia cognitivo-conductual suele ser utilizada en estos casos, pues sostiene que si una conducta desadaptativa adquirida se ha aprendido a lo largo de la vida del individuo, esta se puede desaprender. De todas formas, hay que dar un gran paso para reconocer si eres una persona victimista: mientras le eches la culpa a tu entorno de todo, mejorar será imposible.

8. Otros trastornos psicológicos, emocionales y cognitivos

Aprovechamos estas últimas líneas para evidenciar una realidad innegable: los trastornos psicológicos se trivializan continuamente y quizá los medios divulgativos tengamos cierta culpa de ello. Consultando bibliografía para escribir estas líneas, es más que común encontrarse con portales que animan a los lectores a poner una sonrisa y evitar, por ejemplo, los pensamientos intrusivos que les caracterizan.

La realidad es que cada caso es un mundo, y quizá le estamos diciendo a una persona con un principio de depresión o un trastorno bipolar no diagnosticado que trate de poner al mal tiempo buena cara. Por ello, aquí solo habrás leído una solución posible ante cada causa: la terapia. Acude al médico, al psicólogo, al psiquiatra, sé transparente con tus sentimientos y emociones y compártelas con tus seres queridos. Si desatiendes un problema emocional, este se puede convertir en un trastorno, o puede que creas que tu trastorno es simplemente un problema transitorio y esto no sea así.

Resumen

Como habrás podido observar, ante estos temas hay que andarse con pies de plomo. La solución no es siempre poner una sonrisa o tan sencilla como “¡pues cambia tu forma de ver las cosas!”. Los seres humanos somos imperfectos y, como tales, cada persona de este mundo a lo largo de su vida necesita ayuda profesional al menos una vez, sí o sí. Déjate ayudar y no trivialices tus sentimientos: la ayuda es la única solución para dejar de tener miedo a la vida.

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